Autor: Alejandro Jasinski
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Mariquita Sánchez de Thompson
(1 de noviembre de 1786 - 23 de octubre de1868)
No fue casualidad que Mariquita Sánchez de Thompson tuviera
un protagonismo estelar en la vida política y social de la argentina del siglo
XIX. Su verdadero nombre dice mucho al respecto: María de Todos los Santos
Sánchez de Velazco y Trillo. Esta ostentosa denominación indicaba que Mariquita
había nacido en uno de los hogares más prestigiosos de aquel entonces. Era la
única hija de don Cecilio Sánchez de Velazco y de doña Magdalena Trillo y
Cárdenas, viuda en primeras nupcias de un riquísimo y poderoso comerciante de
Buenos Aires llamado Manuel del Arco, cuya fortuna heredará Mariquita.
Nacida el 1º de noviembre de 1786, en la época
revolucionaria tenía unos impetuosos veinticuatro años, y muchos encuentros de
gran relevancia política para los independentistas se realizaban en su casa. Su
padre solía realizar las tertulias, hasta su fallecimiento en 1804. La
reanudación de los encuentros, que la tuvieron como anfitriona, tuvo un gran
significado personal, pues lo hizo junto a su marido, su primo segundo Martín
Thompson, con quien se había casado contra la férrea voluntad de sus padres.
Junto a Thompson, con quien tuvo cinco hijos, participó
activamente de los acontecimientos de aquellos años. En 1820, un año después de
enviudar, Mariquita volvió a casarse, esta vez con un emigrante francés, Jean
Baptiste Washington de Mendeville, quien se dedicó principalmente a la
actividad comercial hasta 1828, cuando logró –gracias a las influencias de su
mujer- presidir el consulado de Francia en Buenos Aires.
Pero Mariquita fue más que una influyente mujer. Integró la
Sociedad de Beneficencia y luchó por la educación de la mujer. Era una gran
lectora, estaba al corriente de cuanto acontecimiento sucediese, y fue una
sagaz cronista. En carta a su segundo marido señalaba: “En el diario que he
llevado he escrito mil ochocientas sesenta notas. Sin contar cartas
particulares. Te puedes imaginar si es broma, a más cuarenta actas: esto es
trabajo de cabeza y pluma”.
Así, esta mujer estuvo en boca de cuanto diplomático pisó
suelo porteño. Con el correr de los años, Mariquita se había convertido en una
verdadera embajadora rioplatense. Para ello, hizo valer el patrimonio heredado,
pero también el que supo construir por sí misma. Falleció a los 82 años, el 23
de octubre de 1868.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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