JULIO SOSA.
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Semblanza de ROBERTO SELLES
publicada en la página webb TODOTANGO
Publicado originalmente en el fascículo 39
de la colección Tango Nuestro editada por Diario Popular.
CANTOR
2 de febrero de 1926 – 26 de noviembre de 1964
Apodo: El Varón del Tango
Sin lugar a dudas, Julio Sosa fue el último cantor de tango
que convocó multitudes. Y en ello, poco importó que casila mitad de su
repertorio fuera idéntico al de Carlos Gardel, aunque también es cierto que
interpretó algunos títulos contemporáneos. Como dice el investigador
Maximiliano Palombo, fue una de las voces más importantes que tuvo el tango en
la segunda mitad de los años cincuenta y principios de los sesenta, época en
que la música porteña pasaba por un momento no demasiado feliz".
Posteriormente, dada su temprana muerte, se intentó repetir
con él el mito Gardel, pero Sosa no era Gardel la extroversión y la carencia de
ternura de su voz lo alejaban del paradigma del cantor de tangos. Por otra
parte, al perderse su imagen, desaparecieron sus condiciones actorales, tan
unidas al sentido de lo que cantaba.
De todas maneras, quedó su recuerdo, sobre todo en la
generación que lo vio surgir y en las posteriores, como una de las más
reconocibles e insoslayables figuras de la historia del tango.
Con el nombre de Julio María Sosa Venturini, nació en la
localidad de Las Piedras, departamento de Canelones, Uruguay, el 2 de febrero
de 1926, en el matrimonio formado por Luciano Sosa, peón rural, y Ana María
Venturini, lavandera.
Apenas terminados los estudios primarios, la pobreza lo
llevó a enfrentar la vida con cualquier conchabo que se le presentara. De ese
modo, ejerció las más diversas ocupaciones: ayudante de mercachifle, vendedor
ambulante de bizcochos, podador municipal de árboles, lavador de vagones,
repartidor de farmacia, marinero de segunda en la aviación naval...
Pero sus ambiciones eran otras. Y tras esas ambiciones,
intervenía en cuanto concurso de cantores se le pusiera a tiro. También apareció
el amor, que lo condujo al altar con sólo dieciséis años; dos más tarde, se
separó de aquella muchacha, llamada Aída Acosta.
Por entonces, se inició profesionalmente en la ciudad de La
Paz (Uruguay) como vocalista de la orquesta de Carlos Gilardoni. Se trasladó
luego a Montevideo, para cantar con las de Hugo Di Carlo, Epifanio Chaín,
Edelmiro "Toto" D'Amario y Luis Caruso. Con esta última, llegó al
disco, donde dejó cinco interpretaciones para el sello Sondor en 1948.
En junio del año siguiente, ya estaba en Buenos Aires
cantando en cafés, como el Los Andes, de la esquina de Jorge Newbery y Córdoba.
También "realizó una prueba —señala Palombo— en la orquesta típica de
Joaquín Do Reyes, pero el director consideró que la voz de Sosa era un tanto
dura para el estilo interpretativo de su agrupación".
En agosto, lo descubrió el letrista Raúl Hormaza, que no
demoró en acercarlo a Enrique Mario Francini y Armando Pontier, que andaban con
ganas de sumar un nuevo cantor al que ya tenían en su típica, Alberto Podestá.
De ganar veinte pesos por noche en el café, pasó a los mil doscientos mensuales
con Francini-Pontier.
En abril de 1953, pasó a la típica de Francisco Rotundo, con
la que grabó en Odeón y de cuyas placas se recuerdan aún verdaderas creaciones
como las de "Justo el 31", "Bien bohemio" y "Mala suerte".
En junio de 1955 ingresó en la de Armando Pontier y registró
sus grabaciones en Victor y Columbia. "La gayola", "¡Quién
hubiera dicho!", "Padrino pelao", "Martingala",
"Abuelito", "Camouflage", "Enfundá la mandolina",
"Tengo miedo", "Cambalache", "Brindis de sangre"
o "No te apures, Carablanca" fueron algunos de sus clásicos en esa
etapa en que el éxito estaba ya completamente de su parte.
En 1958, contrajo un nuevo matrimonio, con Nora Edith Ulfed,
con la que tuvo una hija, Ana María. Ya separado, reincidió, con Susana
"Beba" Merighi, su compañera hasta el fin de sus días.
En 1960 reveló su otro aspecto artístico, el de poeta, con
la publicación de un único libro, "Dos horas antes del alba". También
incursionó en la letra tanguera con una muestra "Seis años", que
lleva música de Edelmiro D'Amario.
A comienzos de 1960, se desvinculó de Pontier decidido a
iniciar su etapa de solista. Convocó, entonces, al bandoneonista Leopoldo
Federico para que organizara su orquesta acompañante. Con ella comenzó a grabar
para el mismo sello en que lo hacía con Pontier, Columbia, en 1961, cuando ya
estaba firmemente emplazado en el gusto popular.
El periodista Ricardo Gaspari, titular del departamento de
prensa y promoción de la grabadora, lo bautizó "El varón del Tango" y
de igual modo tituló a su primer larga duración. Todo parecía marchar viento en
popa. Sólo había un inconveniente, enfrentarse al poderoso auge de la
denominada "Nueva Ola", el show business de turno, con el que se
venían cercenando nuestras raíces culturales en la juventud de la época. Pese
al riesgo que ello parecía representar, Sosa logró una venta de discos
impensable para un intérprete tanguero de aquellos días y tan abultada como la
de cualquier cantante "nuevaolero".
Ese enfrentamiento con la "Nueva Ola" se
representó a la perfección en la escena que protagonizó para la película
"Buenas noches, Buenos Aires" (1964), en la que entonó y bailó con
Beba Bidart "El firulete", ante unos jóvenes "twisteros" que
terminaban por pasarse a los cortes y quebradas.
La realidad no estaba lejos; Sosa logró que una juventud
desorientada volviera a la música que le pertenecía. Es por ello que quienes
eran jóvenes entonces han olvidado las tonterías de las letras
"nuevaoleras" y siguen escuchando al cantor de Las Piedras.
Al margen del tango y la poesía, Sosa tuvo otra pasión los
automóviles. Fue propietario de un Isetta, un De Carlo 700 y un DKW modelo
Fissore; con los tres terminó por chocar, debido a su gusto desmedido por la
velocidad. El tercero resultó fatal. Durante la madrugada del 25 de noviembre
de 1964, se llevó por delante una baliza luminosa en la esquina de la avenida
Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla (Buenos Aires).
Fue internado en el Hospital Fernández y luego trasladado al
Anchorena, en el que dejó de existir el día 26 a las 9:30. Sus restos
comenzaron a ser velados en el Salón La Argentina y el exceso de público obligó
a continuar el velatorio en el Luna Park (legendario estadio de box con
capacidad para 25.000 personar). El 24 había cantado por radio su último tango,
"La gayola". El final parecía profético "pa" que no me
falten flores cuando esté dentro "el cajón".
Publicado originalmente en el fascículo 39 de la colección
Tango Nuestro editada por Diario Popular.
fuente: TODOTANGO.
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