BEBA PUGLIESE.
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Semblanza de JOSE MARIA OTERO
publicada en la página webb TODOTANGO
PIANISTA, DIRECTORA, ARREGLADORA, COMPOSITORA
10 de noviembre de 1936
10 de noviembre de 1936
Nombre verdadero: Lucela Delma Pugliese
Su destino estaba
marcado desde la cuna: la música, la lucha por la dignidad humana, el afán de
superación, el enclave familiar. Creció en un ambiente de arte, de emoción
sincera, de mucho trabajo: «Día tras día fui impregnándome en esa especie de
sabiduría popular», afirma. Nació en Villa Ortúzar, en una casa alquilada de la
calle 14 de julio 1111. El abuelo, Adolfo Pugliese, flautista de la primera
época del tango, les salió de fiador a la flamante pareja integrada por su hijo
Osvaldo y María Concepción Florio.
La unión de los
dos jóvenes le permitiría a la niña que nacería a fines de ese año, alternar en
una familia de músicos. Su tía Adela Florio era profesora de piano y le daría
las primeras lecciones. Los hermanos de su padre, Adolfo (Fito) y Alberto eran
violinistas, y el segundo, director y compositor. Su tío, Mario Perini (casado
con una hermana de su madre) era banjista, violista, arreglador y compositor.
Estuvo mucho tiempo en la orquesta de Ángel D’Agostino y también colaboraba,
arreglándole a Osvaldo Fresedo. Un primo hermano de Beba, el Chocho Florio
(hijo de una hermana de su madre), fue un excelente y querido cantor que lució
en orquestas como las de Alfredo De Angelis o Carlos Di Sarli entre otras.
Cacho, otro hermano de su mamá era contrabajista.
Las estrecheces
en las que se vieron envueltos en las primeras épocas, obligaba a compartir
casa entre integrantes de ambas ramas familiares y la música brotaba por todos
los poros de aquellas paredes. Ver ensayar al padre en aquel piano Förster
—regalo del abuelo— y que también le sirvió a ella para trajinarlo («Medio
jugando.», dice); aquel color que viene de la infancia y las coordenadas que
llegan a través de una serie de afluentes y desembocan en una vocación, fueron
determinando su futuro musical. Claro que ver ensayar a esa orquesta de don
Osvaldo Pugliese en la casa donde fueron a vivir en 1940 (Álvarez Thomas 1477),
agranda espaciosa su mirada de niña traviesa que, en su gestación contempla
imágenes con un gran poder de sugerencia: «Recuerdo las melenas de Ruggiero y
de Caldara, concentrados, esperando el momento del arranque musical. A Camerano
lo veo todavía preparando el arco para su entrada triunfal, brillante. También
lo veo a Aniceto Rossi aguardando al lado del piano. Todos esperando la
marcación del director, como gladiadores prestos a salir a la arena, o como
jugadores preparándose a salir a la cancha donde la multitud de los hinchas
gritaban enfervorizados...», y en el recuerdo se forja su ansiedad.
Cuando estaba en
4º grado y le pidieron que tocara el Himno en el Día del Maestro, lo hizo con
gran fervor patriótico y anticipando el futuro. Las vicisitudes políticas del
padre, la persecución, la cárcel, la prohibición de tocar en radios o espacios
públicos, castigaron severamente a la familia y también forjaron su carácter.
Como sus primos y amigos de la infancia, pasó muchas horas en el Club Sporting
(Heredia y Álvarez Thomas) y allí Beba aprendería entre otras cosas a bailar el
tango, acompañando a sus primos mayores. En Madrid he bailado con ella y doy fe
de que es una excelente milonguera. Estudió danzas y piano, practicando con las
partituras que le regalaba el abuelo paterno, especialmente las clásicas.
Pugliese cambió
el nombre de su tango “Amargura”, por el nuevo de: “La beba”, al nacer ella.
Lisandro Adrover hizo el arreglo en la primera versión y Daniel Binelli el
segundo, cuando volvieron a grabarlo en 1972.
Los estudios con
Vicente Scaramuzza (10 años), Pedro Rubbione, Oreste Castronuovo y Berta
Sujovolsky le dieron el plácet definitivo y Beba se disponía a desarrollar su
carrera como pianista clásica, habiendo comenzado en recitales por Radio
Nacional y otras emisoras. Convocó a Aníbal Arias y Guillermo Ferrer para unas
actuaciones por todo el país en 1979, con enorme éxito, grabando incluso un
longplay y ya, en el homenaje que le hicieron a Sebastián Piana en 1978, su
categoría de pianista recibe el respaldo efusivo y cálido de los presentes. El
tango está golpeando a su puerta y los genes hacen el resto.
