jueves, 10 de octubre de 2013

OSIRIS RODRIGUEZ CASTILLOS, CANCION PARA MI GUITARRA

CANCION PARA MI GUITARRA
OSIRIS RODRIGUEZ CASTILLOS



No es ésta una canción

para el atormentado madero

que me acompaña,

sino para la secreta guitarra

que origina mi canto.

Esa que, como el cardo,

abre una flor azul y deja que el viento

se la lleve en semillas.



I

La hallé en el monte enredada

por el cipó y las enviras

pozo de tiempo, su boca

conservaba todavía

plumas que fueron de un nido,

de alguna cabeza indígena,

o de las alas de un canto

que amaneció en agonía.



Fue casi al llegar al fondo

de alguna senda perdida

donde hasta la luz se agacha

para cruzar fugitiva,

y en lento desovillado

la yarará se desliza.


2

Hoy más que nunca comprendo

la tristeza que sentía.

Mi raza siempre la tuvo

sobre el pecho adormecida,

la untó con barro de estrellas,

la vistió de lunas finas,

le dio púrpuras heroicas,

y con seda en las clavijas

le imaginaba cabellos

para brindarle caricias.



Cuando la encontré esa tarde,

como olvidada o perdida,

la poblaba un gran silencio

de pájaros con llovizna.

(Es que el monte reposaba

tras la última crecida,

memorioso de naufragios,

y sus vapores prendían,

de las ramas muertas, formas

deshilachadas y efímeras.

No quedaba un solo nido,

ni un solo piar se oía).

Me corrió un frío de muerte

por la sangre más antigua.



Con varios filos de lunas

le fui cortando las fibras

que apretaban entre sombras

su largo cuello de niña,

y le hallé un clavel del aire

florecido en las clavijas.


Me la traje sol afuera.


Sobre un rezo de cuchilla

donde crecen las auroras

de mi pago, donde inicia

su portada el arco iris

cuando escampan las lloviznas,

le escuché medroso el pecho,

la abrigué con mis caricias,

y el buen sol de aquél ocaso

con su roja frase tibia

la bañaba en el concepto

luminoso de la vida.



II

En la rueca de la luna

hilé seis angustias mías;

con ellas hice una escala

luminosa de agua limpia

para entrar a mi guitarra

como una gruta perdida,

y allí estaba el olvidado

cielo de la gauchería;

telaraña con rocío

de estrellas adormecidas

cerca de Dios en la noche

donde la copla suspira;

pago azul recuperado

para el tropel de la cifra;

para que el alma de España

le cante a la raza india

por las rejas de la lluvia

con pena de vidalita;

para que el gaucho no muera;

para que nadie me diga

que ha muerto hace mucho tiempo

crucificado en la risa

con un alambre de púas

como corona de espinas.


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