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Fuente: Wikipedia
La Batalla de la Vuelta de Obligado se produjo el 20
de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y al
norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se angosta y
gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es la localidad de Obligado
(partido de San Pedro).
Enfrentó a la Confederación Argentina liderada por el
brigadier Juan Manuel de Rosas (1793-1877), quien nombró comandante de las
fuerzas defensoras al general Lucio Mansilla (1792-1871) y a la escuadra anglo-francesa,
cuya intervención se realizó bajo el pretexto de lograr la pacificación ante
los problemas existentes entre Buenos Aires y Montevideo.
Batalla de la Vuelta de Obligado
En 1845, el general Juan Manuel de Rosas gobernaba por
segunda vez la provincia de Buenos Aires, mientras que Uruguay se encontraba en
medio de una guerra civil entre los caudillos Manuel Oribe y Fructuoso Rivera.
Oribe acudió a Rosas, buscando apoyo para recuperar el gobierno que había
perdido ante Rivera quien era ayudado por Brasil; a lo demandado por el
nacional Oribe, Rosas accedió con aporte de tropas y armamento. Con esta ayuda,
Oribe invadió el Uruguay y sitió la ciudad de Montevideo.
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Con el desarrollo de la navegación a vapor ―desarrollo
efectuado principalmente en Inglaterra, Francia y Estados Unidos― ocurrido en
la tercera década del siglo XIX, grandes navíos mercantes y militares podían
remontar en tiempos relativamente breves los ríos en contra de la corriente, y
con una buena relación de carga útil.
Este avance tecnológico acicateó a los gobiernos
británicos y franceses que, desde entonces, siendo las superpotencias de esa
época, pretendían lograr garantías que permitieran el comercio y el libre
tránsito de sus naves por el estuario del Río de la Plata y todos los ríos
interiores pertenecientes a la cuenca del mismo.
En el año 1811, poco después de la Revolución de Mayo
de 1810 (en que Argentina comenzó su proceso de independencia de España),
Hipólito Vieytes recorrió la costa del río Paraná buscando un sitio ideal en
donde poder montar una defensa contra un hipotético ataque de naves españolas.
Para este propósito consideró al recodo de la Vuelta de Obligado como el sitio
ideal, por sus altas barrancas y la curva pronunciada que obligaba a las naves
a recostarse para pasar por allí. Rosas estaba al tanto de sus anotaciones, y
es por ello que decidió preparar las defensas en dicho sitio.
En su nota sobre este combate, al explicar el interés
que movía a Rosas, opina el historiador Felipe Pigna que Rosas:
"Compartía
con los terratenientes bonaerenses la seguridad de que el Estado no podía
entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto en Rosas y sus socios
políticos y económicos una actitud fanática que se transformara en xenofobia ni
mucho menos, sino una política nacionalista pragmática que entendía como
deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior, pero que no
admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional que les diera
ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los negocios y
privilegios de nuestra burguesía terrateniente."
Preparativos
De acuerdo con análisis arqueológicos realizados en el
año 2000, en este sitio vivían numerosas familias indígenas, que fueron expulsadas
para construir las defensas. El 13 de agosto de 1845 se le dieron
instrucciones a Lucio Norberto Mansilla (padre del destacado escritor argentino
Lucio V. Mansilla) para construir baterías costeras artilladas. Mansilla
solicitó al juez de paz sanpedrino Benito Urraco que le informase sobre el
armamento existente y la población de entre 15 y 70 años, y que pusiera en
estado de asamblea a la milicia activa. El día 22 de agosto pedía el envío de
30 tirantes de madera para la construcción de las baterías, y el 12 de
noviembre envió a San Pedro al sargento mayor Julián Bendim, al mando de
«ciento setenta y tantos» soldados de caballería e infantería, para proteger a
la ciudad de un posible desembarco anglofrancés.
Hechos
Fuerzas anglofrancesas y argentinas
En el marco de la Guerra Grande, una flota
anglo-francesa – integrada por 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes – fue
interceptada por tropas argentinas, al mando del general Lucio Norberto
Mansilla. Los europeos disponían de 418 cañones y 880 soldados, contra seis barcos
mercantes y 60 cañones de escaso calibre que les opuso Rosas.
