TITO REYES.
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UN CANTANTE DE ESQUINAS
Reportaje a TITO REYES de DANIEL BELLER
y JOSE PEDRO ARESI
publicado en la página webb TODOTANGO
TITO REYES
CANTOR.
«Nací en Puente Alsina, el 28 de febrero de 1928, cuando esa
zona pertenecía al partido de Avellaneda. Fui el último vocalista que grabó con
Aníbal Troilo, cantando en esa oportunidad "El último farol".
«Mi madre, Rosario Lardaro, era napolitana y mi padre Luis,
un argentino que le gustaba viajar y que en Nápoles conoció a mi mamá. Se casaron
allí y volvieron a la Argentina, donde tuvieron siete hijos, de los cuales yo
soy el menor, con una gran diferencia de edad respecto de los demás.
«Mi papá construyó la casa de madera y chapa donde vivíamos,
elevada un metro y medio sobre el nivel del suelo, porque en esa época Valentín
Alsina se inundaba muy frecuentemente. Cuando Homero Manzi dice: "Pompeya
y más allá la inundación", está nombrando a Puente Alsina, porque Pompeya
no se inundaba. Ahí me crié muy pegado a mi mamá y mis hermanos. Todos me
mimaban por ser el más chico.
«A los quince años, a dos cuadras de mi casa, pusieron un
café y ahí fue cuando me desteté de mi madre. Empecé a frecuentar el café y un
club que habíamos fundado que se llamaba "Resplandor". Precisamente a
este club lo menciono en "Un tango para el recuerdo", que grabé con
Troilo. En realidad la letra del tango decía "Tradición" y cuando su
autor, Antonio Cantó, me escuchó decir "Resplandor" me corrige...
"No Tito, es "Tradición"" y yo le contesté... El tango es
tuyo, pero el club lo elijo yo.
«En ese entonces, alternaba entre el club del barrio y el
café, donde viernes y sábados solía haber cantores. Para todo esto, yo en mi
casa escuchaba las canciones de Gardel, que fue quien me enseñó a cantar. Yo
oía sus grabaciones y me ponía a cantar a la par de él. Así se me fue colocando
la voz, de esa manera.
«Una noche fui al café a escuchar cantar y Luis Pinto, un
muchacho que era gran bailarín, me dijo... "Vos que siempre te reís de
todos, ¿por qué no cantás?" y yo enseguida acepté. Al principio se
escucharon risas, pero después las risas se apagaron y finalmente hubo
aplausos. Yo no me la creía, porque se solían hacer muchas cargadas, haciéndole
creer al que cantaba que lo hacía bien, pero después lo confirmé cuando al otro
día, mi hermano mayor me dijo que le habían contado que yo había cantado en el
café y que lo había hecho bien. Así comencé a cantar frente al público, de la
manera más natural que puede empezar un cantor. En ese entonces yo cantaba todo
el repertorio de Gardel.
«Canté en diversos cafés y también me llamaban para dar
serenatas en el barrio. Al mismo tiempo trabajaba. Fui ayudante de zapatero,
empleado en un corralón de materiales y en la empresa metalúrgica
"Tamet", donde aprendí el oficio de soldador. Otras veces trabajaba
con mi hermano, que era constructor. El café y el tango nunca me alejaron del
laburo, porque yo tenía la cultura del trabajo que me había enseñado mi padre.
El trabajo es algo sagrado y el café debe ser considerado solamente como un
entretenimiento.
«Tiempo después hice una gira por el interior "tirando
la manga", acompañado de un muy buen guitarrista, Héctor Arbelo. Me
acuerdo, que tan pronto llegábamos a un pueblo, nos llevaban al Club Social,
pero igual era tirada de manga.
«Un 6 de enero, a principios de la década del cincuenta y a
instancias de un parroquiano de la Munich de la calle Boedo, dejé de lado mi
apellido familiar y adopté el nombre artístico de Tito Reyes.
«De regreso a Buenos Aires hice "varieté" y actué
en la confitería "El Olmo" del Once, donde actuaba un elenco
espectacular. Ahí trabajé con Azucena Maizani, una cancionista fundamental de
nuestro tango, que me enseñó muchísimo. Yo tuve siempre la fortuna de tener a
mi lado gente muy importante, de la cual aprendí muchas cosas buenas.
«De ahí fui a cantar a una cantina que estaba en la calle
Talcahuano, entre Corrientes y Lavalle, que se llamaba "El vinacho" y
que pertenecía a los hermanos Caló. Allí me conoce Roberto Caló y me lleva a
cantar a su orquesta. Con él grabé tres temas, el más importante "Frente
al espejo", que fue mi primera grabación profesional. Los otros dos fueron
: "Tango argentino" y "Nápoles de mi amor". Después estuve
con Joaquín Do Reyes con quién grabé "Cuatro pasos en las nubes" y, a
dúo con Héctor Darío, "Popurrí de tangos". Además en ese tiempo hice
varios trabajos, porque con lo que se ganaba en una orquesta de segundo plano
no se podía vivir.
