(Buenos Aires, 1897 - 1983)
Nace en Buenos Aires en 1897. Luego de un breve paso por las
aulas de la Facultad de Arquitectura y por la Academia Augusto Bolognini, en
1915 ingresa en la Academia Nacional de Bellas Artes donde coincide con Héctor
Basaldúa y Aquiles Badi –ya compañeros de “la Bolognini”–, además de Lorenzo
Gigli, Alfredo Bigatti, Antonio Gargiulo, Lino Enea Spilimbergo, Pedro
Domínguez Neira y Emiliano Aguirre, con quienes inicia una amistad que duraría
por siempre.
Desilusionado por la enseñanza recibida en la Academia
–orientada por Cesáreo Bernaldo de Quirós hacia un naturalismo derivado de la
pintura au plein air–, estimulado por las cartas que, desde Milán, le envía
Aquiles Badi y ávido de nuevos rumbos para su vocación artística, en 1922
emprende el viaje a Europa gracias a la ayuda económica de Rosa Butler, su tía
paterna.
Se instala en la colonia artística de Worpswede, cerca de
Bremen, Alemania y allí, entre la bohemia y el cultivo de un espíritu
contemplativo, toma contacto con la pintura expresionista al tiempo que conoce
la obra de Cézanne, artista que deja una profunda huella en su trayectoria. En
la Alemania de posguerra, desmoralizada y vencida, el joven artista ve transformarse
sus modestos recursos en una pequeña fortuna que le permite permanecer en
Europa sin apremios. Asiste con entusiasmo a conciertos, teatros y museos. Las
obras de Van Gogh, Renoir, Chagall y Paula Modershon le van descubriendo las
nuevas posibilidades del arte.
Luego de permanecer seis meses en Worpswede, tras una breve
experiencia en París, una fugaz estadía en Viena y un viaje a Milán –siempre en
compañía de Badi–, decide radicarse en la ciudad luz donde ocupa un taller en
el 51 bis, rue Cler. Casi inmediatamente inicia actividades: alterna la
práctica de modelo vivo en la Academia de la Grande Chaumiére con las clases
impartidas en el taller de André Lhote. Al cabo de un tiempo, decide hacer otra
experiencia de aprendizaje bajo la dirección de Othon Friesz. Allí, a las
nociones de construcción y síntesis, rectoras en los cursos de Lhote, añade el
sentido de unidad, que integra luz, figura y fondo en un todo armónico y
expresivo. De ese modo y con una mirada muy atenta al arte del renacimiento, Butler
se enmarca dentro del “retorno al orden” practicado en el contexto de los
nuevos realismos de la Escuela de París.
Mientras tanto el barrio de Montparnasse define el espacio
en cuyos cafés mantiene intensos y reiterados encuentros con sus compañeros argentinos.
En 1928 regresa brevemente a Buenos Aires para organizar el
Primer Salón de Pintura Moderna en las salas de la Asociación Amigos del Arte.
Junto al artista exponen Antonio Berni, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Lino E.
Spilimbergo y Juan Del Prete.
Entre 1923 y 1931 hace sucesivos viajes a Cagnes, primero, y
Sanary, después. Las temporadas estivales en estos pequeños pueblos de midi
francés suponen para Butler el contacto con la naturaleza y la incorporación
del paisaje en sus obras. Al mismo tiempo, a partir de 1929 comienza a realizar
envíos a los salones de Otoño y de las Tullerías de París.
Una exposición colectiva realizada en la galería Zak, en
1930, le permite mostrar obras junto a Joaquín Torres García, José C. Orozco y
Diego Ribera. Al mismo tiempo que trabaja en sus pinturas, realiza también
pequeñas esculturas en metal e incursiona en el campo de la escenografía,
trabajos que continuará tras su regreso al país.
En 1933, con la compañía de las cantantes Jane Bathori y
Jacqueline Ibels, Butler se embarca rumbo a Buenos Aires. Ese año, ya instalado
en nuestra ciudad, realiza su primera exposición individual en Amigos del Arte
donde incluye, además de pinturas, maquetas escenográficas. Por mediación de
Estela Mora de Cárcano, el Museo Nacional de Bellas Artes adquiere el óleo La
siesta, de 1927.