Once buques de combate de la escuadra anglo-francesa
navegaban por el río Paraná desde los primeros días de noviembre; estos navíos
poseían la tecnología más avanzada en maquinaria militar de la época,
impulsados tanto a vela como con motores a vapor. Una parte de ellos estaban
parcialmente blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería
forjadas en hierro, y de rápida recarga, granadas de acción retardada,
Shrapnels (las primeras bombas-proyectiles de fragmentación antipersonales) y
cohetes Congreve.
La principal fortificación argentina se encontraba en
la Vuelta de Obligado, donde el río tiene 700 m de ancho, y
un recodo pronunciado dificultaba la navegación a vela.
El general Mansilla hizo tender tres gruesas cadenas
de costa a costa, sobre 24 lanchones. La operación estuvo a cargo,
principalmente, de un italiano inmigrado a la Argentina, de apellido Aliverti.
En la ribera derecha del río montó 4 baterías
artilladas con 30 cañones, muchos de ellos de bronce, con calibres de 8, 10 y
12, siendo el mayor de 20, los que eran servidos por una dotación de 160
artilleros.
La primera, denominada Restaurador Rosas, estaba al
mando de Álvaro José de Alzogaray; la segunda, General Brown, al mando del
teniente de marina Eduardo Brown, hijo del almirante; la tercera era la General
Mansilla, comandada por el teniente de artillería Felipe Palacios; y la cuarta,
de reserva y aguas arriba de las cadenas, se denominó Manuelita y estuvo al mando
del teniente coronel Juan Bautista Thorne.
Además, en las trincheras había 2000 hombres, la mayor
parte gauchos asignados a la caballería, al mando del coronel Ramón Rodríguez,
jefe del Regimiento de Patricios. También participaron tropas del 2.º batallón
de Patricios. En el río estaba estacionado un único buque de guerra, el
Republicano, que ―al mando de Tomás Craig (irlandés nacionalizado argentino)―
tenía como misión cuidar las cadenas que cruzaban el río.
En las filas argentinas revistaban voluntariamente
algunos soldados nacidos en las Islas Británicas; alegaban no estar cometiendo
traición alguna, ya que el Reino Unido no había declarado formalmente la guerra
a la Confederación Argentina.
La batalla
Aprovechando el relieve de la costa del río Paraná en
ese lugar, Mansilla dispuso a gran parte de su tropa en la especie de playa
baja ubicada antes de las barrancas que en ese punto tienen casi 20 metros de altura;
considerando acertadamente que los invasores anglofranceses atacarían con su
artillería primeramente a las baterías argentinas ubicadas en lo alto de tales
barrancas, de este modo las tropas argentinas ubicadas en la parte baja podían
hostigar la aproximación a las costas de los navíos y hacer frente con mayor
eficacia a los desembarcos invasores.
Óleo del general Lucio Norberto Mansilla (1792-1871),
comandante de las fuerzas argentinas.
El combate se inició al amanecer del día 20 de
noviembre, primeramente con una escaramuza unos pocos kilómetros aguas abajo
del río Paraná cuando tres lanchones argentinos que patrullaban al río fueron
atacados por la artillería de la flota anglofrancesa; a las 8:00 de la mañana
el vapor inglés al mando de Charles Otham comenzó a cañonear las posiciones
argentinas sin mucho efecto pero a las 10:30, la flota invasora reunida, con su
diluvio de proyectiles comenzó a tener eficacia: con un intenso cañoneo y
fuertes descargas de cohetes Congreve sobre las baterías argentinas. Estas
respondieron de inmediato, pero estaban en inferioridad de condiciones, ya que
contaban con cañones de mucho menor alcance, mucho menor precisión y notable
lentitud de recarga, en comparación con las piezas que poseían los invasores.
Las tropas defensoras los recibieron con un «¡Viva la
Patria!» y los sones del Himno Nacional. Al encontrarse la nave capitana
francesa de frente a las baterías defensoras, estas abren fuego matando en el
acto a 28 hombres de dicho buque y dañando seriamente su arboladura (se
contabilizaron 11 disparos solo en el palo mayor), independientemente del gran
ímpetu de las fuerzas defensoras, el intercambio de disparos causó desde un
primer momento múltiples bajas en el bando argentino.
