JOSE GONZALEZ
CASTILLO.
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Semblanza de JULIO NUDLER
publicada en la página webb TODOTANGO
POETA, DRAMATURGO
La letra de tango nació hacia 1914, a partir de las
concebidas por Pascual Contursi aquel año y los siguientes ("De vuelta al
bulín", "Ivette", "Flor de fango", "Mi noche
triste"), y fue imponiéndose muy lentamente. Tanto que en el repertorio de
Carlos Gardel los tangos constituían, hasta ingresar en la década siguiente,
una rareza. Ni siquiera había noción de cómo cantar un tango, canon que fue
estableciendo Gardel paulatinamente después de 1922. Ese fue, precisamente, el
año en que José González Castillo desembarcó verdaderamente en el género con la
letra de "Sobre el pucho", sobre música de Sebastián Piana, que
presentaron al concurso de los cigarrillos Tango.
Acerca de esta obra, José Gobello (Crónica General del
Tango, Editorial Fraterna) afirma que, con ella «irrumpieron en el tango
algunas novedades que la tanguística de Homero Manzi convertiría más tarde en
verdaderas constantes. Por lo pronto, Pompeya ("Un callejón en Pompeya/y
un farolito plateando el fango..."); luego, la descripción del barrio y,
enseguida, la enumeración como procedimiento descriptivo.»
Pero en esa letra hay algo más, la metáfora, que surge en el
recuerdo que el malevo dedica a su amor perdido. "... tu inconstancia
loca/me arrebató de tu boca/como pucho que se tira/cuando ya/ni sabor ni aroma
da." Queda claro que González Castillo fue un precursor, y también que
cupo a otros letristas posteriores la profundización de esos lineamientos.
Los mismos elementos, pero con mayor vuelo poético,
reaparecen al año siguiente, 1923, en "Silbando". A ellos se añade la
acción dramática, que estalla tras la minuciosa descripción de la escena, con
su decorado, su iluminación (la luz mortecina de un farol) y sus sonidos (un
canto de marineros, el aullido de un perro, el silbar de un reo). Llega
sigilosa "la sombra del hombre aquel", relumbra su facón y corre la
sangre en la serena noche del Dock. El González Castillo autor de innumerables
sainetes y obras diversas convierte así a su letra de tango en una pequeña
pieza teatral.
Otra cumbre de su letrística -la más alta, tal vez- la
alcanza en 1924 con "Griseta", sobre música de Enrique Delfino, uno
de los creadores del tango romanza. El cabaret desplaza al barrio como
escenografía, y desfilan personajes de varias novelas francesas ("Escenas
de la vida bohemia", de Henri Murger; "Manon Lescaut", de
Antoine François Prévost, y "La dama de las camelias", de Alejandro
Dumas (h). La prostitución, el alcohol y la cocaína sellan el destino fatal de
la francesita, que agoniza silenciosamente en la "fría sordidez del
arrabal".
Un hecho único en la historia del tango es el binomio
creador que González Castillo conformó con su hijo Cátulo, que en cada caso
componía la música, aunque luego trascendería a su vez como letrista, superando
incluso a su padre. Juntos concibieron hermosas piezas, como "Aquella
cantina de la ribera", "El circo se va", "El
aguacero", "Invocación al tango" y "Papel picado",
entre otras. Cátulo colaboró con Piana en las notas de "Silbando",
pero además escribió el célebre "Organito de la tarde", al que su
padre agregó luego esa historia de un viejo organillero de paso tardo y de un
hombre rengo marchando detrás, que recorren el arrabal moliendo tangos. Las
estrofas finales develarán el suceso fatal que dejó al viejo sin hija y al
joven sin amor y sin pierna.
A González Castillo le gustaba que sus tangos contaran
dramas humanos no aparentes, ocultos en los repliegues de sus personajes. Es el
caso del zapatero violinista de "Acuarelita del arrabal" (música de
Cátulo también), que deseaba secretamente a una rubia. Hasta que un día ella
entró a su cuchitril, y él, "a pretexto de atarle una hebilla", pudo
palparle la pierna torneada. Y nos cuenta el poeta: "Desde esa tarde su
canto parece/con su incansable motivo chillón/la monocorde sonata de un
grillo/en el pentragrama de aquel callejón./Y según dicen, pensando en la
rubia,/el pobre viejo detrás del portal/como a una pierna temblando acaricia /
la caja del tosco violín fraternal."
En sus elaboradas descripciones, González Castillo siempre
mezcla una reflexión, ora filosófica, ora moral o social. En "Aquella
cantina de la ribera" retrata así la taberna: "Como el mal, el humo
de niebla la viste,/y envuelta en la gama doliente del gris/parece una tela muy
rara y muy triste/que hubiera pintado Quinquela Martín." En "Música
de calesita", evocando su infancia, confiesa su sueño: "Yo quiero
como el cansino/caballo del carrusel / dar vueltas a mi destino / al ruido de
un cascabel."
Y es al ruido entrañable de sus tangos que sigue dando
vueltas la memoria de José González Castillo.
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Letras de José González Castillo
fuente: TODOTANGO.
A Montmartre (Tango)
Acuarelita del arrabal (Tango)
Aquella cantina de la ribera (Tango)
Bandoneón (Tango)
Clarita (Tango)
El aguacero (Canción de la Pampa) (Tango)
El circo se va (Tango)
El pregón (Tango)
El viejo vals (Vals)
Envidia (Tango)
Griseta (Tango)
Invocación al tango (Tango)
Juguete de placer (Tango)
Música de calesita (Tango)
Organito de la tarde (Tango)
Páginas de amor (Tango)
Papel picado (Tango)
Por el camino (Tango)
Royal Pigall (Qué has hecho de mi cariño) (Tango)
Rulitos (Tango)
Silbando (Tango)
Sobre el pucho (Tango)
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