LINDA THELMA.
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Semblanza de GUADALUPE ABALLE
publicada en la página webb TODOTANGO
CANCIONISTA
1884 - 23 de julio de 1939
Nombre verdadero: Ermelinda Spinelli
Fue una belleza morena de grandes ojos oscuros. Todos o casi
todos los amantes de la música ciudadana hemos oído hablar de ella en alguna
oportunidad y no es para menos. Linda Thelma compartió con Pepita Avellaneda el
privilegio de ser una de las pioneras de nuestro tango.
Se llamó Ermelinda Spinelli y sus orígenes son tan
misteriosos como el tango mismo. Se cree que nació en 1884, pero su acta de
defunción dice que murió a los 49 años, por lo tanto habría nacido en 1890.
Sobre este tema la noticia necrológica del diario La Nación,
publicada el 24 de julio de 1939, informa que murió a los 55 años, sin aclarar
su lugar de nacimiento, se desprende que habría sido en 1884.
A su vez, una nota publicada en el diario Crítica, en 1915,
anunciaba la celebración de sus bodas de plata con la tonadilla. De ser así,
habría debutado en 1890, contradiciendo el acta de defunción. En conclusión,
fue una «precoz tonadillera» y su nacimiento fue en 1884 o antes.
Cronistas de la época se han referido a Linda como criolla o
ítalo-criolla y si bien su apellido nos habla de unas raíces itálicas,
ignoramos fehacientemente donde nació.
Conforme al anuncio del diario Crítica, era una niña de seis
años cuando debutó como tonadillera. En 1904 inicia su carrera en teatro con la
compañía de Jerónimo Podestá. Más adelante fue miembro de las compañías de
Guillermo Battaglia y Atilio Supparo.
Su actividad teatral fue variada, hizo comedia y varieté
hasta dedicarse por completo a interpretar aires criollos y tangos. Se inicia
en el music-hall en 1909, en el teatro Roma, ubicado en la calle 25 de mayo 462
y -según cuenta ella misma en una entrevista- «...en ese teatro no se aceptaban
textos decentes, ni damas que quisiesen pasar por tales.»
A partir de 1910, su nombre se hizo conocido y su rostro
familiar. Una revista de agosto de 1917, "Mundo Argentino", la
definió como «cantante argentina de aires nacionales». Por ese entonces actuaba
en el teatro Esmeralda. Diecisiete meses después, en esa misma publicación,
apareció una hermosa fotografía en la tapa de esta bella intérprete criolla.
Todas sus presentaciones eran destacadas y acompañadas por
el éxito, tuvo fama y aplausos y fue la mimada del público. Solía salir a escena
vestida de gaucho con espuelas y botas de charol, adelantándose a la gran
Azucena Maizani. Pero la crítica no era tan complaciente con ella y muchas
veces la trataba en forma dspiadada, aunque siempre reconocía su popularidad.
Su voz era muy particular, tal vez no guste a nuestros oídos
modernos, pero no debemos dejar de lado su obra ni desmerecer su trabajo. Fue
una de las primeras mujeres que se animó con el género.
Viajó, llevó el tango al Viejo Mundo, cantó en España y en
París. En la capital francesa actuó en el legendario Moulin Rouge llevada por
Madame Rasimi y para mayor logro se encontró con el maestro Francisco Canaro,
quien le ofreció ser cancionista de su orquesta y con él viajó a Nueva York en
1926.
Luego, en 1929, la vida de Linda tomó un giro inesperado. En
un viaje a Perú, signado también por el triunfo y los aplausos, conoce al
presidente Augusto Leguía (1864-1932) e inicia con él una relación sentimental.
Se instala en Lima. Allí fue propietaria de caballos de carreras, de lujosos
automóviles que deslumbraban a la sociedad limeña y supo desenvolverse como
anfitriona de espléndidas fiestas acordes a su nuevo tren de vida. Pero esto
duró muy poco, en agosto de 1930 una sublevación militar derroca al presidente
y es deportada.
La vida se volvió difícil y fue imposible para ella remontar
la cuesta. Su carrera entró en decadencia y cosechaba amarguras donde antes
recogía éxitos, vacíos donde antes había salas llenas. No despertó el menor
interés entre el público. Tristísimas veladas al actuar en teatro o como número
vivo en algún cine. Su pena, su desencanto, fueron profundos y las cosas nunca
más volvieron a ser como antes. La fama de Linda Thelma había terminado, otras
figuras, otros estilos ocuparon su lugar y se la fue olvidando.
Como ejemplo, la nota de León Benarós en la revista Todo es
Historia nº 268, en la que se reproduce la nota necrológica de José González
Carbalho, publicada en el diario Crítica (24 de julio de 1939), titulada:
"Nadie fue a acompañar el cadáver de Linda Thelma".
En ella su autor recuerda: «Hace cuatro o cinco años, en un
cine de la calle Bernardo de Irigoyen... vimos anunciada a Linda Thelma. Decía
la cartelera: "Hoy debut de Linda Thelma después de su gira triunfal por
Australia". A lo mejor era cierto. Fuimos. Costaba treinta centavos la
platea, con cuatro películas en el programa. Había mucho público de barrio que,
sin duda, ignoraba quien era la estilista. Apareció entre los decorados
deshechos, un telón con un motivo de Trianón o algo por el estilo. Vestía un
traje de fiesta que parecía plissé, pero estaba multiplicado de arrugas. Su
silueta no era elegante ni fina. Hizo como que cantaba y el público ya empezó a
gritar y patalear, así desistió de su rentree...»
Su última actuación, registrada por el investigador Hugo
Lamas, fue en el Teatro Cómico, en agosto de 1934, en el espectáculo "Café
concierto 1900", de Ivo Pelay y Asdrúbal Salinas.
Ya retirada, vivía en Santa Fe 2415, alejada del medio
artístico. Hacia 1933, la revista "Sintonía" la recordó como a una
gloria pasada. Cuatro años después, en 1937, pudo vérsela en el sepelio del
antiguo guitarrista de Carlos Gardel, José Ricardo, dejando una ofrenda floral
en memoria del fallecido.
El 23 de julio de 1939 Linda Thelma nos dijo adiós
definitivamente. Falleció en el Hospital Rawson y sus restos descansan en el
panteón de actores, en el Cementerio de la Chacarita. Hoy pocos recuerdan quien
fue; su voz, un tanto anacrónica para nuestros oídos, se desvaneció.
Su actividad discográfica se inicia en 1908, algunas
grabaciones para el sello Odeon y otras para el sello Era, habiéndose
individualizado 14 temas, cinco como solista: "El pechador", "El
pilluza" (tangos) y "Viejo perdido" (estilo), entre ellos; ocho
a dúo con Ángel Villoldo, como los diálogos "El marido borracho" y
"El lechero y la sirvienta" y otro con R. Sánchez.
Entre 1922 y 1923 grabó diez temas en el sello Victor, entre
los cuales están: "Mi mala cara", (canción triste), "Mi
ñata" (estilo cómico) y "Por cumplir" (cifra criolla). Como
curiosidad podemos añadir que el disco donde hallamos este último tema tiene en
su otra cara "Siempre criolla", la primera grabación de Rosita
Quiroga.
A veces sus ojos profundos, que nos miran a través de una
antigua foto, parecen reprocharnos el olvido a la que hemos relegado a una de
las primeras intérpretes de nuestra canción.
fuente: TODOTANGO.
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