Sin perjuicio de la desigualdad de fuerzas, las
baterías argentinas logran dejar fuera de combate a los bergantines Dolphin y
Pandour, obligando a retroceder al Comus, silenciando el poderoso «cañón de a
80» del Fulton y cortando el ancla de la nave capitana (la cual dejó de
batallar y se alejó a la deriva, aguas abajo).
Era tal el escarnio con que ambas fuerzas se batían,
que en un momento dado Mansilla (sin perder su acostumbrada serenidad) le
preguntó a su amigo italiano: «Che, Alberti, ¿qué es eso que echan al agua, de
aquel barco?», a lo cual el italiano (luego de mirar a través de su catalejo)
contestó: «¡Son corpos [‘cuerpos’], usía!».
Luego de más de dos horas de combate, las fuerzas
defensoras habían agotado gran parte de sus municiones, por lo que su capacidad
de respuesta disminuyó considerablemente. Ante el vuelco de las circunstancias,
el comandante Sullivan ordenó el desembarco de dos batallones que avanzaron
contra la batería sur. El general Mansilla ordenó la carga a bayoneta. Mientras
encabezaba la carga, fue herido de gravedad en el pecho por una salva de
metralla. El coronel Juan Bautista Thorne lo reemplaza en el comando de la
artillería, mientras que Rodríguez asumió el mando autónomo de sus fuerzas de caballería.
Thorne perdió casi por completo la audición por una explosión de granada muy
cercana.
Corte de las cadenas por parte del Firebrand.
Con la considerable disminución en los disparos de la
escuadra defensora, los atacantes vuelven sobre las cadenas, encabezados por el
buque Firebrand y, a martillazos sobre un yunque, logran cortarlas.
Tras varias horas de combate, fuerzas de infantería
―principalmente francesas― desembarcaron en la costa, atacando la batería
argentina, que perdió 21 cañones en poder del enemigo. Al no poder
transportarlos, los invasores los inutilizaron. Pero cuando pretendieron
sostener su posición, las fuerzas desembarcadas fueron atacadas por la
caballería del coronel Ramón Rodríguez, que las obligó a reembarcarse en forma
temporal, cediendo ante un segundo ataque ―esta vez de marinos franceses e
infantes de marina británicos― que fue más eficaz.
Aprovechando la defensa que los argentinos debían
hacer de sus piezas de artillería durante el desembarco, las fuerzas atacantes
incendiaron los lanchones que sostenían las cadenas. También se perdió el buque
Republicano, que fue volado por su propio comandante ante la imposibilidad de
defenderlo.
Las fuerzas defensoras tuvieron 250 muertos y 400
heridos. Los agresores, por su parte, tuvieron 26 muertos y 86 heridos y sufrieron
grandes averías en sus naves que obligaron a la escuadra a permanecer casi
inmóvil en distintos puntos del Delta del Paraná, para reparaciones de
urgencia.
Finalmente, los anglo-franceses consiguieron forzar el
paso y continuar hacia el norte, atribuyéndose la victoria.
Dijo el almirante británico:
"Siento
vivamente que este bizarro hecho de armas se haya logrado a costa de tal
pérdida de vidas, pero considerada la fuerte oposición del enemigo y la
obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia
que aquella no haya sido mayor."
Samuel
Inglefield
Por su parte, el médico de las fuerzas argentinas
manifestó:
"Hoy he visto
lo que es un valiente. Empezó el fuego a las 9 y media y duró hasta las 5 y
media de la tarde en las baterías, y continúa ahora entre el monte de Obligado
el fuego de fusil (son las 11 de la noche). Mi tío ha permanecido entre los
merlones de las baterías y entre las lluvias de balas y la metralla de 120
cañones enemigos. Desmontada ya nuestra artillería, apagados completamente sus
fuegos, el enemigo hizo señas de desembarcar; entonces mi tío se puso
personalmente al frente de la infantería y marchaba a impedir el desembarco,
cuando cayó herido por el golpe de metralla; sin embargo se disputó el terreno
con honor, y se salvó toda la artillería volante. Nuestra pérdida puede
aproximarse a trescientos valientes entre muertos, heridos y contusos; la del
enemigo puede decirse que es doblemente mayor; han echado al agua montones de
cadáveres (...). Esta es una batalla muy gloriosa para nuestro país. Nos hemos
defendido con bizarría y heroicidad"
Dr. Sabino
O’Donnell
El parte médico elevado al brigadier Rosas sobre el
estado de salud del general Mansilla luego de la batalla fue el siguiente:
"El doctor
Don Sabino O’Donnell, que había asistido al Sr. General desde los primeros
momentos, nos hizo la historia de los accidentes que había sufrido y los medios
que había empleado para evitar perniciosas consecuencias. El Sr. General
Mansilla recibió en la tarde del 20 un golpe de metralla (la que hemos visto y
pesa más de más de una libra) en el lado izquierdo del estómago, sobre las
distintas costillas, y según hemos reconocido, ha sido fracturada una de estas.
