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Semblanza de ANTONIO REQUENI
publicada en la página webb TODOTANGO.
POETA
Abril 1930 - 2 de noviembre de 1984
Nombre real: Diógenes Jacinto Giribaldi
Algunas noches,
poco antes de las 12, sonaba el teléfono del escritorio que yo compartía con
Calvetti y, uno u otro, oía la voz de Daniel Giribaldi que, parafraseando el
verso de Rubén Darío, exclamaba: «¡Torres de Dios, poetas!»
Giribaldi era
periodista del diario Crónica y autor de magníficos sonetos lunfardescos.
Cuando nos llamaba a esa hora era para darnos cita, un rato más tarde, en un
bar infecto-contagioso de la Avenida de Mayo, junto al restaurante Pedemonte.
Más de una vez nos encontramos allí, al terminar nuestros respectivos trabajos.
Giribaldi, Calvetti y yo, juntos con otros dos periodistas de La Prensa: José
Luis Macaggi, autor de un Diccionario Gardeliano, y Hernán Giménez Zapiola.
Nos servían
sendos vasos de vino y unos platitos con porciones de tortilla o fiambre. Yo,
el más virtuoso, tomaba solamente el vaso de vino, o medio y, al rato, me
despedía para regresar a casa mientras los compañeros seguían “hasta altas
copas de la madrugada”.
En su vida
exterior, Giribaldi jugaba a parecerse a lo que en porteño llamamos un “reo”.
Tal vez lo fuera de verdad. Recuerdo una medianoche de invierno en que la
niebla invadía una Avenida de Mayo despoblada y fría, casi fantasmal.
Caminábamos con nuestro amigo en dirección al bar cuando una prostituta, desde
la vereda de enfrente, lo saludó con el brazo levantado: «¡Chau Giribaldi!»
Giribaldi murió en 1985, a los 54 años y, como correspondía en él, de una cirrosis hepática. Como poeta, encontró en el lunfardo la mejor manera de expresar su talento. Un lunfardo a ratos metafísico, con el que acertó a transmitir no sólo una visión entre crítica y humorística de la idiosincrasia y las costumbres del hombre de Buenos Aires, sino sus propias preocupaciones existenciales y hasta sus inquietudes religiosas.
Hombre de extensa cultura, gran lector de Quevedo y traductor de Baudelaire (él lo llamaba Carlitos Baudelaire), vivió para la noche, las copas y los amigos y, para servir a la poesía, esa diosa cuyo resplandor —según Calvetti—, también alumbra la noche de los bodegones. Y como servidor que era, se consideró, humildemente, menos poeta y periodista que artesano de la palabra.
Con el soneto
titulado, precisamente, “El artesano”, de “Bien debute y a la gurda”, libro que
tuve el privilegio de presentar una noche en El Viejo Almacén, quiero poner
término a esta charla un tanto deshilvanada sobre poetas y periodistas.
El soneto de
Giribaldi comienza con un juego paródico en el que imita los versos iniciales
de una famosa composición de Darío: “Yo soy aquel que ayer nomás decía/ el
verso azul y la canción
profana...”. Giribaldi escribió:
Yo soy aquel que
ayer nomás batía
el verso mugre y
la canción ranera.El que casi amasija a una mechera
que el mate cebó con agua fría.
El que quilombizó
la taquería
la vez que cayó
en cana en la tercera,cuando escribió en una pared fulera:
¡Quevedo volverá! La Poesía...
El trompa y el
peonacho de la rima,
el que apiló
palabras a destajo,el que en la viola fue bordona y prima.
Y al fin de su
jornada de trabajo
siente que el
mundo se le viene encimay canta un mundo que se viene abajo
* Nota de
dirección: Aunque su vida fue sin duda un paradigma tanguero, curiosamente,
Daniel Giribaldi no escribió ningún tango. En nuestra sección La
Biblioteca/Letras, figuran dos temas de su autoría, un tango y una milonga pero
en realidad se tratan, de un soneto, “El velorio” y de un poema alegórico,
“Milonga de don Quijote”, musicalizados ambos por el guitarrista mendocino
Jorge Marziali y que no estaban pensados para ello. Asimismo, encontramos en
SADAIC siete composiciones más de otros músicos, que también se inspiraron en
su poética.
Texto leído por
Antonio Requeni en su incorporación a la Academia Nacional de Periodismo.
fuente: TODOTANGO.
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