DON - (cuento)
ALVARO YUNQUE
Les narraré por qué causa yo comprendo el idioma de los
animales: Iba una mañana muy fría por la linde de un bosque, aún el sol era
nada más que un reflejo rosado, y no calentaba. De pronto vi una víbora. Semi helada
seguramente, porque había perdido la elasticidad y presteza de sus movimientos,
atacada por un chimango, iba a ser devorada. ¡Tan bella la víbora con su piel
pintada de amarillo y negro brillantes! Me dio pena que fuese alimento de un
pajarraco feo y sucio, devorador de todo, y espanté al agresor. La víbora,
lentamente, se arrastró hasta ocultarse en las hierbas. Esa tarde, durmiendo la
siesta en el bosque, soñé que volvía a encontrar a la víbora y que ésta,
irguiéndose sobre la espiral de su cola, saliendo a mi paso, me decía:
- Quiero demostrarte mi agradecimiento y hacerte un don.
Deja que te pique en la lengua. Comprenderás el idioma de los animales. Yo,
creyendo en lo que me decía y sin miedo alguno, me incliné ante ella, saqué la
lengua y la víbora, rápida, me la mordió.
Entonces desperté de mi raro sueño. Me toqué la lengua. Y me sacudió un escalofrío: En ella había una gota de sangre. ¿Me había mordido, en verdad, la víbora? Pero al fin, hombre de ciudad a pesar de ser poeta, hombre razonador y lógico, me dije:
Entonces desperté de mi raro sueño. Me toqué la lengua. Y me sacudió un escalofrío: En ella había una gota de sangre. ¿Me había mordido, en verdad, la víbora? Pero al fin, hombre de ciudad a pesar de ser poeta, hombre razonador y lógico, me dije:
- Ha de ser que yo mismo me mordí mientras dormía. Y en
aquel punto oí la voz ronca de un búho, el silencioso:
- Desde ahora comprenderás el idioma de los animales. Y la
carraspeante voz de un cuervo, el pensativo:
- Porque creíste. Y la quebrada voz de una enorme tortuga
asomada a la orilla del río, una tortuga de trabajado caparazón, anciana
seguramente de quinientos años:
- Porque no tuviste miedo.
- ¿Creer? ¿No tener miedo? - medité yo. No son éstos, acaso,
los talismanes que nos dan todos los triunfos de la vida? ¡Creer..! ¡No tener
miedo..! ¿No son éstas, acaso, las llaves que abren todas las puertas de las
maravillas del mundo?
fuente: página ALVARO YUNQUE
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