A uno y otro lado de las fronteras
de estas paredes, un par de solastan vecinas como todas las vecinas
de uno, solo.
Una da señales con su redoblado canturreo.
La otra, con silencios de pálido color.
Cada día, a la hora por nadie señalada
nos cruzamos los saludos del caso.
La del cantito, emperatriz, baja
dadivosas sonrisas desde su altar.
Bella, pasa; lo sabe, va.
La otra, callada, sonríe con boca fresca,
casta, dulzona.
Cuento: hace días que padezco algunos achaques
(nada serios; enemigos: cancelar celebración)
Paraíso doméstico, la cama invita al reposo.
A deambular entonces por los cielos palabreros
entre Laberintos, Historias de Infamias,
Mágicas Montañas y Tierras Prometidas.
A su turno, arriba la imagen salvadora.
A las puertas del paladar golpeauna loba sedienta del caldo sagrado,
ese de los medallones de oro
y ángeles inocentes.
A un lado de la frontera de estas paredes
la bella hidalga, ausente sin aviso.
Al otro lado de la frontera de estas paredes,
leve, anuncia sus pasos la callada,
la santa fea que ya inició su marcha triunfal
con caldo de oro y cabellos de ángeles inocentes
hacia la cita con la boca esteparia
de este cercano solo.
MARCOS SILBER
Del libro LEVITACIONES
Ediciones Ruinas Circulares
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