GRANDES PASIONES ARGENTINAS.
ADA FALCON-FRANCISCO CANARO:
UN AMOR SIN DESTINO.
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Nota de LA NACION.COM
Publicado en edición impresa
Domingo 23 de enero de 2005
Por Marcelo Birmajer
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El, casado, dirigía una orquesta de tango emblemática. Ella,
soltera, cantaba como pocas. Se enamoraron, vivieron una historia ardiente,
pero él nunca accedió a divorciarse. Por ese amor, o por otros más místicos e
insondables, Ada Falcón decidió entrar en una orden religiosa y recluirse con
su madre en un pueblo de Córdoba, donde murió en el año 2002, quizá todavía
enamorada de Canaro.
Foto: Ilustración de Huadi
Suponemos que el paso del tiempo relaja las costumbres y las
reglas. Pero la historia de los amores argentinos no necesariamente marcha en
este sentido. Apenas revisando la farándula patria, podemos entrever al azar la
duradera pareja conformada por Armando Bo –un hombre casado– y la pulposa
Isabel, que no era su esposa; la no menos insistente relación entre el cómico
José Marrone y su compañera Juanita, o la anterior en el tiempo, y finalmente
maltrecha, pasión entre Ada Falcón y Francisco Canaro, que aquí nos ocupa.
Recientemente, los cineastas Lorena Muñoz y Sergio Wolf
convocaron la trama de esta mujer con su premiado documental Yo no sé qué me
han hecho tus ojos.
Recuperando la historia de esta diva del tango, sumándola a
la lista de relaciones extracurriculares que antes reseñábamos, no es del todo
arbitrario extraer una rápida conclusión: si comparamos los albores del siglo
XXI con las décadas en las que estos caprichosos romances sucedieron,
descubriremos que, al menos en el ámbito de la farándula, no es posible
encontrar una relación extramatrimonial de la naturaleza de las mencionadas.
Tanto Bo como Marrone y Canaro convivían con sus esposas, en plenas facultades
como tales; no obstante, vivían el amor con una mujer distinta, y reconocida.
Difícilmente esta circunstancia pudiera perpetuarse en
nuestros días tal como ocurrió en el pasado: un famoso que mantiene su
matrimonio, y a la vez a su amante pública certificada por radios, diarios y
revistas.
Al menos en Occidente, las historias de amor entre tres
siempre terminan mal para alguno de ellos, pero lo habitual es que terminen mal
para los tres. Mujeres y hombres de todos los países han procurado congeniar la
ancestral necesidad de posesión del sujeto amado con la igualmente congénita
libertad del deseo, sin encontrar nunca una solución al enigma, más que la
vergüenza, la separación o el homicidio.
No es extraño que los discretos Diez Mandamientos –que no
les exigen a los seres humanos que salven vidas, sino que no maten; que no
exigen que distribuyamos la riqueza, sino que no robemos– nos adviertan que no
deseemos la mujer del prójimo.
Los sabios tenían certeza de que las pasiones fuera de
control conducían a la locura o a la muerte.
Así fue en el amanecer de la humanidad y así continúa. Sin
ir más lejos, la esposa de Francisco Canaro amenazó a su esposo y a Ada Falcón
con un revólver al encontrar a ésta sentada sobre las rodillas de su marido, lo
que motivó que la cantante saliera corriendo y posteriormente se alejara para
siempre de la orquesta, al despuntar la década del cuarenta.
Esos ojos verdes
Ada había nacido en agosto de 1905, y fue longeva hasta el 4
de enero de 2002, cuando entregó su alma a los 96 años. En cuanto se recorre
esta friolera de años, podemos aseverar que esta mujer sobrevivió a dos guerras
mundiales y a una revolución entre ambas que con el correr de los años
convertiría en soviética a media humanidad y fracasaría.
Sin embargo, no pudo, aparentemente, sobreponerse a una
historia de amor que acabó con su carrera artística y cambió su vida para
siempre.