A instancias de la madre de Manuel Mujica Láinez realiza el
argumento y los decorados para una pequeña obra que se representa en el teatro
Ópera. Alberto Morera encarna a un viejo cazador y Emiliano Aguirre se hace
cargo de la música. También en 1933, junto a Badi, Basaldúa, Berni, Gómez
Cornet, Pettoruti y Spilimbergo, firma un manifiesto en oposición al Salón
Nacional que es pegado en las paredes de Amigos del Arte.
En 1934 alquila, sobre el río Carapachay, en el Tigre, una
casa-taller donde retoma el contacto con la naturaleza, para hacer de ésta uno
de los ejes centrales de su obra. Ese mismo año participa en la Exposición Internacional
de Pittsburg.
Junto a Aquiles Badi abre, en 1936, el Atelier Libre de Arte
Contemporáneo. Al año siguiente participa en la Exposición Internacional de
París: envía obras y decora el panel destinado a la sección de turismo.
Comienza también a ilustrar diversas publicaciones para las editoriales
Sudamericana y Losada, ocupándose entre otras, de Green Mansions de G. E.
Hudson, que en edición de lujo, es publicada por Alfred A. Knopf.
En 1941 contrae matrimonio con Lucía Capdepont. Ese año
realiza la escenografía de Estancia de Alberto Ginastera y es invitado por el
agregado de informaciones de la Embajada Norteamericana a conocer los Estados
Unidos, viaje que realiza junto a Ezequiel Martínez Estrada, Sebastián Soler y
Teodoro Becú.
Dos años más tarde se incorpora como profesor en la Academia
Nacional de Bellas Artes, entonces dirigida por Pío Collivadino. Además es
elegido Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes y comienza a
ejercer como jurado en el recientemente organizado Premio Palanza.
En 1945 realiza una exposición individual en la galería
Müller y en 1950 otra, en el museo Genaro Pérez de la ciudad de Córdoba. Al año
siguiente el teatro S.O.D.R.E. de Montevideo le encomienda los decorados y
trajes de La zapatera prodigiosa de Juan José Castro y en 1947 la Scala de
Milán representa Proserpina y el extranjero, con escenografía del artista.
Hacia 1964 comienza una serie de tapices que culmina con el
dedicado al testero de la iglesia de San Francisco, de grandes dimensiones.
Entre 1956 y 1966 la galería Bonino le dedica cinco
exposiciones individuales y en 1968 las galerías van Riel y Bonino organizan
conjuntamente una retrospectiva con 38 pinturas, 12 tapices y 5 láminas de
metal. El catálogo impreso en la oportunidad incluye un texto crítico de J. A.
García Martínez.
Entre las distinciones obtenidas cabe destacar, el Gran
Premio Cinzano (1957) y el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes (1973).
Paralelamente a su actividad artística, Horacio Butler escribe tres libros: La
pintura y mi tiempo (1966), Las personas y los años (1973) y Francisco (1978).
Fallece en Buenos Aires, el 17 de marzo de 1983.
La obra de Horacio Butler está dominada por las dos grandes
influencias recibidas durante los once años que permanece en París. De este
modo, si la búsqueda de equilibrio y claridad formal son clara expresión de su
aprendizaje con André Lothe, en cuyas clases incorpora la noción de
“construcción”, su tendencia romántica lo aproxima a las enseñanzas de Othon
Friesz, quien lo vincula con el expresionismo de filiación fauvista. En este
sentido, el rigor cézanneano de sus primeras obras, es transformado por el
empleo del color como elemento expresivo. De esta manera, aborda el paisaje y
recrea en él sus experiencias emocionales. Es en la localidad del Tigre donde
profundiza las prácticas iniciadas en Worspwede, Cagnes y Sanary. Sus motivos
son el referente más característico de sus pinturas.
Si el paisaje es uno de los géneros más recurrentes en su
obra, el artista no desdeña la figura humana, la naturaleza muerta, la pintura
histórica, el retrato e incluso la sátira y los temas religiosos. Su espíritu
inquieto lo lleva de la pintura de caballete al terreno de las artes aplicadas.
Escenografías, ilustraciones, decoración de interiores o tapicería, son
territorios explorados con inagotable capacidad creadora.
fuente: BUENOS AIRES.GOB.AR
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