viernes, 1 de marzo de 2013

BENITO QUINQUELA MARTIN, PINTOR (segunda parte)


BENITO QUINQUELA MARTIN (segunda parte)
Viajes realizados por el artista
Giras en el extranjero
En 1921, ya con treinta y un años, empezó una serie de viajes por el mundo, que se extendieron por diez años. Empezó por Brasil, donde su amigo Taladrid fue nombrado representante internacional de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en la ciudad de Río de Janeiro para incentivar el intercambio cultural entre ambos países. En ese entonces el pintor que mejor representaba al espíritu argentino era Quinquela. Se mudó a esa ciudad brasilera por seis meses donde pintó los paisajes autóctonos. Según sus propias palabras en Río de Janeiro no había tantos pintores porque el cuadro natural era tan hermoso y perfecto que no podía copiarse y mucho menos mejorarse.

Su estancia en Río de Janeiro fue de seis meses porque el salón donde pensaba exponer estaba ocupado por los reyes de Bélgica primero y por la muestra anual de arte brasilero después. Taladrid se ocupó de mantenerlo durante su estadía. El 8 de noviembre de 1921 se realizó la muestra en la Escuela de Bellas Artes (patrocinado por la Sociedad Estímulo de Bellas Artes), contó con la presencia del presidente Pessoa quien fue invitado por Quinquela en una audiencia privada en la sede presidencial. La comitiva presidencial estaba compuesta por el Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Acevedo Márquez y otras personalidades cariocas de la política y la cultura. Uno de los cuadros vendidos se exhibe en el Palacio de Guanabara, sede presidencial.

Al regresar su triunfo como artista fue celebrado en La Boca por sus vecinos que lo sintieron como un éxito propio. Cambió nuevamente de taller, junto a Manuel Victorica y Fortunato Lacámera alquilaron uno amplio en la calle Pedro de Mendoza 2087, esquina Coronel Salvadores con vista al Puente Avellaneda y además lo convirtió en su casa abandonando definitivamente su hogar paterno, porque debía pintar de día y de noche para preparar una exposición en Europa.

El presidente Marcelo T. de Alvear le dio un cargo de diplomático en el Consulado Argentino por un sueldo de trescientos pesos mensuales y pasajes gratis. Viajó en el vapor "Infanta Isabel" con destino a Barcelona y de allí a Madrid donde conoció a Eduardo Schaffino, diplomático, pintor y crítico de arte. En su trabajo debió cumplir con seis horas diarias laborales tomando huellas digitales y atendiendo solicitudes de pasaporte. En el resto del día libre visitó cafés y bares locales intentando conocer gente para montar su nueva exposición. Conoció a Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina con quien visitó el Museo del Prado por segunda vez (ya lo había hecho antes pero se perdió ante la gran cantidad de obras exhibidas).

Además buscó en Madrid una sala de arte para realizar su exhibición, utilizó los contactos que había conseguido y finalmente escogió el Círculo de Bellas Artes de la calle de Alcalá. El 20 de abril de 1923 exhibió veinte telas de su producción. Fueron veinte días de exposición, visitada por todos los personajes de la aristocracia española y los argentinos residentes en ese país, con excepción del cónsul Schiaffino que se había peleado con Quinquela a raíz de una discusión sobre la escritura del catálogo de su exposición. Ayudó a la exposición el interés del rey Alfonso XIII, quien lo recibió previamente en su palacio y quedó sorprendido por la humildad, simpatía y carisma del pintor. Además la Infanta Isabel se acercó a conocerlo y lo invitó a su residencia donde compartieron la hora del té conversando sobre Argentina y España. Los resultados de esta exposición fueron dos cuadros comprados por el Museo de Arte Moderno de Madrid, Buque en reparación y A pleno sol, y coleccionistas particulares compraron otras telas. La crítica elogió el trabajo y el Círculo de Bellas Artes ofreció un banquete en su honor. Además se le ofreció una condecoración por ser el primer argentino que figuraba en el Museo de Arte Moderno, pero él se negó por sentirse ante todo pintor de La Boca y por no sentirse preparado por su condición de artista de barrio y carbonero según sus propias palabras.

