La Semana de Mayo de 1810
Autor: Felipe Pigna.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Viernes 18
El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la
fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que
circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de
Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español.
El viernes 18 el virrey Cisneros hizo publicar lee por los
pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una
proclama que comenzaba diciendo: "A los leales y generosos pueblos del
virreinato de Buenos Aires." El virrey advertía que "en el
desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo
Gobierno" él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la
Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de
América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando.
Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa
del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo
sobre "los genios inquietantes y malignos que procuran crear
divisiones". A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad
de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y
en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el
futuro del virreinato.
La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo
había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba
claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción
de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en
la en la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18 los jóvenes
revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle
al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que
quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan
José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.
Sábado 19
Las reuniones continuaron hasta la madrugada del Sábado 19 y
sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al
Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José
Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.
Domingo 20
El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes
militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se
rehusaron a brindárselo. Por la noche Castelli y Martín Rodríguez insistieron
ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia
y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que
tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo
no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y
convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el "Café de los Catalanes y
en "La Fonda de las Naciones", los criollos discutían sobre las
mejores estrategias para pasar a la acción
Lunes 21
A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los
días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los
cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria
estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban
en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca,
símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este
grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti,
se agrupaban bajo el nombre de la "Legión Infernal" y pedía a los gritos
que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al
pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el
ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los "infernales"
no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el
Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra quien logra calmarlos
garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
Martes 22
Ya desde temprano fueron llegando los
"cabildantes". De los 450 invitados sólo concurrieron 251. También
estaba presente una "barra" entusiasta. En la plaza French, Beruti y
los infernales esperan las novedades. La cosa se fue calentando hasta que
empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el virrey
debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que
mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia.
Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que habiendo caducado el
poder real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de
gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel
Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que consultar
al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando en que el
interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso le dijo
que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta
de gobierno.
Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se
ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli
propuso que fuera el pueblo a través del voto el que eligiese una junta de
gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era
partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el
Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos
españoles, seguían apoyando al virrey.
"Modales"
El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones
de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará
horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las
ideas revolucionarias "... mientras que a los que no votaban contra el
jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les
chiflaba."
Miércoles 23
Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos
emitidos el día anterior y emite un documento: "hecha la regulación con el
más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el
mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (...) hasta la erección
de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime
conveniente. El síndico Leiva, adicto al virrey prepara una maniobra: nombrar
una Junta presidida por Cisneros.
Jueves 24
Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó
efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por
cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos
Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando
absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y
el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el
coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en
sus memorias "En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor
del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en
la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias
observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso
acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al
comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor
de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a
la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato
el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis
armas."
Por la noche una delegación encabezada por Castelli y
Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su
renuncia. La junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la
mañana siguiente.
Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:
"En aquella misma noche, al celebrarse la primera
sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna
parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las
armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro
de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente
algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no
consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al
teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de
las manos de un general que en todo tiempo las habría conservado y defendido
con honor y quien V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de
estas provincias, y antes de condescender con semejante pretensión, convine con
todos los vocales en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de
gobierno."
El 25 de mayo de 1810
Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció
lluvioso y frío. Pero la "sensación térmica" de la gente era otra .
Grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti
se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos
llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los
patricios habían usado durante las invasiones inglesas.
Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las
discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y estos le
hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener en el
poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus tropas no
les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y el síndico
del Cabildo salió al balcón y preguntó "¿Dónde está el pueblo?". En
esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos
infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no
estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si
hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y
efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los
cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para
venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene
badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya
presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque
no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las
armas en la mano, no responderemos de nada." Poco después se anunció finalmente
que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio
Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios;
fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar
Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea
y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.
La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII.
Así lo recuerda Saavedra en sus memorias "Con las más repetidas instancias,
solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo
por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque
habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no
quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores
por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del
señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus
providencias y mandatos."
Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la
"máscara de Fernando", es decir, decían que gobernaban en nombre de
Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que
todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente
para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el
9 de julio de 1816.
Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el
manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.
En Buenos Aires el ex virrey Cisneros y los miembros de la
Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la
autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero fueron
arrestados y enviados a España en un buque inglés.
Autor: Felipe Pigna.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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