GABINO EZEIZA.
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Gabino Ezeiza, el payador de San Telmo
publicada en la página webb TODOTANGO.
PAYADOR, CANTOR
3 de febrero de
1858 – 12 de octubre de 1916Algunos mencionarán a Betinotti, otros quizá señalen a Vázquez, a Cazón o a Trejo, y aún quedará quien se incline por Acosta García o por Cepeda; pero de esa camada tan particular de payadores que se vio y se escuchó, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, sólo uno conservaría, mucho después de su deceso, la condición de haber sido “el más extraordinario improvisador” de su época: Gabino Ezeiza, representante del porteño barrio de San Telmo.
No es éste el
lugar para desarrollar ni el origen ni los pormenores del arte del payador,
pero vale la pena recordar que hacia las últimas tres décadas del siglo XIX
este género cobró una inusitada importancia y logró integrarse con solidez y
permanencia en el ambiente urbano. En esta generación de payadores se incluye a
Ezeiza.
Muchos datos de
su biografía adolecen de vaguedad. Son inseguras las referencias sobre sus
antepasados; se los ha imaginado como orgullosos libertos que vivieron su época
de esplendor antes de Caseros.
También son pocas
y pobres son las noticias que se tienen de su iniciación y de sus maestros,
aunque se recuerda un nombre más bien borroso: el de un tal Francisco Luna,
identificado o quizá confundido con un moreno Pancho que payó y perdió contra
Santos Vega. Activo desde los tiempos de Rivadavia, este Luna ofició de pulpero
y obtuvo alguna nombradía en el “Barrio del Mondongo”, ubicado dentro de los
límites de la parroquia de San Telmo; aparentemente, fue quien invistió de
payador a Ezeiza cuando, al retirarse, le regaló su guitarra.
Antes de 1880 ya
estuvo midiéndose y cosechando victorias. Fueron de su gusto los contrapuntos
de preguntas y respuestas, de los que han quedado graciosos testimonios. Uno de
ellos apunta a cierto encuentro en Lomas de Zamora, durante el cual alguien del
público pidió como tema la metempsícosis (una doctrina religiosa según la cual
las almas transmigran de un cuerpo a otro). Ezeiza lo resolvió de un modo
genial: Al que me mete metempsícosis / le contesto en estilo vario, / le
contesto en estilo vario: / ¿por qué al mandarme la pregunta / no me mandó
también el diccionario?
Picardías como
ésta serán su gran triunfo. Como todo payador, era consciente que su habilidad
no consistía en lo florido del lenguaje o en una observación rigurosa de las
reglas poéticas, sino que todo su éxito dependía de una respuesta rápida e
ingeniosa.
Otro ejemplo, de
cuando el caricaturista José María Cao le exigió que payase sobre el logaritmo:
Ezeiza pidió permiso, fue hasta la casa de un profesor amigo para asesorarse y
volvió al rato dispuesto a improvisar con el nuevo conocimiento: Señores, voy a
explicar / la ciencia del logaritmo, / si acierto a cantar al ritmo / de mi
modesto payar. / Pongamos, para empezar, / dos progresiones enfrente; / por
diferencia y cociente / correspondiendo entre sí, / y ¡ahijuna! saldrá de aquí
/ un sistema sorprendente...
En 1884 hizo una
payada de contrapunto con Nemesio Trejo, a beneficio de las víctimas de una
inundación en Barracas. La forma elegida fue la milonga; Ezeiza coronó la
función haciendo una descripción en verso de la ciudad de Montevideo, pero su
momento más brillante fue cuando por accidente saltó una de las cuerdas de su
guitarra. En un alarde de repentización, Ezeiza comparó aquella cuerda rota con
sus propios sentimientos.
Presentándose en
teatros y en circos criollos (y también en sociedades y en comités), Ezeiza fue
forjando una destreza envidiada y temida. Entre sus contrincantes más célebres
se recuerdan a Félix Vega, del Tuyú; Ramón Barrera, de Dolores; y su rival más
temido: Pablo J. Vázquez, de Flores. Con éste mantuvo una peligrosa payada en
Pergamino, que comenzó el 13 de octubre de 1894 y duró dos noches. Ha
sobrevivido versión taquigráfica de esta topada, en la que Ezeiza llegó a
provocar a Vázquez diciéndole: Hay algunos que pensaban / que del todo yo había
muerto; / calcular ahora usted puede / lo que puede haber de cierto.
