III
El
olor triste de unos sillones
me
deja pensando
en
mamá/ y en mí/
como
dos mundos que no tuvieran más que sol o niebla
y
se entregaran al abandono / o la quietud/
los
colores perdidos
los
escalones/ los vidrios limpios
de
las ventanas y las puertas
igual
que en los sueños
una
y otra vez.
Había
tantos cuartos y habitaciones/
y
una escalera deslumbrante para las niñas de la casa/
allá
arriba/ cerca del cielo/
entre
nubes la rueca y el telar
donde
pincharse el dedo para dormir cien años
en
el musgo mullido del bosque/ de un hombre / de cuento/
parecido
a la muerte.
Pero
tropezamos con la alfombra mal
puesta
del
tiempo
y
caímos/
analfabetas en otra historia
de
terror.
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