Cayó sin sentido, sufrió por muchas horas desmayos, vómitos, y otros molestos
accidentes que fueron calmando gradualmente; se le ha aplicado un vendaje
apropiado para remediar la fractura de la costilla, y se emplean los medios que
aconseja el arte."
Es de destacar que, poco tiempo después, el propio
Mansilla comandó las fuerzas de la Confederación en los ataques realizados río
arriba a la misma flota anglofrancesa en los combates de Toneleros y de San
Lorenzo.
La campaña naval después de Obligado
Contra lo que las fuerzas anglofrancesas esperaban, no
lograron concitar la simpatía de la población ribereña, especialmente en las
provincias de Santa Fe (que fue defendida por tropas al mando de Pascual
Echagüe) y Entre Ríos. En las orillas de ambas provincias, la flota invasora
fue atacada repetidamente, tanto de ida como de regreso, en los combates de
Paso del Tonelero (batalla acaecida en territorio del partido de Ramallo, al
norte de la provincia de Buenos Aires, unos 30 km al sur de
San Nicolás de los Arroyos), San Lorenzo y Punta Quebracho. En este último
combate, en particular, la flota invasora perdió 6 mercantes (2 incendiados por
la artillería y cuatro incendiados por sus tripulaciones al encallar) y 2 de
sus buques de guerra sufrieron averías de importancia. Los argentinos, por su
parte, solo un muerto y dos heridos. La población civil, al parecer, apoyó
firmemente la acción militar de las fuerzas de Lucio Norberto Mansilla y del
coronel Martín de Santa Coloma.
En cambio, la flota anglofrancesa logró algunos
resultados comerciales en la provincia de Corrientes, que desde hacía varios
años permanecía rebelde a la autoridad nacional del general Rosas. Varios de
los buques atracaron en los puertos de Goya y Corrientes y en algunos
intermedios. Algunas naves continuaron su camino hasta Paraguay, país que
también resultaba afectado por el conflicto.
No obstante, el resultado comercial de la campaña fue
muy escaso, debido a la pobreza y falta de efectivo en Corrientes y Paraguay.
La mayor parte de las mercaderías que portaban quedaron sin colocar. Su costo
financiero, después de los daños infligidos por las fuerzas argentinas, se
elevó enormemente. Por lo tanto, si bien lograron algunos resultados políticos,
los beneficios económicos esperados se trocaron en un fuerte quebranto.
Tras varios meses de haber partido, las fuerzas y
naves agresoras debieron regresar a Montevideo «diezmados por el hambre, el
fuego, el escorbuto y el desaliento», al decir del historiador argentino José
Luis Muñoz Azpirí.
Consecuencias
De modo que la victoria anglofrancesa resultó pírrica:
tanto la decisión de las fuerzas defensoras, como las complicaciones que
imponía ―e impone actualmente― el sinuoso cauce del Paraná a la navegación,
hacían excesivamente costoso intentar nuevamente la navegación del mismo en
contra de la voluntad del gobierno argentino.
La batalla tuvo gran difusión en toda América. Chile y
Brasil cambiaron sus sentimientos (que hasta entonces habían sido hostiles a
Rosas) y se volcaron, momentáneamente, a la causa de la Confederación. Hasta
algunos unitarios (enemigos tradicionales de Rosas) se conmovieron y el coronel
Martiniano Chilavert se ofreció a formar parte del ejército de la
Confederación.
