Demoledor el alud; la
bola terrenal toda
se desplomó y me dio
de llenocon letra de capítulo terminal.
La sentencia: final de juego, no va más.
Endovenosa la fatiga, adormece, gana.
Y la mía humanidad pide gancho, tregua,
un modesto recreo. Cada trocito de mí
detiene su motor. Aviso al frente:
“Descanso de la compañía”.
Demoledor el alud, sofocó la caldera.
Ahora convoco a la cesadora;
Que se presente. A pactar.
Yo detengo mi ser, mi estar;
ella que detenga su tarea.
Suena trivial. Lo es.
Como todo lo trascendente.
Que suspenda ella su viento negro
y la ofrenda de calas funerarias.
Demoledor el alud. No levita el dinosaurio
que se echará a dormir
sobre el somier de mi nuca;
no sin antes lamer
el ahogado trapo de mi cabeza.
Dos ancianas quejosas las piernas;
remos de trabajo forzado los brazos;
guantes de yeso la una y otra mano.
Licencia pido, una piadosa, fugaz muertecita
con seguro de regreso a mi refugio
un viernes otoñal, lluvioso,
con mesa tendida para dos.
MARCOS SILBER
Del libro LEVITACIONES
Ediciones Ruinas Circulares
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