GRICEL
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Nota de HORACIO BELMAÑA
publicada en la página webb TODOTANGO
Historias y leyendas
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Que el tango es una síntesis musical de amor y pasión no es
extraño para los amantes del género, solo que pocos tangos reflejan este
sentimiento en forma tan expresiva como "Gricel", compuesto por
Mariano Mores, que José María Contursi -Katunga para los amigos-, dedicara al
gran amor de su vida: Susana Gricel Viganó.
Contursi y Gricel
Aquí la primer aclaración documentada: su nombre fue Gricel
y no Griselda como lo sostienen algunos estudiosos del tango.
Gricel había nacido en el porteño barrio de San Cristóbal el
15 de abril de 1920. Hija de Egidio Viganó y María Antonia Andersch Curie, ésta
última eligió el nombre para su hija inspirada en un personaje de una novela
francesa. El matrimonio Viganó vivió luego en Quilmes, Guaiminí (provincia de
Buenos Aires) y posteriormente en la ciudad cordobesa de Capilla del Monte, en
las serranías de dicha provincia, cuando Egidio Viganó debió trasladarse para
oxigenar los pulmones de su esposa.
José María Contursi
José María Contursi nació en Lanús, suburbio de la ciudad de
Buenos Aires, el 31 de octubre de 1911. Era hijo de Pascual Contursi e Hilda Bríamo.
Podemos afirmar que de la localidad italiana de Contursi en el Golfo de Salerno
llegó a Buenos Aires la sangre renovadora y romántica de los Contursi que se
trasuntó en el nacimiento del tango canción por parte de Pascual ("Mi
noche triste") y se prolongó en el tango romántico de su hijo José María ("Garras",
"En esta tarde gris", "Cristal", "Gricel", "Quiero
verte una vez más") y otros que completaron diez y seis conocidos de
amplia difusión.
No fue fácil la vida de Gricel en Capilla del Monte. Lejos
de sus amigas y del entretenimiento con sus patines de rulemanes, se dedicó a
colaborar en la estación de servicio Texaco que explotaba su padre, vestida con
riguroso mameluco blanco, mientras recibía los cálidos piropos de los choferes
de la línea de ómnibus que hacía el servicio desde la ciudad de Córdoba hasta
la ciudad de La Rioja. Simultáneamente recibía clases de piano por parte de la
señora Dolly C. de Nuvolone, también porteña y radicada en esa ciudad con su
marido quien colaboraba con Egidio Viganó. La hija de la señora de Nuvolone,
amiga de Gricel, es hoy una renombrada pintora radicada en la ciudad de Córdoba.
Pero la monotonía a menudo es quebrada por el destino. Así fue
que un día recibió una carta de sus grandes amigas de Guaiminí, Nelly y Gory
Omar, quienes la invitaban a pasar unos días en Buenos Aires. Gricel no dudó. Hizo
aprisa sus valijas y tomó el tren que la llevaría a un destino de amor y llanto.
Los días de Buenos Aires fueron pocos pero vertiginosos. Cafés,
restaurantes y negocios de la Avenida de Mayo eran visitados en forma
permanente por las hermanas Omar. Pero algo más formaba parte de la vida de la
gran ciudad: las audiciones radiales. Gricel y su madre fueron a presenciar la
actuación de las hermanas Omar en Radio Stentor, las que le presentaron a un
joven y engominado locutor que se presentó formalmente: José María Contursi,
dijo él. Gricel, contestó ella. Sin sospechar que comenzaba a elaborarse uno de
los tangos más sentidos y románticos.
Contursi con Fausto Frontera
Su regreso a Capilla del Monte mostró a una Gricel distinta.
Comenzaba a desafinar en el piano ante la preocupación de la señora de Nuvolone.
Saludaba a los colectiveros con la mirada distante y contemplaba las hermosas
puestas de sol con profundos suspiros. Corrían los años 1935 y 1936. En ese
entonces ganó todos los concursos de belleza que se realizaban en las sierras
de Córdoba, pero la banda de "Miss" no alcanzaba y los suspiros
proseguían.
Fue entonces que el destino dio otro golpe: en 1938 acosado
por una fiebre intestinal y sin antibióticos, Contursi recibió el clásico
consejo médico de aquellos años: los aires de las sierras de Córdoba. Las
hermanas Omar le dijeron entonces: «¿Te acuerdas de Gricel? Vive en Capilla del
Monte, en plenas sierras cordobesas».
