SALVADOR MERICO
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Semblanza de RICARDO GARCÍA BLAYA
publicada en la página webb TODOTANGO
TROMBONISTA, DIRECTOR, COMPOSITOR
24 de diciembre de 1886 – 15 de mayo de 1969
Nació en Andria, en la provincia de Bari, al sur de Italia.
Fue el mayor de nueve hermanos y su infancia transcurrió en la ciudad de
Lucera, en la misma región. Su padre Luis era músico, tocaba el corno.
Hizo dos viajes a la Argentina. Cuando llegó por primera vez
a Buenos Aires, tenía apenas 20 años, contratado para tocar en el Parque
Japonés. Después de aproximadamente un año, regresó a su país para contraer
matrimonio con su novia italiana.
Luego de una breve luna de miel en París, viajó a Londres
para actuar en el Covent Garden y, en noviembre de 1911, retornó a Buenos Aires
con su esposa, donde se afincó y permaneció por el resto de su existencia.
Traía consigo una buena formación como ejecutante de trompa,
trombón y violonchelo, dedicándose finalmente al trombón, primero de llaves,
luego a vara.
En su adolescencia, estudió en un conservatorio de Dresden
(Alemania), donde integró diversas formaciones, actuando en Londres, Inglaterra
y, finalmente, partió rumbo a Sudamérica.
Su experiencia y sus conocimientos musicales le permitieron
incorporarse como trombonista, primero a la Banda Municipal dirigida por el
maestro Antonino Malvagni y después, a la Orquesta del Teatro Colón, en 1915,
bajo las más importantes batutas de la época: Tulio Serafín, Gino Marinuzzi,
Ernest Ansermet, Richard Strauss, Clemens Krauss.
Permaneció vinculado al Colón hasta que, en 1921, se suscitó
un conflicto que alejó del teatro a un buen número de instrumentistas, que
decidieron agruparse en la Asociación del Profesorado Orquestal y fundaron una
orquesta.
Entre esos músicos estaba Merico, quien de ahí en adelante
cumpliría una notable labor en esa entidad. Fue presidente de su comisión de
cultura y primer trombón, durante siete años, de la Orquesta Filarmónica de la
asociación, organismo que a partir de 1922 y hasta entrada la década siguiente,
iba a llevar a cabo una actividad muy significativa.
En aquellos días, armó la Merico’s Jazz Band que durante
años actuó con éxito en el cabaret Abdulah y que resultó su principal medio de
vida. En la banda estaban importantes intérpretes: Juan José Castro (violín),
Oreste Castronuovo (piano), Enrique Castronuovo (violín), Vicente Merico
(hermano de Salvador, en saxo), entre otros.
Y ese mismo año, al poco tiempo, sobrevino su etapa más
importante y definitiva, cuando fue contratado por Pascual Carcavallo para
colaborar musicalmente en las obras del Teatro El Nacional. A partir de
entonces, fue instrumentador, director, compositor y descubridor de talentos de
la canción porteña, convirtiéndose en uno de los especialistas más reconocidos
en materia de música para teatro.
Aconsejó y contuvo en su primera actuación a Azucena
Maizani, quien debutó en 1923, cantando “Padre nuestro” y a quien le enseñó
perder el miedo al público. A otra grande que descubrió fue a Libertad
Lamarque, quien siempre quedó agradecida por la ayuda del maestro y que debutó
con un tango suyo, “Tanita de la proa”. También colaboró con la actriz y
vocalista Olinda Bozán en todas sus adaptaciones musicales. Y así, con la misma
generosidad, con gran parte de las actrices e intérpretes de la escena
nacional.
En 1934, fue designado director de la Banda de Música de
Ciudad de Mar del Plata, en la que recorrió un repertorio de géneros variados.
En 1939, se estrenó la película “Mandinga en la sierra”,
dirigida por Isidoro Navarro, en la que Merico, conjuntamente con Rodolfo
Sciammarella, tenían a su cargo la producción musical. En dicho film actúan
entre otros, Luisa Vehil, Pedro Quartucci y los cantantes, Myrna Mores y
Francisco Amor.
Como compositor tuvo páginas exitosas en el tango, algunas
de ellas convertidas en clásicos del género: “De todo te olvidas” (Primer
Premio de Música y Letra del Sexto Concurso del Disco Nacional de 1929, en el
Palace Theatre); “Seguí mi consejo”, “Por dónde andará”, “Paquetín paquetón”,
“Titiriteros”, todos temas grabados por Carlos Gardel; “Dejalo”, que registró Rosita
Quiroga, “Toque de oración”, con versos del poeta uruguayo, Yamandú Rodríguez
(Segundo Premio de Música y Letra del Séptimo Concurso del Disco Nacional de
1930), llevado al disco por la orquesta de Francisco Canaro en dos ocasiones,
una con la voz de Ada Falcón y la otra con la de Charlo.
Aparte de los ya mencionados, le pertenecen los tangos: “El
as”, “Spatola” (dedicado a su amigo Alberico Spatola), “Alhaja falsa”, “El
desdeñoso”, “Esperanza”, “Flor de rea”, “Guapo sin grupo”, -estrenado por Sofía
Bozán en el Teatro Sarmiento-, “No me importa”, “Para mi amigo”, “Qué tenés en
la mirada”, “Sin rumbo”, “Tanita de la proa”; la canción “Raza gaucha”,
-grabada por Libertad Lamarque- y la ranchera “Bajo la Santa Federación”.
De su obra clásica podemos citar, en la canción de cámara,
“La niña del agua”, de Conrado Nalé Roxlo y “La niña enamorada”, sobre texto de
Enrique Guastavino y, en el ballet, “Adrómeda”, basado en un poema de César
Tiempo y estrenado en el Teatro Politeama.
Quiero destacar dos de sus composiciones, que realizara en
homenaje a la actriz, Lola Membrives, un “Intermezzo para violín y piano”, que
fue grabado por Enrique Francini y Atilio Stampone, y un “Preludio para piano”,
que registró el concertista Oreste Castronuovo.
El maestro Salvador Merico, totalmente olvidado en nuestros
días, es un evidente ejemplo del valioso aporte del inmigrante italiano a
nuestra música ciudadana y, en estas breves líneas, queremos rescatar no sólo
su obra, talento y maestría, sino y fundamentalmente, su generosidad y hombría
de bien.
fuente: TODOTANGO.
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