DECIR DE SUELO NATIVO (CAMPO Y CIUDAD)
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La recia y cálida personalidad de Fernando Ochoa rechaza el
sentimiento al reportaje amoldado a las clásicas estructuras, y su voz,
enriquecida en las intensidades emotivas, cuyo dominio le permitió expresar en
la calidad de su arte las profundas inquietudes de los más puros acentos y los
ritmos del folklore nacional, se adapta más cómodamente al monólogo o al
diálogo amistoso.
Entonces, al hablar con él se trasmuta en un enfrentamiento
con la propia franqueza, con la pasión, con la gallardía y con la verdad cruda
y magnífica avisorada en la inmutable toponimia de las dilataciones pampeanas o
en el agreste perfil de las altas montañas norteñas.
Veleros del recuerdo traen en su voz las imágenes del
pasado: "Nací -dice- en un amanecer de este siglo. Me crié en Zárate y me
nutrí de poesía en Entre Ríos. Partí detrás de unos pájaros y llegué a Buenos Aires
siguiendo unos ojos. Desde entonces ando por el mundo en pos de un ideal."
En esa constante búsqueda aún no concluída, las circunstancias de este mundo
parecen no pertenecerle, aunque luche y angustie en el afán de apartar los
sufrimientos que la cotidiana realidad del vivir insiste en poner en la ruta de
los que como él avanzan por la senda de lirismo
Su morada, entronizada en
pleno corazón de la populosa urbe porteña, constituye el evidente testimonio de
esa permanente y acuciante consagración a la belleza.
Allí, rodeado de símbolos
tangibles de su exitoso tránsito artístico por todos los caminos del mundo, los
días y noches de Fernando Ochoa no se conjugan más que en dos tiempos: el
estudio y la creación. Un riguroso sometimiento, sin pausa ni descanso, al
imaginar, al crear, al aprender. Y trasponiendo los límites materiales de ese
recinto de encantamiento, recién entonces plasma el íntimo diagrama de sus
sueños en sus presentaciones radiales, teatrales o televisivas.
Pero todo eso, no es más que una parte de Fernando Ochoa,
por que el sólo conocimiento de las cosas no conforma, no hace al artista.
Es
el desarrollo de lo que fue y está, en la vivencia de los recuerdos, lo que
ayuda a su perfección como tal, a su interpretación de la vida y de los seres,
y le enseña que es el resultante de la suma de todo lo anterior.
Es así como lo
entiende Fernando Ochoa, cuando en la evocación de sus primeros pasos
artísticos ante el publico porteño, con su debut en la recordada pieza teatral
de José Antonio Saldías, "La muchachada de Montmartre", estrenada una
lejana velada de la década del 20 en el teatro "El Nacional", hilvana
nombres como los de Claudio Martínez Paiva, Yamandú Rodríguez, Alberto
Vacareza, Martínez Cultiño, Ricardo Güiraldes...
"fue-expresa-mi encuentro
con los hombres de la época, maestros todos en el arte del bien decir
escribiendo, les gustó mi auténtica manera de sentir la fuerza telúrica. Todos
ellos me apoyararon y así resultó fácil el triunfo".
No se detiene en la emotiva enumeración. Otras presencias le
ayudaron en la constante perfección de su técnica. Reconoce en su evocación sus
actuaciones junto a Leonor Rinaldi, Eva Franco, Tita Merello, Juan Carlos
Thorry, Narciso Ibáñez Menta, Alberto Bello, Amelia Bence, y a doña Lola
Membrives, en cuya compañía lo escucharon y aplaudieron por primera vez los
públicos europeos.
Y en ese casi íntimo soliloquio, en que los recuerdos
estrechamente con los primeros y emotivos episodios de su vida artística,
Fernando Ochoa parece alejarse física y espiritualmente del interlocutor, para
sumirse en reconcentrada atención de voces interiores, cuando menciona el
nombre de Carlos Gardel, de quien se declara ferviente admirador.
De él dice:
"los artistas aparecen y se desvanecen, y sólo logran perdurar cuando
consiguen alcanzar una personalidad y un sentimiento local como el del
"zorzal".
Y tan grande es su admiración por el máximo intérprete del
cancionero porteño que siguiendo su consejo, aún después de tantos años de su
trágica desaparición, Fernando Ochoa jamás aceptó volcar su expresión artística
en el disco.
Recién ahora lo hace claudicando al sentir de la inmensa mayoría
de un publico que lo admira y que exigía la entrega de este, su primer LP.
En
él, Fernando Ochoa amalgama sus acabadas dotes de intérprete con su recóndita
inspiración poética, en páginas que firma con su seudónimo Goyo Godoy y cuyo
conjunto no hace más que reafirmar sus valores de artista nato y vate inspirado
de las más altas expresiones de la argentinidad.
FERNANDO OCHOA
Voces de la Patria grande.
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