ALBERTO CASTILLO, EL CANTOR DE LOS MILONGUEROS
(El tango es danza de rango)
Nota de JOSE PEDRO ARESI
publicada en la página webb TODOTANGO.
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(El tango es danza de rango)
Nota de JOSE PEDRO ARESI
publicada en la página webb TODOTANGO.
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Para Jorge Göttling el tango "es una manera de ser y de
sentir y el arrabal no es sólo una noción de catastro". A partir de estas
expresiones es posible decir que la palabra "porteño", encierra una
conjunción de códigos y sobreentendidos. Es preciso entonces comprender el por
qué de la importancia que para "el tanguero de ayer" tiene la década
del cuarenta y el misterio que la misma encierra para los bailarines actuales.
Aquellos que en su momento la vivieron, la evocan con
nostalgia y los jóvenes de hoy, se desviven por desentrañar su secreto. No es
novedad que la década del cuarenta quedó grabada en la historia del tango, como
una "época de oro", aunque su magia puede decirse se extiende hasta
avanzados los años cincuenta.
Fue en ese momento, cuando el cantor adquiere mucho más
protagonismo en las orquestas, transformándose en un instrumento más de la
misma.
Por su parte, los letristas asumen un nuevo perfil. En sus
versos le cantan al amor y a la mujer en un tono diferente, a la vez que
exaltan a la ciudad, al barrio y a los protagonistas del baile, los
"milongueros". Dentro de este marco, la letras de los tangos
adquieren mayor importancia y son recibidas con beneplácito por el público. A
partir de entonces, la melodía comparte su papel protagónico con la letra.
Al comienzo de la década del cuarenta, el maestro Ricardo
Tanturi incluye en su repertorio composiciones en las que se resalta no sólo al
tango como baile, sino también a los "milongueros". Vale citar como
ejemplo, obras tales como "Al compás de un tango" , "El tango es
el tango", "Cuatro compases", "Canción de rango" y la
que más éxito alcanzó, "Así se baila el tango"; todas ellas cantadas
por Alberto Castillo.
En sus actuaciones en locales bailables , antes de arremeter
con la letra de "Así se baila el tango", Castillo recitaba una glosa
que decía así:
Una corrida elegante,
tras la vuelta una sentada
y un ocho bien compadrón.
Así lleno de emoción
yo me lucí en mil fandangos,
porque así se baila el tango de alma,
de alma y de corazón".
Después de lo cual atacaba con:
¡Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas!
¡Qué saben lo que es tango, qué saben de compás!
Aquí está la elegancia. ¡Qué pinta! ¡Qué silueta!
¡Qué porte! ¡Qué arrogancia! ¡Qué clase pa'bailar!
Estos versos de Elizardo Martínez Vilas (Marvil) son
cantados e interpretados por Alberto Castillo con suma picardía, acompañándolos
con una mímica destinada a exaltar el argumento delineado por la letra.
Castillo, al hacerlo, expresa su propia proximidad física y
sentimental con aquellos a los que va dirigida, es decir los bailarines
tangueros, por una parte, y se mofa de los comunmente denominados
"petiteros", por la otra. (muchachos "figurines" habitués
del Petit Café de Santa Fe y Callao).
Bien se puede afirmar que fue este tango el que no sólo
lanzó a la fama a Alberto Castillo, sino también el que por primera vez ensalzó
y envalentonó a los milongueros de la época.
La virilidad exaltada en sus versos, movió a los jóvenes a
volcarse al tango instándolos a bailar tal cual lo indica la letra y así poder
reafirmar su condición de varones. Por mucho tiempo, toda una generación de
milongueros se vanaglorió de haber presenciado, en tal o cual club, las roscas
que se armaban cada vez que Castillo arremetía con "Así se baila el tango".
Verdad o mentira, la gran mayoría afirmaba haberlas presenciado y los más
audaces, se jactaban de haber participado activamente en tales refriegas.
Muchos años después, en una entrevista radial, Castillo
comenta con evidente nostalgia esos sucesos, empleando un decir entre bonachón
y burlón, tal cual era su estilo.
En cierto momento de la entrevista, Antonio Carrizo le dice:
«Pero vos le dabas un énfasis especial a las palabras
"qué saben los pitucos". Parecía algo hecho a propósito, más o menos
como tirar un cohete en una fuente de tallarines».
«No, no», responde Castillo y agrega socarronamente: «Sabés
qué pasa, que no era indicativo de ofensa, porque no está dedicado a nadie, ni
estába marcándoselo a nadie. Esta era una cosa que estoy defendiendo, como
diciendo: ¡qué saben éstos!».
«Pero si yo estaba bailando un "bugui bugui" o una
" conguita" con una conquista; con trajecito, corbatita, bien
peinadito» -continúa Carrizo- y agrega: «¡A mí me parece que vos ibas a buscar
guerra!»
«No, de verdad te digo, nunca, nunca», responde Castillo.
«¿Y qué decían Tanturi y los músicos, todos profesionales?
¿Para qué trajimos a éste que nos va hacer romper el alma a todos?»
«Bueno, en el fondo te imaginás que era un éxito tan grande
que él estaba alegre. Estaba contento por el efecto que producía, ¿Te das
cuenta?. Entonces los "tangueros", tranquilos, se movían, gozaban de
todo y... los que, como te decía, se daban por aludidos, bueh...»
«Y para qué lado agarraban las pibas», pregunta Antonio
Carrizo.
«Las pibas estaban conmigo, mirá vos lo que son las cosas».
Durante la entrevista, la inflexión de su voz y las pausas
intencionadas, permiten apreciar en Alberto Castillo, sinceridad y picardía,
atributos que él siempre transmitió en sus actuaciones, los mismos que le
permitieron luego imponer una especial característica interpretativa.
Ya como solista, Castillo adopta un nuevo estilo. Sus
movimientos en el escenario, su manera de tomar el micrófono, el aparatoso
pañuelo de bolsillo como adorno, su camisa con el cuello desabrochado, la
corbata floja y la mano derecha junto a su boca, tal cual lo hacían los
vendedores callejeros para vocear los productos que vendían, lo convierten en
un personaje inusual. Él es un cantor diferente y su público comienza a colmar
los lugares donde actúa.
Alberto Castillo nunca dejó de reflejar su condición de
muchacho de esquina identificado con su público; ese mismo que en 1944 obligó a
la policía a cortar el tránsito de la avenida Corrientes, frente al Teatro
Alvear, donde él actuaba. Según José Gobello: «ha sido el último cantor de
tangos que movilizó multitudes y tuvo lo que se llama hinchada».
Su proximidad física y sentimental con el "tanguero"
de entonces, le permitió brindar al tango un motivo más para su resurgimiento,
en especial en lo que al baile se refiere.
fuente: TODOTANGO.
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fuente: TODOTANGO.
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