Lo cierto es que, alrededor de 13 años después de haber
conocido a Canaro –en el sentido coloquial y bíblico del término–, Ada, ya
fuese arengada por la violenta amenaza de La Francesa –como llamaban a la
esposa de Canaro–, ya fuese por el perfume rancio de los amores que no van a
ningún lado, puso pies en polvorosa y no paró hasta encerrarse en un pueblo del
interior cordobés, Salsipuedes, junto a su madre y convertida en terciaria
franciscana, hasta el día de su muerte. Los motivos deducibles fueron
prosaicos: Canaro le preguntó a su abogado cuáles serían las consecuencias en caso
de divorcio, y el letrado respondió que a su esposa le correspondería la mitad
de su fortuna.
Es cierto: en ciertas almas, sólo el amor deja cicatrices;
pero no debemos descartar que en otras el pragmatismo adquiere también la forma
de una pasión.
Ada Falcón fue una chica precoz. En todo. Comenzó rápido en
la canción, pasó de la soltería a un romance desesperado y renunció rápido
también a las mieles y las heridas de Cupido. A los cinco años comenzó a
deleitar al público como la Joyita Argentina, y a los 13 ya dejaba corazones en
ruinas soltando sus gorjeos y sus alardes de mezzosoprano desde un cuerpo de
pajarito. Doblemente precoz: no sólo se dio a la música antes que a la
pubertad, sino que llegó al tango cuando las cancionistas recién le nacían a este
burlón lamento rioplatense. Antes de los 20 años debutó en el cine mudo. Poseía
una mirada intensa, como si viera un fuego más allá del mundo, y los ojos de
ese verde que no se encuentra en la naturaleza. Hizo colisión con la mirada de
Canaro, que era más transparente, pero viril y magnética, cuando se asomaba a
los 24 años y, junto con su primer trabajo en colaboración –el estribillo que
Falcón graba en La morocha, el 24 de julio de 1929– inauguraron este amor sin
destino.
No podemos decir que Ada Falcón haya sido una devota de lo
que se entiende por cordura antes de conocer a su amante, 17 años mayor.
Desde siempre le rehuyó al público, y no bien la fama le dio
pie, adoptó las veleidades de las divas. A menudo me pregunto si es el amor el
que inocula en los seres las decisiones inesperadas o si, por el contrario, las
personas con una sed innata por el exotismo buscan en el amor el justificativo
para soltar las riendas. Hay personas que necesitan de la tragedia y de la
soledad como otros el agua o el pan. ¿Quién sabe si los disparates que
supuestamente hicimos por amor son realmente su consecuencia?
Por amor, supuestamente, la esposa de Canaro amenazó con un
revólver a la pareja adúltera; por amor, supuestamente, Falcón se recluyó en la
religión. Pero tal vez las emociones o ambiciones que las motorizaron no sean
obligadamente amor. Si es que, a fin de cuentas, alguien se atreve a definir el
concepto "amor".
¿Por amor a Dios?
Ante esta mujer se prosternaron Gardel y Discepolín, y el
marajá de Kapurtala le dejó una joya más grande que su pena cuando quiso
llevársela para sus pagos y la diva reculó. Entonces, ¿por qué iba a dejarlo
todo por el único tipo que no estaba dispuesto a seguirle la corriente? A mí
que no me la vendan: eso no es amor, es misticismo.
Ada Falcón gustaba de ventilar el hecho, o la leyenda, de
que su padre era un hombre reputado entre los adinerados de la Argentina, y en
ningún caso el marido de su madre. A mí me parece que era tan hermosa que se
enamoró de sí misma y que no consideraba digno de merecerla a mortal alguno,
excepto el Todopoderoso, o el Hijo en la creencia cristiana, quien, según el
relato de la artista, se le apareció en cuerpo entero y se partió el corazón
con la joya que el marajá le había regalado.
