martes, 1 de agosto de 2017

LAS PRETEXTAS, MARIO DOLDAN



LA CURA

El dolor entra por los labios, o por los ojos, y se propaga.

Sabe al alcohol de los marchitos, al peso de los culpables,
es la imagen del silencio de los muertos.
Uno aprieta el puño como luchando, y cierra los ojos
para decir basta, o maldice, o se resigna.

Hay veces que quisiera - en serio quisiera – dormir
sin espinas en el cuello.

Pero el dolor es una invasión visceral, esquelética:
llega al corazón con sus pasos de hambriento, hasta doler
con sus punzas, con sus dedos, con sus artificios de asesino.

En las noches me rebelo, me sacudo y me retuerzo, y nada
sucede con esa mancha: es el lunar de los humanos,
el eje de una mortalidad redonda, circular.

Es el inicio de la vida, su transición y su final.

Es el hilo que somos. Somos seres ulteriores al dolor…

Asisto, de esa forma, a los fenómenos del mundo.

(Pero a veces, cuando ríes, dejo de creer en estos hechos sustanciales…)

MARIO DOLDAN.
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