A su regreso, postergado por más de un año, todo el país lo recibió con alegría. Trajo consigo el dinero suficiente para comprar la casa que sus padres utilizaban de carbonería, era alquilada y el negocio estaba en quiebra, y cerrarla. Ya los padres podían descansar tranquilos porque su hijo se podía ocupar de su futuro. Benito conservó su taller pero volvió a vivir en la casa paternal, ahora propia y retomó su ritmo de trabajo intensivo. Tenía que reunir material para presentar una exposición en la Sociedad Amigos del Arte de Buenos Aires.

Esta exposición contó con la presencia del presidente Alvear que era también coleccionista de arte y había sentido las opiniones de la prensa argentina y la española. Al conocer personalmente a Quinquela se hicieron amigos. En esa exposición, realizada el 6 de noviembre de 1924, el Ministerio de Marina adquirió la obra Día de sol en el Riachuelo siendo la primera en ingresar a un establecimiento militar argentino.

Su nuevo amigo, el presidente Alvear le aconsejó exhibir las obras en París, en ese momento considerada la Meca del arte. Allí empezó a planear su segundo viaje a Europa. Después de encerrarse una temporada en su taller para preparar las telas, tuvo todo listo en noviembre de 1925 y se embarcó en el vapor "Massilia", quince años más tarde este navío traería a Argentina a los intelectuales españoles exiliados.

Una vez en Francia se contactó con Charles Bourdelle y Filippo Tommasso Marinetti entre otras personalidades del arte y la cultura de ese país. Fue rápidamente aceptado además como un dibujante de culto y realizó varios dibujos siguiendo el estilo onírico introspectivo que proponía la corriente vigente en ese momento, estos trabajos no fueron tomados en serio por Quinquela, se paseaba entre los pintores como un observador entremezclado, los consideraba innecesariamente extravagantes, más tarde le diría a Andrés Muñóz:

    ...Como tenía curiosidad de conocer de cerca a esos proselitistas del futurismo, escuela que todavía gozaba entonces de cierta boga, me hice pasar entre ellos por futurista. Les hacía dibujos raros y ellos los consideraban estupendos,[...] Como no se sentían capaces de seguir las huellas de los grandes maestros de la pintura, ni de crear la propia, se refugiaban en la extravagancia".

Expuso sus trabajos en la galería Charpentier de París, la muestra se inauguró en noviembre de 1925 y contó con la presencia de 24.700 visitantes. Camille Mauclair, reconocido crítico de arte redactó el catálogo. Una de sus obras Tormenta en el astillero pasó a ser parte de la colección del Museo de Luxemburgo y se exhibió en el Museo Jeu de Paume. A excepción de Crepúsculo el resto de las pinturas permaneció en Francia.

Antes de regresar a su país natal, la cancillería francesa dio una cena en su homenaje, donde concurrieron los personajes más selectos de la aristocracia local. Consistió en un banquete que costó 60 francos por cubierto, valor que los amigos que Quinquela había conocido durante su estadía no podían pagar, por lo tanto el pintor organizó un segundo banquete a un costo de 6 francos por cubierto al que asistieron todos los futuristas que el pintor no quiso dejar de lado pese a considerarlos algo raros.

De vuelta en su país y en su casa se reunió con el presidente Alvear quien le preguntó todos los detalles del viaje y quien en sus ratos libres, visitaba su estudio sin reparo de sentarse en el suelo o mancharse con pintura. Además siguió recibiendo la visita de todos los colegas y artistas varios conoció a lo largo de su vida. Al ver tanta gente reunida en las celebraciones de bienvenida, surgía un espacio para la creación, la discusión y la libertad de pensamiento.

Este proyecto que nació en junio de 1925 se llamó la "Peña del Café Tortoni" donde se realizaron las actividades de la Sociedad de Artes y Letras en la cual Quinquela fue parte de la comisión directiva. Se realizaron conciertos, conferencias, exposiciones y recitales además de auspiciar todas las expresiones de arte popular. Se leyó poesía, se estudió el tango en presencia de reconocidos artistas locales y de la región incluyendo a Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Carlos Marchal y Juan de Dios Filiberto entre otros.

Le faltaba visitar Estados Unidos para completar la gira, lo hizo en 1927 viajando en el vapor American Legion. A su llegada conquistó el amor de una mujer sin saber ni una palabra de inglés, ayudado por traductores y el lenguaje de la pintura. Se trataba de Georgette Blandi una escultora viuda apasionada del arte y poseedora de un gran poder adquisitivo. Además fue su madrina artística durante la gira, se ocupó de todo lo necesario para su exposición en Nueva York que se realizó en la Anderson Galleries en marzo de 1928 con treinta óleos.