Que me perdonen los románticos, pero entre las muchas
melodías que Canaro compuso y tocó, yo creo que no tocaba pito en esta opereta:
la dama quería irse con Dios desde antes de conocerlo, y el romance
problemático fue el boleto más expeditivo.
Pero tal vez me equivoco, y mucho. Quizá fue el amor el que
arrasó a esta mujer, y la llevó como un viento poderoso a terminar sus días en
una orden religiosa. ¿Quién puede saberlo?
En cuanto a Canaro, era un pelado orgulloso. Al día de hoy,
no se ha descubierto ninguna cura para la calvicie masculina, y es probable que
logren contener las peores pestes de nuestro siglo antes que este pequeño
desplante capilar. Pero como con muchos desafíos que los hombres no han logrado
resolver, lo han convertido en signo de prestigio contra natura: el Indio
Solari, Luca Prodan y más tarde el vocalista Cordera han hecho de la calvicie
un sello de distinción rockera. Hoy, animadores y humoristas presentan su cuero
cabelludo sin cabello como el último grito de la moda.
No era tan fácil ostentarlo en los inicios del siglo XX.
Canaro le hacía frente a la fama y deslumbraba a las mujeres con el brillo de
su pelada a lo Sarmiento. Quiere la historia jugarnos chistes, porque a este
pelado perenne lo apodaban "Pirincho", tal el nombre con que lo llamó
la partera al alumbrarlo con los pelos de punta como un punk. Vio la luz en
Uruguay el 26 de noviembre de 1888.
Infancia dura
Apuesto lo poco que me han dejado mis errores a que su
infancia pobre, como canillita, fue determinante en el hecho de que, en su
adultez, hiciera de la acumulación de dinero un asunto fundamental. Canaro
nunca olvidó la opresión que impone en el alma la falta de efectivo. También
acumuló mujeres. Aunque la música fue su pasión, más de una vez debió desalojar
a las corridas un boliche para no ser presa de un dueño celoso.
Como compositor, lo abarcó todo: compuso tangos, comedias
musicales, comedias a secas y guiones de películas. Compuso cerca de 500
títulos. Pero para recordarlo basta con citar La última copa o Se dice de mí.
Este hombre al que se consignaba como individualista y que,
posiblemente, mirando su pasado desprovisto, nunca haya dejado de temer
las incertidumbres del futuro, fue el fundador de la más persistente e
importante defensa gremial de los artistas de la composición, Sadaic (Sociedad
Argentina de Autores y Compositores), registrada en 1940, y presidente
reelegido en varios términos. Quizá precisamente el temor por no saber cómo lo
recibirían los años lo haya llevado a construir una institución que garantizara
en lo posible la seguridad de quienes vivían de su magín, ese bien frágil y
esquivo. Por eso digo que no debemos desdeñar los efectos del temor o las
ambiciones. Murió unos días antes del Año Nuevo, el 14 de diciembre de 1964, a
los 76 años; veinte años más joven que la mujer a la que parece que le arruinó
la vida.
Yo no sé si el amor sucedió o no entre estos dos divos. Pero
el chisme ha quedado. Los rostros sin colágeno, la calvicie sin injertos, las
canciones y el chisme: son cosas que perduran.
La literatura no es más que los grandes chismes que no han
querido morir con sus protagonistas, o que han surgido de personajes que nunca
nacieron como nosotros, y por lo tanto no pueden morir. Un rostro verdadero,
una canción y un buen chisme, siempre son bienvenidos al páramo de la duda y el
aburrimiento de los hombres.
Francisco Canaro (1888-1964). Uruguayo, violinista, director
y compositor de tangos.
Ada Falcón (1905-2002). Cantante de tango de gran éxito,
actriz de cine, en 1942 decide retirarse con su madre a un pueblo de Córdoba en
el que ingresa en una orden religiosa de terciarias franciscanas.
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Nota de LA NACION.COM
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Domingo 23 de enero de 2005
Por Marcelo Birmajer
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