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Directores: José Libertella y Luis Stazo
PASA EL TIEMPO Y NO ENVEJECE.
Originalmente publicado en Tango y Lunfardo,
Nº 146, Año XVI, Chivilcoy 16 de noviembre de 1998.
Nº 146, Año XVI, Chivilcoy 16 de noviembre de 1998.
Director propietario:
Gaspar J. Astarita.
Toda propuesta artística debe estar acompañada, indefectiblemente, para que pueda mantenerse y proyectarse, de un esfuerzo comercial. Y los fundadores y conductores del Sexteto Mayor (José Libertella y Luis Stazo) entendieron esta realidad desde el primer momento en que salieron al ruedo con el conjunto.
Toda propuesta artística debe estar acompañada, indefectiblemente, para que pueda mantenerse y proyectarse, de un esfuerzo comercial. Y los fundadores y conductores del Sexteto Mayor (José Libertella y Luis Stazo) entendieron esta realidad desde el primer momento en que salieron al ruedo con el conjunto.
Se ocuparon, sin descuidar nunca lo artístico, de que el
intento estuviera respaldado por una actitud empresarial coherente y constante.
Ellos, como profesionales de la música, sabían de antemano que el
instrumentista debe tener asegurado, al menos, un ingreso que les permita vivir
con dignidad a él y su familia para dedicarse después con tranquilidad y
decoro, a seguir atendiendo el aspecto artístico de su profesión.
En una palabra desentenderse de lo doméstico y poder asistir
con tiempo y "cabeza fresca" a los ensayos, a las actuaciones, a las
giras y a todo compromiso que demande alejarse temporalmente de los suyos.
Y Libertella y Stazo, hace un cuarto de siglo, cuando, casi
impensadamente, se constituyeron como grupo, supieron interpretar esta
necesidad para poder seguir adelante. Sin desatender hasta los más
insignificantes detalles que hacen al hecho de formar una orquesta y procurarle
un estilo, fueron sus propios empresarios.
Ellos no hicieron como De Caro, D'Arienzo o Canaro, que
abandonaron la ejecución de sus instrumentos (casualmente, los tres eran
violinistas) para preocuparse de que la empresa orquestal estuviera asegurada
por una cobertura comercial sólida, prudentemente orientada. Por el contrario,
estos dos extraordinarios bandoneonistas se dedicaron a hacer ambas cosas:
atender la música y los ingresos. E hicieron admirablemente las dos, pues de
otra forma hoy el Sexteto Mayor no hubiera cumplido veinticinco años y no
estaría dando vueltas por el mundo, requerido para integrar espectáculos de la
más alta jerarquía artística, ya sea participando en embajadas o cumpliendo
contratos individuales.
Desde aquellos lejanos tiempos en que para promocionarse
salían a comprar sus propios discos, o a veces a venderlos ellos mismos después
de los recitales, nada les resultó indecoroso. Sabían lo que querían y cómo
tenían que hacerlo. Y lo hicieron.
Por eso hoy sigue en pie este formidable sexteto, orgullo
del tango y de su país.
El Sexteto
El comentario introductorio tal vez induzca a pensar que los
integrantes del Sexteto Mayor son mas empresarios que músicos. Nada mas lejos
de la verdad.
El Sexteto Mayor, de salida nomás, tuvo dos originalidades:
la primera, volvió a la antigua y precursora planta orquestal del sexteto —dos
bandoneones, dos violines, piano y contrabajo—, modalidad instaurada por Julio
De Caro en 1924, cuando creó con su famoso sexteto, la corriente evolucionista
del tango.
Y la segunda, que prescindió del cantor. Toda su trayectoria
se mantuvo dentro del más puro tango instrumental (salvo algunas excepciones en
que por motivos o exigencias de algún espectáculo compartido debieron secundar
a algún vocalista). Y se han permitido el lujo de tocar y grabar tangos
cantables en forma exclusivamente instrumental, dejando antológicas muestras de
esta modalidad, como "Nostalgias", "Trenzas", "El día
que me quieras", "La casita de mis viejos", etc.