La temática fue la clásica, el paisaje portuario esta vez acompañado por escenas de fundición y carga de hornos con visiones impresionistas del fuego. El público no se presentó enseguida pero lo fue haciendo a medida que aparecieron las críticas favorables de la prensa local. En total fueron vendidas cinco obras: Día de sol y Día gris en La Boca que pasaron a ser parte de la colección del Metropolitan Museum y Sol de mañana comprada por H.O, Havemayer, coleccionista privado. Este último cuadro carecía de la firma del pintor por una omisión de su parte, lo firmó delante del comprador, quien pagó por ello mil dólares adicionales.

Además el magnate de apellido Farrel, dedicado a la industria metalúrgica le encargó decorar con murales todos sus establecimientos metalúrgicos, un trabajo que demandó tiempo pero la oferta de medio millón de pesos argentinos era satisfactoria. Sin embargo Quinquela se consideraba el pintor de La Boca y del puerto, este motivo lo llevó a rechazar la oferta valiéndose del argumento de que "La Argentina necesita de artistas, y en consecuencia, considero que mi trabajo pertenece a mi país. Por lo demás, en Estados Unidos hay muchos pintores muy buenos, que tienen más derecho que yo a decorar sus fábricas".

La visita terminó como las anteriores, con un banquete en su homenaje. Esta vez el mitín incluyó la visita del conde de Rivero, director del Diario de la Marina quien lo invitó a exponer sus obras en los salones que el periódico poseía en La Habana. Quinquela aceptó porque esta exposición no demandaría tiempo ni búsqueda de salón, ya estaba todo incluido. Fueron expuestas veintiséis obras vendiéndose dos: Contraluz que las compró el conde y Niebla en el puerto que adquirió el doctor Felipe Camacho.

Antes de retornar se despidió en Nueva York de sus nuevos conocidos y de Georgette, que ya había atrapado su corazón a tal punto que en su testamento le dejó una suma de cien mil dólares, que por cuestiones burocráticas de Estados Unidos nunca pudo cobrar. Además siempre la recordó como una mujer y artista de grandes cualidades.

A su regreso lo estaba esperando el presidente Alvear con otro agasajo realizado en la Sociedad Verdi de La Boca al que asistieron funcionarios y personalidades de la cultura. Hubo música, desfiles callejeros y la presencia de los bomberos voluntarios de La Boca para garantizar la seguridad. Esa noche Quinquela tuvo la certeza de que obró correctamente cuando rechazó la oferta del señor Farrel. Además su amigo el presidente de la República compró la obra Puente de La Boca para obsequiárselo al príncipe de Gales.

Terminó la celebración y Quinquiela empezó los preparativos para exponer en Italia e Inglaterra además de dos pinturas que se colocaron en el Teatro Regina. Una vez preparadas sus pinturas, se embarcó en el vapor Conte Verde rumbo a Italia, visitando Roma, Milán y Nápoles. En la capital italiana lo esperó el embajador Fernando Pérez quien se encargó de los preparativos de la muestra que se llevó a cabo en el Palazzo delle Esposizioni ubicado sobre la vía Milano. El rey Vittorio Emanuelle III y el presidente Benito Mussolini visitaron la exposición. Este último compró el cuadro Momento violeta para el Museo de Arte Moderno de Italia. Además otros cuadros Sol de mañana y Actividad en La Boca pasaron a ser parte de coleccionistas italianos.

Su presencia en Roma motivó el interés de Pio XI, el Papa de ese entonces, que lo llevó a conocer la colección de arte de El Vaticano y lo entrevistó en audiencia privada.

