LOLITA TORRES.
..............................
Nota del DIARIO LA NACION por su fallecimiento:
Domingo 15 de
septiembre de 2002 | Publicado en edición impresa
Susana Freire
Murió ayer a la
mañana: será inhumada en el Panteón de Actores
Lolita Torres:
una voz que les cantó a los corazones
Fue una artista
integral aclamada por varias generaciones
La gracia
inigualable en sus tiempos de esplendor.
Foto: Archivo
Ayer, a las 9.20,
falleció Lolita Torres a causa de un paro cardiorrespiratorio. El deceso se
produjo en el Hospital Español, donde estaba internada desde hacía tres
semanas. Sus restos serán inhumados hoy en el Panteón de Actores, en la
Chacarita.
No queda en claro
cuáles fueron los motivos que determinaron que Lolita Torres alcanzara un lugar
especial en la preferencia de los públicos nacionales y extranjeros. Sin lugar
a dudas, esas causas existen, porque ese privilegio el público lo reserva para
muy pocas elegidas.
Y Lolita Torres
lo fue, en más de un sentido. Casi se podría decir que estaba predestinada a
integrar la galería de los artistas que forman parte del patrimonio cultural de
un pueblo.
Beatriz Mariana
Torres nació el 26 de marzo de 1930, en Buenos Aires. Dicen aquellos que gustan
de expresarse con anécdotas que la niña no sabía hablar cuando empezó a cantar.
Si el dato es verídico realmente no importa, porque hay registros que revelan
que su inicio en la profesión comenzó cuando, con apenas 11 años, mandó su
fotografía a un concurso organizado por Radio Splendid, para descubrir nuevos
valores.
Fue convocada.
Tuvo la oportunidad de cantar y la suerte de que se encontrara en el mismo
estudio el actor español Manolo Paredes, que supo intuir el talento y la pasión
que se escondían dentro de la precoz cantante. Una argentinita que encaraba
temas hispanos con acento español.
"No puedo
explicar -dijo la actriz- el porqué del acento español. No sé, me viene de
adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos paternos eran
navarros y los de mamá eran gallegos. Por un tiempo, todos creyeron que yo era
española y eso provocó el estallido en la comunidad hispana. Cuando se
enteraron de que era argentina no tuvieron el menor prejuicio y me siguieron
apoyando."
Manolo Paredes no
se quedó simplemente con esa intuición: sin vacilar la recomendó al maestro de
arte flamenco Ramón Zarzoso, quien no hizo otra cosa que confirmar las
condiciones de la pequeña Torres.
Es por esta
conjugación de intenciones que la niña, ya bautizada Lolita Torres, llega en
1942, con apenas doce años, al escenario del teatro Avenida, para debutar en
"Maravillas de España". Será otra casualidad la que la llevará de la
mano a las puertas del cine.
Abandona la
escuela y continúa formándose con una maestra particular. Lolita desarrolla su
actividad alternando los estudios radiales de El Mundo, Belgrano, Splendid, con
el escenario de El Tronío.
En una de esas
funciones teatrales se encontraba el director Luis Bayón Herrera, quien estaba
preparando la filmación de "La danza de la fortuna", protagonizada
por Luis Sandrini y Olinda Bozán. El guión contemplaba la participación de una
bailaora y fue ver el desempeño de Lolita Torres sobre el escenario para convencerse
de que ésa era la persona que necesitaba. Así debutó la cantante en el cine, en
1944, y necesitó poco más para agregar al canto su condición de actriz.
Su actividad
musical siguió desarrollándose sobre el escenario. En 1948, actúa en una revista
de Carlos A. Petit, "Reunión de estrellas en Paraná y Corrientes", y
en 1950, alcanza el primer papel protagónico en "Ritmo, sal y
pimienta". Es aquí donde empieza a perfilarse un género que más tarde Abel
Santa Cruz iba a denominar "comedias con canciones". Un género que
Lolita Torres iba a adoptar como propio. Luego vinieron "El mucamo de la
niña" (1951), "La niña de fuego" (1952), "La mejor del
colegio" y "La edad del amor (1953).
La difusión que
le ofrecía la pantalla grande trajo una inmediata repercusión social. Las
jovencitas de aquella época encontraron en Lolita un modelo digno de imitar.
Así se acentuó la enseñanza del arte español entre las adolescentes.
Pero, además, la
joven artista era un nuevo modelo de mujer: suave, dulce y, al mismo tiempo,
enérgica, aspirante a la emancipación y sincera para defender esa condición sin
prejuicios. Este era el perfil que transmitía a través de sus personajes, que
también avalaba con su conducta personal.
Con "La edad
del amor", Lolita Torres alcanzó un éxito sin precedente en la Unión
Soviética (fue vista por un millón de espectadores), donde se convirtió en el
símbolo de la joven emprendedora y emancipada. El éxito cinematográfico le
sonreía, pero a ella le seguía atrayendo el escenario. Entre filmación y
filmación, en 1954, subió al escenario del Grand Splendid para interpretar
"Ladroncito de mi alma", junto a Juan Carlos Mareco.
