EDUARDO GALEANO, EL MEJOR TESORO
Sucedidos/2
Antaño don Verídico sembró casas y gentes en torno al
boliche El Resorte, para que el boliche no se quedara solo. Este sucedido
sucedió, dicen que dicen, en el pueblo por él nacido.
Y dicen que dicen que
había allí un tesoro, escondido en la casa de un viejito calandraca. Una vez
por mes, el viejito, que estaba en las últimas, se levantaba de la cama y se
iba a cobrar la jubilación. Aprovechando la ausencia, unos ladrones, venidos de
Montevideo, le invadieron la casa.
Los ladrones buscaron
y rebuscaron el tesoro en cada recoveco. Lo único que encontraron fue un baúl
de madera, tapado de cobijas, en un rincón del sótano. El tremendo candado que
lo defendía resistió, invicto, el ataque de las ganzúas. Así que se llevaron el
baúl.
Y cuando por fin consiguieron abrirlo, ya lejos de allí,
descubrieron que el baúl estaba lleno de cartas. Eran las cartas de amor que el
viejito había recibido a lo largo de toda su vida. Los ladrones iban a quemar
las cartas. Se discutió. Finalmente, decidieron devolverlas. Y de a una. Una
por semana. Desde entonces, al mediodía de cada Lunes, el viejito se sentaba en
lo alto de la loma.
Allí esperaba que
apareciera el cartero en el camino. No bien veía asomar el caballo, gordo de
alforjas, por entre los árboles, el viejito se echaba a correr. El cartero, que
ya sabía, le traía su carta en la mano. Y hasta san Pedro escuchaba los latidos
de ese corazón loco de alegría de recibir palabras de mujer.
Eduardo Galeano. El
Libro de los abrazos.
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