Volvió a su hogar e inmediatamente preparó el viaje a Inglaterra, para la que consistiría en su última muestra internacional. Corría el año de 1930. Esta vez el barco sería el Arlanza, otro vapor. Llegó a Londres y buscó una galería que pudiera albergar su muestra. No sabía el idioma local, tuvo que acudir a un amigo que consiguió, el español Pedro Morales radicado en la capital inglesa vente años atrás. El lugar fue la galería Burlinghton y tuvo buena aceptación. En este lugar un periodista del Daily Express entrevistó a Quinquiela y le preguntó por qué no dibujaba mujeres. Su respuesta fue que aún no había conocido a la mujer ideal. Otro periodista publicó un artículo donde sostenía que la mujer ideal era inglesa y le sugería aprovechar su estadía para buscarla. A partir de la publicación de esta nota le empezaron a llegar cartas de candidatas para sus cuadros y Benito accedió a elegir una por diplomacia. La elegida fue Miss Gladis con quien tuvo un romance, además posó para un cuadro que tuvo buena aceptación entre el público y le formuló una propuesta de casamiento de nunca se llevó a cabo.

Los resultados de la muestra fueron siete cuadros vendidos, uno al Museo de Arte de Londres, otro al Birmingham, otro al Scheffield, otro al Swansea, otro a la Tate Gallery y tres al Museo de Nueva Zelanda. De este último Museo la compra la hizo su director James B. Manson que lo comparó con Van Gogh por el impresionismo de su obra. El príncipe de Gales cedió la obra de su propiedad, donada por el presidente Alvear, para la exposición. Este fue el último de los largos viajes de Benito Quinquela Martín, aún le quedaban invitaciones de Alemania, Estados Unidos y Japón pero las desechó porque Justina, su madre -muy anciana ya- sufría durante sus ausencias.

No se separó de su madre hasta que ésta falleció en 1948, pero tampoco abandonó sus primeras amistades, la Peña del Tortoni por él inaugurada, ya era un clásico en la vida porteña. El dueño del Tortoni Pedro Curuchet celebró su regreso ya que le sumaba fama a su café. Tampoco dejó su trabajo: empezaban los viajes por el interior del país.

Giras en Argentina

El 19 de julio en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez ubicado en Santa Fe realizó la primera muestra en el interior argentino. Sus obras fueron compradas casi en su totalidad por la Facultad de Ingeniería de Santa Fe y por la de Rosario.

En 1943 viajó a Tucumán invitado por el gobierno provincial, se presentó con veinte cuadros al óleo y por primera vez en su carrera con grabados. Venía experimentando con esta técnica desde 1940 bajo la influencia de Joseph Pennell que había conocido en los Estados Unidos. Lo ayudó Salvador Boruzzo con la prensa y luego Quinquela retocaba con lápiz y diferente barnices. La exposición la realizó en el Museo de Bellas Artes de la capital tucumana presentando veinticinco grabados. Estos aguafuertes fueron una solución a las dificultades económicas que debió superar durante su vida.

En 1944 realizó una segunda exposición en la galería Witcomb. Contó con setenta y cuatro cuadros, entre óleos, aguafuertes y dibujos. Después de 27 años de su primera exposición en 1918 siguiendo su lema de que el tiempo embellece las cosas por eso se debía esperar para exponer en un mismo lugar. El resultado fueron ventas por cien mil pesos contra los cinco mil que había recaudado en su primera experiencia.

Las siguientes exposiciones fueron Mar del Plata, Mendoza y Rosario en donde junto a Victorica organizaron una muestra en homenaje a Alfredo Lazzari en el Museo Municipal Juan B. Castagnino supervisado por Horacio Callet-Bois el mayor promotor de arte de la provincia de Santa Fe. Fueron expuestos treinta y siete óleos, diez dibujos y veinticinco aguafuertes que ocuparon toda la planta baja del edificio. Con entrada gratis para que todo el mundo pudiera acceder a ella.

En 1953 nuevamente la galería Witcomb hospedó su última muestra individual y una de las de mayores concurrencia en la historia del arte de Argentina, cerca de diez mil personas por día la visitaron formando largas colas por la calle Florida. Fueron sesenta obras que se expusieron divididas en cuatro grupos por armonía de color, un grupo por tonalidades grises, otro con tonalidades de día de sol, un tercero con imágenes de cielos y días nublados y el cuarto con imágenes nocturnas del puerto.

Otras exposiciones menores fueron en Bahía Blanca, 34 óleos, 6 dibujos grandes y 14 grabados, el día de la inauguración del Museo de Bellas Artes de la ciudad. En Córdoba en 1955, en Tres Arroyos y Coronel Dorrego en 1956 y en Tandil, en septiembre de 1958.

