LA CORTA HISTORIA DE LA
ORQUESTA DE CATULO CASTILLO
Nota de LEONARDO ROLDAN
publicada en la página webb TODOTANGO.
Originalmente
Publicado en “Cuadernos de
difusión del tango” Nº 7,
Diciembre 1990, Editor: Salvador Arancio.
Es sabido que Cátulo
Castillo se inició en el tango como compositor creando la parte musical de
buena cantidad de tangos, por citar algunos: “Caminito del taller” (la letra
también es suya), “Acuarelita del arrabal”, “Aquella cantina de la ribera”, “El
aguacero”, “El circo se va”, “El pregón”, “Invocación al tango”, “Música de
calesita”, “Organito de la tarde”, “Papel picado” (todos con letra de su padre
José González Castillo), “Silbando” (con Sebastián Piana y letra de su padre),
“Bichitos de luz” (con Enrique Cadícamo) y otros más.
Y luego, su notable
desarrollo como autor de letras que lo han puesto entre los cinco o quizás seis
autores más destacados de la historia del tango. Pero además, cosas de
juventud, como lo fue el boxeo, también tuvo su orquesta.
Nos situamos en el año
1927 en la calle Boedo, allí viven los Castillo, y recorriendo los cines de la
zona un nuevo cantor quiere hacerse conocido, es Roberto Maida. En una de sus
presentaciones en el Cine Nilo, entre San Juan y Cochabamba, se conocen y la
amistad perdura hasta la muerte de Cátulo.
Orquesta Cátulo Castillo
en España (1928)
Llega la fecha del
cumpleaños de su padre y Maida es invitado —concurre con sus guitarristas— y
Cátulo lo acompaña al piano; y la presencia de un empresario español, Manuel
Gorina, deviene en una invitación para presentarse en España con una orquesta y
el cantor novato. Por supuesto aceptaron, pero no fue fácil, la propuesta a
músicos experimentados como Pedro Maffia, Carlos Marcucci, Minotto Di Cicco, no
prosperó por falta de garantías.
En algunas ocasiones Maida
cantaba acompañado por un conjunto formado por Miguel Caló y Domingo Cuesta
(bandoneones), Armando Baliotti (piano), Estanislao Savarese y Raúl Kaplún
(violines) y Luis Adesso (contrabajo). Solamente Caló y Savarese aceptaron integrar
la embajada, entonces Cátulo recordó conocer a tres hermanos músicos, los
Malerba. Alfredo en el piano, Carlos en violín y Ricardo en bandoneón y
agregaron a otro más, un mendocino llamado Pablo Enrique Flores.
Casi sin ensayar partieron
los muchachos en busca de fama y dinero. Durante el viaje conocieron a un
argentino que también iba a España, Carlos Leonetti, pequeño, de bigote, lo
incorporaron al grupo aunque no supiera nada de música ni del “fueye”. Maida
recordó que el actor Enrique de Rosas poseía uno y se lo pidió prestado. El
envío llegó. El improvisado músico obtuvo por breve tiempo un resonante éxito.
En la orquesta los pocos momentos de lucimiento de los bandoneones estaban a
cargo de Caló y Flores. Sin embargo Bigote, como lo llamaban, esperaba ese
momento para estirar aparatosamente su instrumento recibiendo los oles de la
concurrencia y las risas de sus compañeros.
Cátulo en la tapa de la
revista El Tango de Moda (Barcelona, 1928)
Decidieron separar parte
del dinero de cada uno para ofrecérselo al nuevo músico, pero la sorpresa llegó
cuando se negó porque quería ganar igual que todos. Fin de su participación.
Llegaron a Barcelona el 12
de noviembre de 1928, se hospedaron en la pensión Isabelita y comenzaron a actuar
en el Cine Principal Place hasta el fin del contrato. Luego, siguió una gira
exitosa por varias ciudades que culminó en Madrid, en el Cine Teatro Fortuny,
el cabaret Maipú Pigalle, el Teatro Royalty, entre otros.
El 16 de enero de 1929,
llegaron al disco para el sello Odeon. Las primeras cuatro grabaciones fueron:
“Esta noche me emborracho”, “Qué vachaché”, ambos con Roberto Maida y dos
instrumentales: “Invitación al tango” y “Lorenzo”. Días mas tarde, dos más
instrumentales: “Voy pa’ viejo” y “Chiqué”. El 22 de enero: “Che papusa, oí”;
al día siguiente: “Caminito del taller”, “Por el camino”, “Caminito” y
“Malevaje” —todas con Maida—, “Retintín”, instrumental. Otros registros:
“Victoria”, “Cachadora”, “Mama yo quiero un novio”, “Viejo ciego” y “Pa’ qué
volvés”, todos con Maida. En total 17 temas, además de un acetato de “Suerte
loca”, que cantó Maida con Cátulo al piano y el guitarrista uruguayo Bahillo
Unzuado.
La gira finalizó en 1930.
Carlos Malerba enfermó de golpe y allí falleció, Caló y Flores habían regresado
antes, siendo remplazados por Alberto Cima y Américo Cuadri. Los últimos en
retornar fueron Cátulo y Maida que arreglaron las cuentas. Previsor, Cátulo fue
enviando dinero a su padre para no tener problemas para regresar, recibieron el
giro y todo bien. Arribaron con bien ganada fama, aventuras para recordar y el
dinero gastado en vivirla intensamente.
Publicado en “Cuadernos de
difusión del tango” Nº 7,
Diciembre 1990, Editor: Salvador Arancio.
fuente: TODOTANGO.
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