Voy
a emigrar de esta comarca en llamas hacia otro fuego que me descongele. No
pueden más mis ángeles de frío, no puede más mi nieve acorazada. En la mullida
nube de la muerte encontraré, por fin, condescendencia. Ese silencio. Silencio
imprescindible. Y entonces lloraré todas las lágrimas que a mis urgencias
llegan temerosas, desbordaré el dolor cósmico y lento de cada madrugada en el
sepulcro.
OLGA REINOSO.
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