El 12 de octubre de 1959 en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata se realizó la última exposición individual donde presentó cuarenta y cinco obras, entre óleos, dibujos y esmaltes sobre hierro. James Bolivar Manzo, director del Museo de Bellas Artes, tuvo a su cargo la dedicatoria del catálogo de presentación. Esta fue la última exposición individual, continuó con sus obras solidarias y culturales.

Fue Presidente Honorario, el primero, del Museo de Bellas Artes General Urquiza que albergó obras de distintos pintores argentinos incluyendo Hora Azul en la Boca una de las diez clasificadas dentro de los nocturnos.

En 1972, ya anciano, y sin haber concurrido nunca a la Universidad, solamente tenía aprobados los dos primeros del primario fue nombrado Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.
 

Donaciones hechas por Quinquela
 

Frente del Teatro de La Ribera.

En La Boca, a su regreso, comenzó a buscar la forma de ayudar a su vecindario, gente muy humilde que apenas conocía lo que era el arte. El primer paso fue la creación del Instituto Sanmartiniano cuyo primer presidente, el doctor Pacífico Otero, reconoció que Quinquela era el principal impulsor. Y el segundo proyecto nació de la necesidad de contar con una escuela primaria que reemplazara a las actuales, ubicadas en inmuebles de alquiler con escasas comodidades. Compró un terreno para construir una escuela para mil niños repartidos en dieciocho aulas decoradas con murales de su creación representando las diferentes profesiones y trabajos. Se chocó con un contratiempo, el dueño del terreno quería cincuenta mil pesos, una cifra muy elevada pero que fue aceptada por Quinquela. Pero al ver el proyecto iniciado, el dueño de la propiedad, un millonario, se echo atrás y duplico el valor de la operación. Después de duras negociaciones el valor bajo a los setenta mil pesos y provocó que Benito se endeudara para cumplir su deseo. Otro inconveniente fue que sus colegas decían que él no podía decorar una escuela por no tener la técnica adecuada. Finalmente y previa firma de un documento que lo responsabilizaba de los desastres que pudiera provocar su diseño, ya que de arquitectura no tenía muchos conocimientos y era testarudo. En el frente del establecimiento se colocó un mascarón de proa considerado un adefesio por los constructores y en el interior pintó dieciocho murales. El 19 de julio de 1936 se inauguró la escuela en Pedro de Mendoza 1835 con una fiesta popular en el barrio, la presencia de los bomberos voluntarios de la zona, de Avellaneda y San Fernando, varias Sociedades de Fomento, boy scouts y la Sociedad Colombófila que soltó diez mil palomas. El padrino fue el entonces presidente Agustín P. Justo y fue bendecida por el cardenal Copello. La escuela fue bautizada con el nombre de Pedro de Mendoza, Consejo Escolar Número 4. El se negó a darle su nombre pero se la conoce como "la escuela de Quinquela".
 

Lactario Municipal Nro 4.

El Jardín de Infantes Nro 6 (hoy Jardín Maternal Quinquela Martín, en la calle Pedro de Mendoza 1803), el Lactario Municipal Nº4 y la Escuela de Artes Gráficas fueron donadas por Quinquela. Con el último edificio tuvo inconvenientes con la donación por procesos burocráticos en el gobierno que duraron un año. Cuando se trató el proyecto en el Congreso, el diputado Poblet Videla propuso darle el nombre del pintor pero él estaba presente en la sala en un palco y gritó que eso no era posible porque no se había muerto. Ante la insistencia del pintor que no atendía las indicaciones de un policía que pedía silencio el diputado retiró su moción.

De Diputados paso a Senadores y de allí al Poder Ejecutivo, que lo derivó al Ministerio de Obras Públicas y éste a la Dirección General de Arquitectura. Cada instancia con su papeleo y tiempo perdido. El proceso terminó con un decreto en 1944 de Edelmiro Farrel que dio comienzo inmediato a las obras pero un empleado público acusó al pintor de querer publicitarse y vender más caros sus cuadros y por eso usaba patrimonio público y logro que el presidente diera marcha atrás con su decreto. Quinquela solicitó la mediación de Perón, coronel en ese entonces, que lo apoyó en su idea. La construcción empezó en 1947, con Perón en la presidencia, con un atraso de siete años. Actualmente funciona como Escuela de Artes Colegio Industrial llamada en ese momento Armada Argentina. Luego de varios años se cambió el nombre y pasó a ser Escuela Técnica nº 31 "Maestro Quinquela" donde, actualmente funciona en el turno de la noche un curso de fotografía gratuito.