Hacia allí partió Contursi dejando en Buenos Aires a su
esposa Alina Zárate y a una hija del matrimonio, llevando consigo no solo su
enfermedad sino también su afición por las faldas femeninas, su amor por el
turf y por su San Lorenzo querido.
Egidio Viganó resultó impotente para impedir el romance
entre su hija y un seductor "de academia". Así regresó Katunga a
Buenos Aires, luciendo una nueva estrella en su bandera de seductor y tal vez
canturreando: "Yo anduve siempre en amores, qué me van a hablar de amor".
Pero se equivocó rotundamente. Ignoraba que al poco tiempo clamaría: "¡Qué
ganas de llorar en esta tarde gris!".
Al poco tiempo necesitó regresar a Capilla del Monte
inventando otra fiebre intestinal que obligó a su esposa a derramar llanto por
mera intuición femenina. Fue la oportunidad en que Contursi se entregó de lleno
al desenfreno amoroso que lo impulsó a escribir tantas letras de tango. Finalmente
un día tuvo que optar, y como hombre cabal volvió al lado de su esposa con
intestinos sanos pero con el corazón destrozado al igual que Gricel, quien vio
partir el tren destruida en sus afectos pero jurando no llorar nunca más.
Luego vino un epistolario amoroso que presentaba una marcada
diferencia: las cartas que llegaban de Buenos Aires estaban impregnadas de
profunda tristeza; las que partían desde Capilla del Monte lo eran con letra
firme. Esto fue así hasta que un día, llegó una carta con la letra de "Gricel".
Todo cambió: Don Egidio Viganó, su alemana esposa, los
colectiveros y los residentes en la ciudad comenzaron a vivir un clima lacrimógeno
y Gricel comenzó a ser llamada: "Gricel, la del tango". No hubo
concurso de belleza realizado en el Valle de Punilla que no fuese ganado por
Gricel quien comenzó a frecuentar los bailes del Hotel Victoria de Capilla del
Monte donde se disputaban el privilegio de bailar con ella. Todo era
insuficiente, pero Gricel no quería llorar pese a su desventura y se propuso
recomponer su vida.
Así fue que en la vieja y clásica Confitería del Plata de la
ciudad de Córdoba, propiedad de Egidio Belloni, y en la que Gricel escuchó alguna
vez a Gregorio Barrios cantar el bolero "Final", conoció a Jorge
Camba con el que contrajo matrimonio en 1949. Tuvieron una hija, Susana
Jorgelina, pero hubo un problema: Camba también era afecto a las faldas y la
abandonó en uno de sus frecuentes viajes al Chaco uniéndose a Vilma Rabez. Gricel
tampoco lloró. Había heredado el fuerte carácter alemán de su madre. Sus días
transcurrían aplicados a la educación de su hija, al dictado de clases de telar
en dos colegios y al cultivo de los
idiomas inglés e italiano.
Un día del año 1962 llegó a Capilla del Monte el célebre
bandoneonista cordobés Ciriaco Ortiz. Le traía la noticia de la viudez de
Contursi, jurando que no era emisario de nadie. También le transmitió que su
gran amor sólo encontraba consuelo en el alcohol que consumía en la confitería
El Molino. Nuevamente el fuerte carácter heredado de su madre se hizo presente
y con algunas mentiras y excusas dirigidas a su hija partió en el ómnibus de la
Costera Criolla rumbo a Buenos Aires. Se encontró con su gran amor en esa
confitería. Contursi con su clásica apostura, traje gris, tiradores, luciendo
canas y el aroma de la colonia Giesso. Gricel de la mano de su hija Susana.
Ignoramos excusas y perdones, pero a partir de ese momento
Gricel viajó permanentemente a Buenos Aires alojándose en la casa de Contursi
en calle Chaco nº 20, 3er. Piso "H". Los hijos de Katunga a su vez
viajaban a Capilla del Monte acompañando a Susana y su abuela alemana.
Pero una constante en la familia Contursi seguía presente: el
alcohol, con el consecuente deterioro de la salud de Contursi. Fue entonces
cuando Gricel tomó la decisión: "Nos vamos a Capilla del Monte". Pero
el whisky queda aquí. Gricel y Contursi volvieron a Capilla del Monte a
disfrutar las puesta de sol sin obstáculo alguno. No obstante la salud de
Katunga, sufría verdaderos estragos hasta que en Cosquín, localidad ubicada a
solo 30 kilómetros
de Capilla del Monte, el Dr. Santos Sarmiento logró una pausa en ese deterioro.