Es admirable lo que han logrado a través del arreglo y la
interpretación.
Un sexteto tal cual lo habíamos escuchado en otros
conjuntos, lo percibíamos siempre con una sonoridad más mullida, la de seis
instrumentos al servicio de una obra. Sin embargo, el Sexteto Mayor ha
alcanzado una densidad sonora que nos hace suponer, al escucharlo, que se trata
de una agrupación más numerosa. Es que han sabido aplicar al tango todos los
conocimientos y combinaciones, técnicos y emocionales, para lograr esa sólida y
vibrante temperatura tanguera que les ha permitido consolidar algo muy difícil
en el campo orquestal: personalidad artística. Para conseguirla, Libertella y
Stazo, estupendos bandoneonistas y arregladores ellos mismos, trataron de
rodearse siempre de instrumentistas de primer nivel.
A lo largo de toda su carrera, el Sexteto mostró un prolijo
y exigente criterio de selección para ir supliendo las bajas o alejamientos de
determinados integrantes.
Hoy, al lado de la pareja bandoneonística fundadora, se
encuentran dos violinistas de excepción, Mario Abramovich y Eduardo Walczak,
mientras que a Eduardo Aulicino le tocó reemplazar al mitológico Kicho Díaz y a
Omar Murtagh en el contrabajo, y el notable pianista Oscar Palermo tuvo que
suceder a Armando Cupo y a Juan Mazzadi.
También participaron del conjunto violinistas de la talla de
Mauricio Mise, Fernando Suárez Paz, Reynaldo Nichele y Hugo Baralis. Todos
profesionales a los que el Sexteto les dio la oportunidad del lucimiento
personal y les impuso, al mismo tiempo, la necesidad de ponerse al servicio del
grupo.
Si bien Libertella y Stazo fueron sus creadores y
sostenedores, todos y cada uno de los nombrados hicieron y prestigiaron al
Sexteto Mayor.
Otro de los factores que han influido en la fama y la
notoriedad. y lo han afirmado en la consideración general, ha sido la elección
del repertorio.
Obras tradicionales o modernas han sido atinadamente
escogidas dentro del vastísimo repositorio de nuestra música ciudadana —incluso
muchas composiciones de la autoría de los integrantes— y llevadas a los atriles
tras un proceso de arreglo e instrumentación en el cual el sello del autor y la
línea melódica de la obra nunca han sido distorsionados.
Y, para finalizar este comentario, usaré una expresión muy
en boga en estos tiempos: el Sexteto Mayor "no come vidrio" (no se
confunden). Sus responsables saben que determinados auditorios, especialmente
en el extranjero, se componen de muchos snobs y de público al que le interesa
el tango y otros condimentos gimnástico-bailables. En una palabra: el show.
Entonces, para esas oportunidades. se presentan con "un tango de
escenario". Bandoneonistas que de pronto se ponen de pie, gestos
impetuosos otras veces, fuelles desplegados al máximo para darle a la interpretación
cierto dramatismo más prefabricado que sentido.
En cambio, para la sala de grabación y la oreja tanguera más
cultivada, vuelven a ser el Sexteto que nosotros queremos y admiramos. Los
intérpretes de una música exquisita, muy nuestra, muy rioplatense, grata a
nuestros oídos y a nuestra emoción.
Continúan en su línea de trabajo. El tango evolucionado, con
sentido e intención de vanguardia, pero respetando la esencia del género.
Creemos que, en esa progresión, llegaron a una frontera que
ellos mismos habrán admitido como un límite. Trasponerla, ya no sería tango.
Sería discusión.
Originalmente publicado en Tango y Lunfardo, Nº 146, Año
XVI, Chivilcoy 16 de noviembre de 1998. Director propietario: Gaspar J.
Astarita.
fuente: TODOTANGO.
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