En forma paralela a esta obra, mientras continuaba pintando y siendo parte de la Comisión Directiva del Círculo de Bellas Artes, comenzó a proyectar un hospital, también en la década del 40, proyecto aprobado por el Concejo Deliberante en 1941, revocado por la intendencia en 1943 porque en esa zona funciona el hospital Argerich y provocó que en vez de hospital sea lactario que sí hacía falta. El 4 de octubre de 1947 abrió sus puertas el Lactario Municipal Nro 4 con otro festejo popular. Sin embargo el hecho de que en vez de hospital sea lactario provocó que la emoción no fuera completa para Quinquela.

El Jardín de Infantes Nro 61 fue la última donación del pintor, ubicado en la calle La Madrid 648, inaugurado en terrenos donados por el pintor en el año 1948.

El Museo de Mascarones de Proa, murales para varias instituciones fueron donaciones menores realizadas por Quinquela. Conversando con su amigo Andrés Muñóz -quien además fue su biógrafo- Quinquela explicó que las donaciones respondieron a un impulso sentimental de pertenencia al barrio, que toda la obra está realizada dentro de él y no le sería posible vivir fuera de La Boca.
 

Hospital Municipal de Odontología.

El Instituto Odontológico Infantil construido en otro terreno donados por él se inauguró en 1959 en la calle Pedro de Mendoza 1797 brindando asistencia a 800 niños diariamente y aún funciona como Hospital Municipal de Odontología Don Benito Quinquela Martín a pesar de que en sus inicios el pintor se negó a que llevara su nombre.

La última obra de solidaridad de Quinquela fue el Teatro de la Ribera, en Pedro de Mendoza 1821, cuya construcción se inició en 1966 dentro de uno de los terrenos donados por el pintor. Actualmente es parte del Complejo Teatral Enrique Santos Discépolo.


La segunda República de La Boca


El 19 de octubre de 1943 se disolvió la Peña del Tortoni y Quinquela intentó buscar otro espacio para cubrir el vacío que se produjo, poder llevar a cabo las reuniones sociales y los encuentros culturales. Uno de esos espacios lo llamó "La Orden del Tornillo", una especie de logia de artistas, pensadores y locos de todo tipo que se encontraban para hacer libre uso de su imaginación o lo que denominaron falta de cordura. A los miembros ingresantes se les entregaba un tornillo representando lo que les faltaba de la cabeza y que garantizara que siempre les faltara, que nunca fueran cuerdos. Benito fue el gran Maestre de esta organización por ser el más intrépido de los artistas argentinos. Se reunió con los integrantes de esta agrupación por el resto de su vida.

El otro lugar de reuniones fue la República de La Boca, un nuevo país con fronteras poco claras, con geografía móvil y poblada por lunáticos. Víctor José Molina fue el presidente y dictador de este país y Quinquela fue nombrado Almirante de Tierra y de Mar, el mayor Eduardo A. Olivero fue el jefe de la Policía Aérea.

Esta forma de nacionalismo representa el pensamiento de Quinquela, y se puede ver en la "Constitución" que rigió en esta nación.

Fue entrevistado por Pipo Mancera para su programa Sábados Circulares, viviendo en el tercer piso situado en la calle Pedro de Mendoza, cuando donó 27 fotos y varias de sus pinturas con un valor estimado de 50 millones de pesos. Dijo durante la entrevista que "Todo lo que es trabajo es un deber entregárselo otra vez al estado". Comentó que la idea de donar sus obras, como una forma de legado y regalo al estado, fue la del mismo presidente del consejo. También aprovecharon ese momento para que el señor Córdoba, director general del supermercado Gigante, le regalase un cheque por 100.000 pesos, el cual lo destinó a 3 cooperadoras: "El infante", "La Escoba Nuestra" y al "Instituto Montorro", de niños necesitados.

Quinquela se inspiró en los diversos paisajes que le ofrecía "La república de la Boca" como "La famosa vuelta de Rocha", en donde se encontraba por aquel entonces el "Barco Washington", un viejo barco de la marina nacional. Otros sitios como "El instituto Doctor Olifantil" ("Un lugar donde se pone el color al servicio del dolor"), "La Escuela de Artes Gráficas" y "El Teatro Escolar" organizado por el consejo de educación, le sirvieron de inspiración cultural para sus obras.