El general José de San Martín (1778-1850) expresó
desde su exilio en Francia a su amigo Tomás Guido:
" Ya sabía la
acción de Obligado; ¡qué inequidad! De todos modos los interventores habrán
visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más
trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el
de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres sea cual fuere
la suerte que nos depare el destino, que en íntima convicción no sería un
momento dudosa en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del
deshonor que recaerá en nuestra patria si las naciones europeas triunfan en
esta contienda que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra
emancipación de la España."
José de San
Martín
Esta batalla ―pese a ser una derrota táctica― dio como
resultado la victoria diplomática y militar de la Confederación Argentina,
debido al alto costo que demandó la operación. Implícitamente, la resistencia
opuesta por el gobierno argentino, obligó a los invasores a aceptar la
soberanía argentina sobre los ríos interiores. Gran Bretaña, con el Tratado
Arana-Southern, de 1847, concluyó definitivamente este conflicto y en marzo de
ese año ordenó el retiro de su flota. Francia tardó un año más, hasta la firma
del Tratado Arana-Lepredour.
Estos tratados reconocían la navegación del río Paraná
como una navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta solamente a
sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado
Oriental.
Recordatorios
Este hecho histórico es celebrado como feriado
nacional a partir de la promulgación de la Ley 20.770, por la que el 20 de
noviembre se declaró Día de la Soberanía Nacional, por iniciativa del
historiador José María Rosa.
Históricamente, los federales y nacionalistas
argentinos han considerado el combate de la Vuelta de Obligado como el más
importante triunfo en la lucha por consolidar y hacer respetar la soberanía de
las nuevas repúblicas.
En el Metro de París existe una estación que, hasta
los años cincuenta, fue llamada «Vuelta de Obligado»; desde entonces ha sido
renombrada como «Estación de Argentine» tras la visita a Francia de Evita.
La Batalla de la Vuelta de Obligado ha sido recordada
en los billetes de 20 pesos argentinos, que en una cara lleva el retrato de
Juan Manuel de Rosas y en su reverso una imagen de la Batalla de la Vuelta de
Obligado.
Los pocos emblemas de los estados de la Confederación
Argentina que fueron tomados por los franceses fueron reintegrados a la
República Argentina por el premier francés Jacques Chirac.
El sitio donde estuvo ubicada la batería argentina es
hoy un sitio histórico, con monumentos e inscripciones que recuerdan el hecho.
En el cruento Combate de la Vuelta de Obligado, del 20
de noviembre de 1845, el Regimiento de Patricios al mando del coronel Ramón
Rodríguez tuvo una actuación tan valerosa que, muchos años más tarde, en 1883,
el que fuera jefe en aquella oportunidad de las fuerzas inglesas, entregó al
consulado argentino en Londres una bandera argentina tomada en el combate
contra las tropas nativas, con una carta en la que, entre otros conceptos
laudatorios, expresaba:
"Quiero
restituir al coronel Rodríguez, si vive, o al Regimiento de Patricios de Buenos
Aires, si aún existe, la bandera bajo la cual y en la noble defensa de su
Patria, cayeron tantos de los que en aquella época lo componían."
Almirante J.
B. Sullivan
Se sabe que el Gaucho Antonio Rivero integró las
fuerzas patriotas combatiendo a los invasores y algunos autores sostienen que
murió valientemente en acción durante esta batalla.
En 1973 ―durante el tercer gobierno peronista―, el
Congreso nacional declaró el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional
con carácter de feriado optativo, lo que fue abolido durante la dictadura
militar.
El día 3 de noviembre de 2010 se firmó el decreto 1584
nuevamente declarando el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, con
carácter de feriado nacional en toda la República Argentina. El 20 de
noviembre de 2010, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró en el
lugar el Monumento a la Batalla de la Vuelta de Obligado o Monumento de la
Soberanía, que consta de una escultura en la cual se simula una gran valla
circular de eslabones de cadenas iluminada por una llama votiva la base de la
valla circular está rodeada por una estrella federal, es decir, una estrella
roja punzó con ocho puntas, tal gran escultura es obra del pintor y escultor
Rogelio Polesello y se emplaza en la Reserva Natural en la Vuelta de Obligado
que administra el municipio de San Pedro.
fuente: Wikipedia
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