Sin embargo,
Ezeiza solía recordar como un gran adversario en el contrapunto al tenor
Florencio Constantino, de reconocida trayectoria en el Teatro Colón a partir de
1909. Si bien se lo ha identificado como intérprete lírico al punto de borrarse
casi todo registro de su actividad como payador, Constantino practicó la
improvisación al mejor estilo de Ezeiza; y éste no dudaría en afirmar que en
dicho campo el tenor, otrora, “se hacía temer”.
Ezeiza payó en el
Uruguay con Juan de Nava; fue entonces cuando nació su canción “Saludo a
Paysandú” —también llamada “Heroico Paysandú”, por su verso inicial—, compuesta
sólo para congraciarse con un público insólitamente hostil. (Como Ezeiza payó
también con Arturo de Nava, hijo de Juan, es frecuente que al relatar este
episodio se equivoquen sus nombres). Pero esta obra perduró ante su propio
asombro, pues reconocía no poseer aptitudes literarias: aún hacia 1911, cuando
ya desde hacía mucho era uno de los artistas favoritos de los porteños,
confesaba en un reportaje de la revista P.B.T. que no tenía condiciones de
escritor.
Entrada la década
del veinte, a más de un lustro de la muerte de Ezeiza, esta canción todavía
estaba en el repertorio de muchos cantores. El dúo Gardel-Razzano la grabó para
discos Nacional en 1922; sus versos aún eran populares: Heroico Paysandú, yo te
saludo / la Troya americana porque lo es; /saludo a este pueblo de valientes /
y cuna de los bravos Treinta y Tres.
Pero lo cierto es
que no sólo subsistió el “Saludo a Paysandú”. También quedaron “El silencio de
las tumbas”, “Él sabía”, “Mi caudal”, “Ella”, y algunos episodios históricos
como “El combate de San Lorenzo” y “Naufragio de la “Rosales” que, al igual que
los poemas citados, serían ampliamente reproducidos en folletos. También
escribió por lo menos dos piezas dramáticas: “Lucía Miranda” y “El cacique
Mangoré”.
La Revolución del
Parque (1890) lo encuentra militando en las filas de Alem, adhesión que le
llevará a sufrir la cárcel y posteriormente el incendio del “Pabellón
Argentino”, un circo que había adquirido gracias a un golpe de suerte en la
lotería. Fue partícipe también de los alzamientos de 1893, y muchos años
después seguiría luciendo con orgullo las medallas con que lo distinguieron por
su lealtad el doctor Mariano Candioti y el general Frías.
En 1895 Ezeiza
contrajo nupcias con Petrona Peñaloza, de la familia del lanceado caudillo de
La Rioja. De los seis hijos de este matrimonio, Fortuna, la mayor, demostró
desde niña tener excelentes dotes de soprano. En su primer domicilio de la
calle Cuenca, y más tarde no muy lejos, en Azul 92, los Ezeiza solían recibir
permanentes visitas de las personalidades de aquellos años, que a menudo iban
acompañadas de periodistas, deseosas de escuchar ese talento tan particular de
Gabino y de retratarse junto a él.
A partir de 1905
el fonógrafo lo recogió y lo prolongó en el tiempo. Por eso es inexacta la
letra del tango compuesto en su homenaje, “Gabino”, de Antonio de Bassi y
Manuel Romero, cuando dice “no cantó para el disco Gabino...” Por el contrario,
Ezeiza grabó y lo hizo en cantidad, en placas de los sellos Zonofono (discos
que traían registros en una sola faz), Columbia Record y Era. De estos últimos
se han visto publicados algunos temas bajo otras etiquetas, como Artigas.
Es probable que
la voz de Ezeiza provoque hoy una especie de desilusión si se espera encontrar
en ella un estilo virtuoso o algún recurso fuera de lo común. Pero encarar
estos discos con oídos de melómano sería un error.
Su valía es otra: es la del
documento sonoro de una clase de intérprete que pocos años después
desaparecería. No puede pasar inadvertido un dato: a la par de sus canciones en
tiempo de milonga, cifra u otros ritmos adecuados para la payada, Ezeiza
también componía, cantaba y grababa tangos, alrededor de 1905.
El invencible
payador falleció el mismo día en que Yrigoyen asumía la presidencia de la
Nación. Sus restos descansan en el Cementerio de San José de Flores. Héctor
Blomberg lo recordó en su milonga “El adiós de Gabino Ezeiza”, musicalizada por
Enrique Maciel y felizmente llevada al disco por Ignacio Corsini en 1933. En
una de sus estrofas pedía a Buenos Aires que no lo olvidase, pero a la memoria
suele gustarle de vez en cuando el olvido.
fuente: TODOTANGO.
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GABINO EZEIZA - HEROICO PAYSANDÚ
EL GAUCHO
EL ABUELO
ENDECHA
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