Amo a un hombre pez,
un hombre marino,
acuático como las
algas, como la sal.
Habita en las
profundidades oscuras de todos los naufragios,
a veces llora
terriblemente solo
allá abajo,
en otras baila en
salones transparentes, torrentosos.
Yo amo a ese hombre
pez
de cuerpo
brillante/filoso,
de un mirar
constante/horizontal.
Un hombre que me
cuenta eternas leyendas,
que me canta con su
voz de espuma
y me abraza como
puede.
Yo amo a un hombre pez
y soy hombre
terrestre.
Me condena la asfixia.
Lo condena mi aire, mi
mundo de pájaros,
mi universo de redes,
de anzuelos.
Me mira desde la
superficie apenas sumergido,
lo miro desde mi
oxígeno
al límite extremo del
ahogo
y nos besamos apenas
un instante,
ínfima eternidad
habitando en la apnea.
Gustavo Tisocco.
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