Su primer
quinteto actúa en el Hotel Bauen, los feligreses puglieseanos la siguen y la
RCA-Victor la convoca al disco. Pese a los golpes que le da la vida, ella sabe
que la lucha es ardua y debe seguir. Falleció su hijo Osvaldo en 1993. Tuvo 2
matrimonios y otros dos hijos: Lisandro y María Carla que arrancó a los 6
añitos con el piano y en 2001 debutó como profesional. Admiradora de Orlando
Goñi, la polenta y categoría de Beba en el piano despierta comentarios de
admiración, incluso en Astor Piazzolla.
Con su orquesta
viaja por Europa y Japón. Compone numerosos temas: “Catire”, “Ochentango”,
“Para mi abuelo”, “Chicharrita” (como llamaban al padre de pequeño), “Si
volviera a verte”, “Sueños y sombras”, “Rosa punzó”, “Tus quince años” (a su
hija), “A nuestro amigo Piraña” (fiel amigo de Don Osvaldo y mi amigo de toda
la vida).
Integró los
elencos de varias compañías teatrales y actuó en varios sainetes, mientras
completaba sus estudios teóricos con los maestros Fukcs y Sebastián Piana. En
1974, realizó los arreglos para la obra teatral “Prohibido pisar el tango”. En
1978, como solista, compartió escenario con la orquesta de su padre y destacó
en programas radiales como el Ciclo de Recitales de Radio Rivadavia, conducido
por Héctor Larrea. Es en 1980 cuando forma su propio quinteto, para actuar en
el Hotel Bauen, como gran atracción y el suceso desborda todas las previsiones.
Con el acento
encarnado en el espíritu del tango, le sirvió para girar por el país y ser
contratados por el tradicional Caño 14. Su segundo disco lo firmó en 1981 y fue
el prolegómeno de una serie exitosa.
La Organización
National Geographic filmó en América Latina el programa “Ritmos
revolucionarios” y, referido a Buenos Aires, eligieron como composición más
destacada “Dinastía Pugliese”, de su autoría. En su prolífica carrera ha
recibido numerosas distinciones de todo tipo y está orgullosa de que “Los
amigos de la calle Corrientes”, hayan bautizado al cruce de Corrientes y
Rodríguez Peña como “La esquina de Beba Pugliese”, instalando una placa de
bronce en la que le expresan el reconocimiento a toda su trayectoria
Sigue estudiando
para encontrar la respuesta al sonido secreto de la logia en que se ha
integrado y, siguiendo el ejemplo materno, conoció el sacrificio en los
diversos trabajos realizados para sobrevivir. Supo elegir el camino y al
decantarse encontró su propia inspiración.
Es maestra en la
Escuela Popular de Avellaneda, del Instituto Cultural José Hernández de Olivos,
y sigue yirando con su orquesta y cantantes como Mónica Sachi, Gustavo Cané u
Oscar Ferrari. Esa especie de impulsante coraje sonoro que no afloja nunca,
viene de las raíces paternas. Confiesa que en cierta ocasión lo llamó un
director de orquesta —ex fueye de Pugliese— porque se le había enfermado el
pianista, para un programa de televisión. Beba lo consultó con Don Osvaldo y
éste, lagrimeando, le dijo: «No debieras ir. Fue de los que más me traicionaron
y está tocando con las partituras de mi orquesta. Me hizo mucho daño». No fue.
Y ahí sigue la Beba convencida de no buscar una estética determinada sino la
que lleva adentro. Su nieta también comenzó el camino del arte musical.
En los diferentes
domicilios que habitaron, Beba aprendió a valorar la cercanía y solidaridad de
la familia. Y a sentir la fuerza de la música. Y el viejo barrio. Y la casa
donde se fraguó “La yumba”, “Malandraca”, cuando buscaban el canyengue en aquel
piano. El apellido Pugliese pesa mucho y ella lo sabe. Por eso hace honor al
mismo. Instalada en el gusto popular por propia capacidad y personalidad, sus
presentaciones y grabaciones despiertan sentimientos retroactivos. Tiene que
haber un gatillo que dispare la emoción y el de Beba lleva el yeite y la marca
Pugliese en el orillo. El ancestral germen mítico.
fuente: TODOTANGO.
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BEBA PUGLIESE Y SU ORQUESTA
LA YUMBA
TINTA ROJA
MALA JUNTA
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