«Para ese entonces, yo ya era conocido en el ambiente y un
día me encuentro con el bandoneonista Julio Ahumada y me cuenta que Roberto
Grela quería hablar conmigo. Lo llamo a Grela por teléfono y le pregunto que
quería, él me contesta que el que quería verme era Aníbal Troilo. Combinamos
una reunión en la casa de Grela y allí el "Gordo" me escuchó y
decidió incorporarme a su orquesta para trabajar en el Teatro Odeón.
«Ese fue mi gran salto. Canté con Troilo desde 1963 hasta el
año 1975 y tengo 23 registros con él. "Pichuco" siempre me decía que
tendría que haber nacido treinta años antes. No sé qué vio en mí.
«Yo toda mi vida consideré que el tango es un movimiento
cultural muy abarcativo o sea, el tango es todo, desde Villoldo a Piazzolla,
desde Gardel a Fiorentino, incluyendo también a los grandes poetas. Considero
que el tango, inevitablemente, no puede detenerse, porque es una expresión del
sentimiento individual que se vuelca a través de las letras, del canto y del
baile.
«Yo tengo la misma tesitura que tenía Troilo para elegir el
repertorio, priorizar la calidad de la poesía. En el mundo lo que más atrae es
la danza, pero para nosotros, que estamos en la parte cantable, lo que encierra
la poesía es lo que nos atrapa. Esa fue la teoría que tuvo Gardel y es la misma
que siguió Pichuco. Jamás Troilo buscó el aplauso fácil, siempre buscó obras
que no fueran descartables. Se quedó con los tangos de Homero Manzi, de Cátulo
Castillo y Gardel.
«Para la época en que estuve con Troilo ya no había tantos
bailes y la orquesta se hizo más para escuchar. Mi presencia dentro de la
orquesta fue un golpe muy fuerte para mí, porque yo era un "cantor de
esquinas" y no podía olvidar aquellos fantasmas que estaban detrás de mí,
esos grandes cantantes que tuvo Troilo. La influencia de "Pichuco"
sobre mi personalidad, sin que él se lo propusiera, logró vencer mis aflicciones,
porque el clima que creaba la orquesta para acompañar al cantor me iba llevando
solito hacia lo que él buscaba. La orquesta de Troilo tenía una virtud muy
grande: en ella, jamás se golpearon los instrumentos. No se buscaba el
efectismo golpeando el bandoneón, pegando patadas en el suelo, simplemente se
apuntaba a la sonoridad.
«Lo que Troilo utilizaba mucho, especialmente en la época
que estuve yo y según creo era lo que más le gustaba, eran los matices
exagerados. O sea, haciendo un "pianissimo" en una parte profunda de
la letra, para después rematar, cosa que no había hecho antes ninguna orquesta.
Uno podía cantar a media voz, con sentimiento y la orquesta a su vez hacía la
pausa y todo el mundo bajaba los decibeles de su instrumentación. También,
cuando se hacía un solo, toda la orquesta bajaba la potencia. El tango hecho
por "Pichuco" no tenía arrebato, tenía fuertes y pianissimos.
«Troilo fue un talento en varios aspectos. Cuando joven
"gatilló" bien el bandoneón, como los mejores; como compositor es
extraordinario y como director es el verdadero Gran Director de Orquesta.
"Pichuco" recibía la orquestación y le daba el clima que correspondía
a la obra. Borraba cosas que el orquestador había puesto o le agregaba otras.
Dicen que Troilo tuvo los mejores orquestadores, pero ¡ojo!, por ahí fueron los
mejores orquestadores después que orquestaron para él. No es casualidad que hoy
Buenos Aires cante mayoritariamente el repertorio de "Pichuco"; ya se
trate de las obras que él compuso, como de aquellas otras que no le pertenecían.
«Estando con Troilo, hice también un long play con Roberto
Grela, con temas muy buenos, siempre dentro de una misma línea. Además, en mayo
de 1971, viajé a Norteamérica junto a una delegación de artistas encabezada por
Troilo y que estaba integrada por Armando Pontier, Violeta Rivas, Hernán
Figueroa Reyes y González Rivero en la conducción. Actuamos en el "Hunter
Hall" de Nueva York y después lo hicimos en Washington.
«Ya alejado de la orquesta de "Pichuco" registré
un disco con Ernesto Baffa y últimamente estoy trabajando con Litto Nebbia en
su sello Melopea, donde hago todo lo que yo quiero hacer. Tengo grabados temas
cantados y también versos míos y de otros autores. Y me siento muy bien, porque
para mí el canto es una expresión del espíritu, una energía que hay dentro de
uno que tiene que salir hacia afuera. Yo actúo a la vez que improviso y los
tangos nunca los canto igual, pero siempre tienen el mismo sentido. Con el
impulso interior que le da el cantor, la frase se convierte en palabra, en expresión
y en canto.
«Fui y soy un buen padre de familia, porque siempre supe
combinar adecuadamente dos cosas: hogar y bohemia. Tengo seis hijos, seis
nietos y una guitarra que es la extensión de mi alma. Estoy casado legalmente
con Laura Moriano, una mujer que no es la madre de mis hijos, pero junto a
quien hoy vivo muy feliz.»
Falleció en el Hospital Pirovano de la ciudad de Buenos
Aires, el 9 de mayo de 2007, a los 79 años, víctima de una infección pulmonar.
fuente: TODOTANGO.
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