Fue sólo eso, una pausa, pese a lo cual el momento anhelado por Gricel y
Contursi llegó el 16 de agosto de 1967, oportunidad en que en el folio 275,
libro III, el párroco César Emilio Ferreira dijo:
«El día 16 de agosto de 1967, el infrascripto Párroco de
Capilla del Monte en la Capilla de las Hermanas Cabrini, requerido y obtenido
el mutuo consentimiento, unió en matrimonio a Don José María Contursi, de 56 años
de edad, viudo de Doña Elina Zárate, con Doña Susana Gricel Viganó, de 47 años
de edad, de estado soltera».
Una aclaración documental: Gricel contrajo matrimonio con
Camba únicamente por casamiento civil. Para la Iglesia permanecía soltera.
El matrimonio duró cuatro años y nueve meses. Hacia 1970
frecuentaban la casa de un amigo común con el autor de esta nota, Emilio
Velich, ex gerente de SADAIC e hijo de Juan Velich, en reuniones donde se
desgranaban anécdotas y se cantaban tangos, pero la felicidad duró poco tiempo.
El 11 de mayo de 1972 Contursi abandonó el tango y este mundo. Lo hizo en
brazos del novio de Susana, Oscar Iacobelli, quien con lágrimas en los ojos, me
confesó: «Contursi murió como era. Murió en mis brazos, como un señor». Gricel
lo había acompañado hasta el día anterior pero presintiendo el desenlace no
quiso llorar.
Gricel vivió luego en Villa Allende, localidad también
ubicada a tan solo 35 kilómetros
de Córdoba para finalizar sus días en la calle Las Palmeras nº 229 de Villa
Rivera Indarte, en las cercanías de Villa Allende y Córdoba en una casa rodeada
de palmeras y vegetación. En la casa vecina, ubicada en el nº 231, residió su
hija Susana. Gricel tenía diagnosticada leucemia. No pudo vencer a la muerte
pero sí venció al dolor. Falleció el 25 de julio de 1994 víctima de un derrame
cerebral. Sus cenizas reposan en Villa Rivera Indarte, mientras que los restos
de Contursi descansan en el Panteón de SADAIC en Buenos Aires.
José María Contursi dejó cuatro hijos de su matrimonio: el único
varón, Lucio, falleció muy joven víctima de cáncer. Sus hermanas Ethel y Amalia
residen en Buenos Aires y Hebe en la ciudad de Mendoza. Amalia, gran admiradora
de las sierras cordobesas, vivió hasta hace dos años en la calle Las Palmeras 229.
La familia Viganó se prolongó a través de Susana Jorgelina,
posteriormente de Iacobelli, en tres hijos: Santiago, Luciana y Gricel (15). Los
que hemos tenido el privilegio de conocerlos podemos afirmar que las nietas de
Gricel compiten en belleza con su abuela. Susana Jorgelina vive actualmente con
sus hijas en la ciudad de Viedma donde ejerce su profesión de nutricionista.
Algo más en esta tierna y dramática historia: Jorge Camba y
Vilma Rabez volvieron a Córdoba viviendo en la casa de Susana o sea contigua a
la de Gricel durante dos años antes de la muerte de ésta y en una rara y
perfecta armonía. Camba, por su parte, falleció en 1996. Vilma Rabez aún vive a
la fecha de esta nota (marzo de 2002).
Gricel y "Gally"
Es la historia real de un tango que conmovió a generaciones
por su belleza y profundidad como todo lo que escribió Contursi, gran parte de
los cuales estuvieron inspirados en este amor que por momentos parecía
imposible.
Nuestra presencia en los lugares descriptos, unidos al
contacto con los seres allegados a Gricel y a sus pertenencias, incluyendo a su
perro "Colita" que aún la sobrevive no hacen más que reavivar lo que
esta hermosa pieza musical ya provocaba en nuestra juventud.
Un profundo agradecimiento a la señora Susana Camba y sus
hijos por la amplitud y generosidad de su colaboración que permitieron revivir
esta hermosa historia.
fuente: TODOTANGO.
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