miércoles, 22 de agosto de 2012

SAMUEL A.LAFONE QUEVEDO


Samuel A. Lafone Quevedo


Relata Vicente Cútolo en su NUEVO DICCIONARIO ARGENTINO, que este industrial, humanista, arqueólogo, etnógrafo y lingüista, hijo de Samuel Lafone Fischer, inglés y de María Quevedo y Alsina, Argentina, nació en Montevideo un 28 de febrero de 1835.
A los 13 años fue enviado por su padre a Inglaterra, y allí, en la Universidad de Cambridge, obtuvo el título de magister artum, es decir, bachiller en humanidades.

Regresó al Uruguay, y de allí se trasladó a Catamarca, donde quedó al frente de la explotación de las minas de Las Capillitas, en 1859. Vendió el ingenio "Victoria", de El Paso, que pertenecía a su padre, y compró a 25 Km. al sur de Andalgalá, un extraordinario algarrobal. En pleno desierto, realizó una fundación de contornos casi utópicos. Con amplia visión de la vida, y en torno a aquel ingenio, levantó casas para sus 500 obreros. Tomándolo como centro social erigió un magno templo, instalando en las cercanías del mismo, amplias aulas para escuela, como también su propia morada. Todo fue hecho, según un plano meditado, y bien ejecutado. Era un inmenso círculo de unos 400 metros de radio, rodeado de un bosque. Todas las instalaciones del ingenio estaban a un lado, y las casas de los obreros al otro, pero en el centro situó la iglesia, la escuela, la farmacia y los comercios. Evidentemente, lo que buscaba era constituir una unidad social, espiritual y cultural, a imagen de las reducciones guaraníes. Pilciao (así se llamaba el lugar) llegó a ser un centro religioso y cultural, que casi no ha tenido par en tierras argentinas.

Entre 1886 y 1892, los impuestos elevados arruinaron aquella empresa industrial, y en el postrero de esos años se clausuró.
Desde años antes a 1892, Lafone ya había mostrado interés por conocer todo lo referente a la cultura indígena de Catamarca. Ya consagrado por completo a la ciencia, recorrió estos valles desde Bolivia y recogió numeroso datos incásicos y preincásicos. Encontró apoyo en quienes fueron sus amigos: Bartolomé Mitre, Vicente F. López y los doctores Francisco Moreno y Juan B. Ambrosetti. Cuando escribió Londres y Catamarca, estaba en el apogeo de sus estudios.
Entre las numerosas obras que escribió, se destacan por su importancia: Tesoro de catamarqueñismos, Introducción y notas a la lengua mocoví, según el Padre Tavolini; Vocabulario Mocoví-Español fundado en los del P. Tavolini; Los Huacos de Chañar-Yaco, provincia de Catamarca; A traveller’s notes in the Calchaqui region, Argentine Republic; Un capítulo suelto de filología argentina; Los huacos de Yocavil, El pueblo de Batungasta, Ensayo mitológico; El culto de Tonapa; Catálogo descriptivo e ilustrado de los Huacos de Chañar-Yaco (provincia de Catamarca); La Virgen del Valle; Arte de la lengua Toba por el padre Alonso Bárcena; Los Lules; Córdoba de Calchaquí, Londres y Cañete; el Mijé y el Zoque; Estudios araucanos; Nombres de lugar y apellidos indios de etimología y eslabones aislados de la lengua Cacana; Grupo Guarycurú-Mocoví; Idioma Abipón; Los indios Chanases y su lengua; La raza pampeana y la raza guaranía; etc
En 1891, inició la Historia de la Virgen del Valle; con la cualidad de gran bibliófilo que lo caracterizaba realizó en esta obra la tarea magna del investigador tenaz y concienzudo, revelando en ella, con toda la verdad histórica arrancada paso a paso y en una inacabable y minuciosa correlación de detalles, el profundo conocimiento adquirido de los acontecimientos que tuvieron por escenario los valles calchaquíes, antes del advenimiento de la colonización española. A Lafone Quevedo se le debe la filiación exacta de los indios juríes y las primeras investigaciones etnológicas sobre los indígenas de dichos valles y de Tucumán.

En la provincia de Catamarca, donde residió tantos años, realizó profundos estudios sobre la materia en la que adquiriera vastos conocimientos, fundó escuelas con el exclusivo propósito de instruir a los indios. Su afán pedagógico hizo que entre 1878 y 1892 se le nombrara inspector de toda la enseñanza primaria en el Departamento de Andalgalá.

En 1890, se trasladó a Buenos Aires, donde le fue otorgado el título "honoris causa" de la Facultad de Filosofía y Letras. Continuó cultivando su especialización en lingüística y arqueología, y en 1906, fue nombrado director del Museo de La Plata, al mismo tiempo que era decano de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata. Fue también miembro de la Junta de Historia y Numismática. Desempeñó numerosas comisiones científicas y ocupó diversos cargos públicos.
Murió en La Plata, el 18 de julio de 1920.
Márquez Miranda, uno de sus alumnos lo describe de la siguiente forma: "figura pequeñita, menuda, ágil y fina, como estilizada por el correr, ya dilatado, de los años. La figura de ese viejecito ilustre, que parecía cosa de museo, él mismo, con su 'jaquet' abotonado hasta muy arriba, de corte arqueológico y de color desteñido por el tiempo, con su enorme paraguas verde en las manos nerviosas y enjutas, como un personaje de Dickens. Así pasaba, con el cuello envuelto en su chalina de vicuña, tejida en su telar catamarqueño, por los corredores de la Facultad de Derecho de la Plata, rumbo a la presidencia de la Universidad, de la cual era guardasellos. Y los bulliciosos muchachos estudiantes, que allá en los años anteriores a la Reforma universitaria le veíamos pasar, guardábamos por un instante respetuoso e involuntario silencio"


fuente: www.folkloredelnorte.com.ar
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