A LA DERIVA
“Pobrecita la Inesita,
tiende ancho y duerme solita”
Zamba Soltera – Autor: Cuchi
Leguizamón
La única habitante de la enorme isla
soy yo.
Solamente yo.
Flota por aguas tormentosas
y me aferro a las sábanas para que no
me trague
el remolino que aparece,
dos por tres, solapado,
murmurando cosas,
murmurando cosas.
Sopla un viento desencantado
por arriba de mi cabeza,
me despeina los pensamientos
y se queda, muy cómodo
en la boca del estómago,
extendiéndose, extendiéndose.
Lejos está el tiempo en que las lianas
estiraban sus brazos, enlazándonos,
en que el perfume de las flores
nos hacía felices,
en el que había risas permanentes
y descubrimientos de nuevos arroyos,
de cielos prodigiosos.
La isla ya no tiene palmeras.
Es un páramo.
A los costados, se ahogan los sueños
compartidos.
Y un hueco se hace cada vez más
profundo
en la almohada de la izquierda.
Las siete de la tarde me atacan, día a
día.
Se muestran amables, con ese reflejo
que apenas se despide
en los vidrios de la cocina,
con ese color escurridizo que amasa
las esquinas
de los muebles y acaricia levemente
las paredes
y entonces la melancolía,
esa que últimamente me acompaña,
me muerde.
Puede ser una canción,
quizás el perfume insolente del jazmín
que brotó,
indiferente a todo lo demás,
o de repente un escalofrío.
Podrían ser las seis, también.
Es esa hora imprecisa, de un café, de
una mirada
lejos, de una risa, de una frase.
Y los recuerdos ahí, solapados.
Las siete de la tarde, las seis, las
cinco.
La tarde. El sol que se refleja en los
vidrios de la cocina.
El alma.
Las siete, las seis, las cinco.
Son asesinas seriales. Todas. Todas.
La tarde,
el sol que se desmaya,
el pájaro que chilla,
las siete, las seis, las cinco.
La tarde. La tarde. Esa hora.
Y quien dice que no se puede morir de
amor sin morirse.
Quien dice. A ver.
Que venga y me lo diga en la cara.
Alicia Márquez.
Antología Capricho
de la serie Rapsodia, ensamble de voces.
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