Calle Caminito
 
Calle caminito, obra colectiva de Quinquela Martín.

En 1950 un grupo de vecinos, entre los que se encontraba el pintor boquense Benito Quinquela Martín, decidieron recuperar una vía de tren abandonada. En 1959, a iniciativa de Quinquela Martín, el gobierno municipal construyó allí una calle museo, con el nombre que le había puesto el tango, "Caminito".

 "Un buen día se me ocurrió convertir ese potrero en una calle alegre. Logré que fueran pintadas con colores todas las casas de material o de madera y zinc que lindan por sus fondos con ese estrecho caminito (...)Y el viejo potrero, fue una alegre y hermosa calle, con el nombre de la hermosa canción y en ella se instaló un verdadero Museo de Arte, en el que se pueden admirar las obras de afamados artistas, donadas por sus autores generosamente".

(Benito Quinquela Martín)

Cine
Hizo de él mismo en la película He nacido en la Ribera junto a Susana Giménez, Santiago Bal. Ricardo Darín entre otros. El film dirigido por Catrano Catrani y el guion de Víctor Tasca fue estrenado el 19 de agosto de 1972. Se trató de una comedia musical que narra la vida de un joven llamado Miguel Notari que quiere ser futbolista. Se desarrolló en el barrio de La Boca y en la cancha del club del mismo nombre.

Casamiento
Un día contrajo una gripe que derivó en una hemiplejía. Tuvo que luchar para recuperar la motricidad y lo logró pero sus fuerzas no eran las de antes y no se animó a seguir viviendo solo. Su amigo Raúl Andrade le prestó una casa en la calle Suárez 1620.

Soltero y sin herederos decidió casarse por primera vez a los 84 años de edad con su secretaria de toda la vida, Alejandrina Marta Cerruti. La boda se llevó a cabo el 15 de marzo de 1974 siendo testigo el director del Museo de Bellas Artes de Artistas Argentinos "Benito Quinquela Martín" Guillermo de la Canal. Su esposa heredó todos sus bienes, era la única heredera.

Ese mismo año Alpargatas reprodujo el cuadro Sol y niebla y editó un disco simple, doble faz, con temas de Aníbal Troilo y un poema de Cátulo Castillo dedicado al pintor.


Fallecimiento
El martes 28 de enero de 1977 falleció en la habitación 107 del Instituto del Diagnóstico a causa de una complicación cardíaca. Sus restos fueron velados en su casa y estudio de toda la vida y lo enterraron en un ataúd fabricado por él años antes porque decía "que quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa". Sobre la madera que conformaba el ataúd estaba pintado una escena del puerto de La Boca.

El empresario de pompas fúnebres Federico Cichero relató una vez: "Quinquela escribió una carta a mi padre en 1958 solicitando que le realizara un ataúd que él después pintaría y así se hizo. Como las manijas se descascaraban porque no tomaban la pintura, las cambiaron por una especie de baranda de madera. A raíz de varias inundaciones, por las cuales ingresó el agua, el féretro quedó flotando muchas veces, debiendo ser restaurado por el pintor. En el interior del féretro pintó la bandera argentina, porque quería descansar directamente sobre la madera, y sobre nuestro símbolo patrio. El pidió ser sepultado, pero su esposa prefirió colocarlo en un nicho, en Chacarita. Después de unos años, se le hizo un mausoleo, al lado del de Sandrini y cuando lo trasladaron allí, el féretro estaba destruido por una filtración que hubo en el nicho. Yo me llevé una manija de recuerdo, y el Administrador del Cementerio me pidió permiso para llevarse la parte de la tapa, donde Quinquela había pintado un barco." Entonces se lo colocó en otro féretro y se lo ubicó en su mausoleo. En la ceremonia, hubo familiares, amigos y varios sacerdotes. En cierta oportunidad se hizo una réplica de ese ataúd para presentar en una muestra, cosa que Cichero ratificó, diciendo además que se había expuesto en el "Palais de Glace", y que actualmente lo conserva un hombre de apellido Zaldivar.

fuente: WIKIPEDIA.
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                          MUSEO DE BELLAS ARTES DE LA BOCA
       BENDITO BENITO - SUS DONACIONES - MURALES
                                                   

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