Cada nuevo film
repetía el suceso anterior: "Más pobre que una laucha" (1954),
"Amor a primera vista" (1955), "Un novio para Laura"
(1955), "Novia para dos" (1956), "La hermosa mentira"
(1958).
Hasta que un día
descubrió -cuando conoció a Santiago Rodolfo Burastero-, que ella tenía la edad
del amor. Se casaron y tuvieron un hijo, Santiago. La fatalidad quebró su dicha
cuando, en 1959, en un accidente automovilístico, camino a Mar del Plata,
Burastero perdió la vida dejando a Lolita Torres desolada en una prematura
viudez. Superados los primeros tiempos de esa tragedia, la actriz retomó su
actividad en el teatro y en el cine, sumando además su actividad televisiva.
Hubo varios
films: "La maestra enamorada", "Cuarenta años de novios",
"Ritmo nuevo y vieja ola", "Pimienta", "Joven, viuda y
estanciera", "Allá en el Norte", nuevos proyectos teatrales y
televisivos ("Señorita Medianoche", "Dos gotas de agua",
"Candilejas", "Mariana"; giras por la Unión Soviética, los
Estados Unidos, Canadá, Armenia, Kasakhstán, Crimea, Pretoria y Yalta, entre
otros países.
Pero también
llegó el equilibrio emocional cuando conoció a Julio Caccia, otro marido que le
ofreció la tranquilidad de un hogar y cuatro hijos: Angélica, Mariana, Marcelo
y Diego, el continuador de su vocación artística.
Esa vida familiar
le iba a demandar un tiempo de atención que ella no dudó en restárselo a su
actividad. Cuando consideró que era el momento oportuno para el regreso, lo
hizo con el canto y, en más de una oportunidad, unió su voz a la música de
Ariel Ramírez o al piano de Oscar Cardozo Ocampo.
En esta etapa de
su carrera, Lolita se sintió más próxima a los temas nacionales y sumó a su
talento la emoción por el reconocimiento de los sonidos propios como el camino
propicio para la expresión artística.
En 1992, realizó
un concierto celebración por los "50 años con el arte". Además de
hacer un repaso de su vida artística con temas muy conocidos -"No me mires
más" y "Castillito de arena" y otros, como "Por el río
Paraná", "El día que me quieras" y "Milonga
sentimental"-, se comportó como una cálida anfitriona de sus colegas:
Jaime Torres, Landriscina, Antonio Tarragó Ros, Ariel Ramírez, Patricia Sosa,
Víctor Heredia, León Gieco, Charly García y Mercedes Sosa. En esa oportunidad,
Lolita Torres demostró una muestra cabal de una envidiable evolución
estilística y estética, interpretado con una voz plena,profunda, que justificó
el entusiasmo del público.
Su sonrisa se
veló y su voz se apagó, pero su imagen y su canto quedarán registrados en ese
imaginario popular, el de su público, que siempre es generoso y agradecido con
el recuerdo de sus artistas.
El desenlace
En 1993 tuvo un problema cardíaco que
motivó su internación. Posteriormente, se descubrió que padecía fiebre
reumatoidea, que luego derivó en una delicada artrosis generalizada que le
provocaba fuertes dolores que la obligaron en varias ocasiones a su internación.
Hace tres semanas fue internada en el
Hospital Español por una deficiencia cardíaca y complicaciones pulmonares.
Desde hace quince días estaba asistida por
un respirador mecánico. A las 9.20 de ayer falleció a consecuencia de un paro
cardiorrespiratorio .
Lolita por ella
misma
Evolucionar:
"El artista necesita evitar encasillamiento, por eso decidí un día no
cantar únicamente temas españoles. A esa actitud me llevó el deseo de
evolucionar. Ahora, por ejemplo, me encanta volver a la actriz".
Renovación:
"Me siento madura, vital, con inquietudes, con deseos de brindarle a los
espectadores, y a mí misma, algo más. Si una no anhela hacer cosas nuevas, una
envejece, muere por dentro".
Autenticidad:
"Siempre me gustaron Gardel, Julio Sosa y, entre las mujeres, Mercedes
Simone. Pero, pese a que crecí en el tango tradicional, estoy abierta a los
nuevos giros que sufre el género. Nadie debe estancarse sobre todo en lo
artístico. De lo nuevo perdurará aquello que sea auténtico".
Sensibilidad:
"Los artistas por lo general somos demasiado sensibles y fáciles de
resentirnos cuando sufrimos alguna contrariedad por parte de productores,
empresarios en general o cualquiera que tiene que ver con nuestro desempeño.
Para poder soportar esas contradicciones entre lo que el artista cree y lo que
los otros quieren o pretenden de ese artista, hay que tener mucha fuerza de
voluntad para no quebrar los ideales trazados".
Sin prejuicios:
"Por un tiempo creyeron que yo era española y eso provocó el estallido en
la comunidad hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el
mejor prejuicio y me siguieron apoyando".
Intuitiva:
"Me acerqué al arte por intuición. De cantante me convertí en actriz
simplemente porque una de las cosas que me enseñaron fue a volcar sobre el
escenario lo mejor de mí". .
LA NACION, 15 de septiembre de 2002,
publicado en la edición impresa.
Nota de Susana Freire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario