La Fundación Florencio Molina Campos se constituye en 1969
con el objetivo de custodiar, conservar y difundir la obra del artista,
mediante muestras, publicaciones, eventos y medios en general.
Esta difusión de la obra de Molina Campos permite iniciar
una tarea de comprensión y transmisión de la cultura argentina, con lo que tiene
de original, único y valioso. A la comprensión de lo propio, de lo nuestro y a
su difusión dentro y fuera de nuestras fronteras, se orienta esta Fundación que
lleva el nombre del pintor.
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www.molinacampos.org
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BIOGRAFIA de FLORENCIO MOLINA CAMPOS:
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El 21 de agosto de 1891, nace Florencio Molina Campos, en casa
de sus abuelos maternos, don Manuel Ladislao Campo Escobar y doña Josefa
Delfina Campos López Camelo, situada en la calle Lavalle 1693, de Buenos Aires.
Son sus padres don Florencio Molina Salas y doña Josefina del Corazón de Jesús
Campos y Campos, ambos integrantes de viejas familias porteñas entroncadas con
importantes personajes de la Colonia y de la historia nacional. De niño asiste
a los colegios de Lasalle, El Salvador y Nacional Buenos Aires y en las
vacaciones visita la estancia paterna de “Los Ángeles”, en el pago del Tuyú,
(hoy Gral. Madariaga). Allí aprende a querer y a conocer profundamente a los
hombres de campo y a enamorarse de los paisajes pampeanos que infinitas veces
llevará a sus cuadros. En Los Angeles del Tuyú nace su vocación.
De allí la familia pasa, alrededor de 1905, a “La Matilde”,
en Chajarí, Entre Ríos, frente al río Uruguay. Tienen casa en Concordia, pero
el placer de los varones es permanecer en el campo, con la gente de trabajo,
visitando puestos, ayudando, para aprender el ancestral arte de los hombres del
campo. Allí se prolongan los días felices de la niñez. Más de una travesura
recordará don Florencio de esos años, pero ese mundo se quiebra abruptamente el
26 de marzo de 1907, en Concordia, donde muere repentina e inesperadamente don
Florencio Molina Salas, su padre. De allí en adelante todo será diferente.
Comenzará a sentir nostalgia por el mundo perdido y a volcar en cartones las
escenas camperas que lo harán famoso.
“Florencio Molina Campos es uno de los guardianes de la
Argentina vieja, esa que yo novelé en ‘Ramón Hazaña’ y en ‘Cancha Larga’”, dijo
el escritor y político uruguayo Eduardo Acevedo Diaz, y continúa describiendo
su obra afirmando:
“Se ha dicho mucho en justo elogio de las figuras humanas de
este artista y poco de la notable presentación del paisaje de la antigua pampa.
Porque la pampa de Molina Campos, no ha sido transformada por la agricultura.
Bien la representa en sus cuadros, como cosa tendida en reposo, bajo un arco de
cielo de la vastedad del marino, dándonos una idea de su silencio de vida, de
aire de pensar las cosas. Cuando se la contempla o se la evoca, por sugestión
de su arte, nos damos cuenta de que sus caracteres fisiográficos y estéticos,
forjaron el modo de ser de sus antiguos habitantes.”
“Vemos renacer en su pincel, la llaneza de vida, es decir,
vida no limitada, abierta como el paisaje; parsimonia en el hablar, y
pensamiento reflexivo, equivalente a la sencillez de sus líneas, hospitalidad,
consecuencia de lo que es vasto, sin amparo. Aquellos hombres, eran hijos del
horizonte. Algunos han quedado, entre ellos Florencio Molina Campos. Por virtud
de su pincel, los que pasaron, los muertos, son los sobrevivientes...”
En 1920 se casa con Hortensia Palacios Avellaneda y se
instala comercialmente en Florida 470 bajo el rubro “F. Molina Campos y Cía.
Comisiones en general”. Al año siguiente nace su hija Hortensia María y en
diciembre debe disolver la firma por problemas económicos. Su matrimonio llega
a su término en 1924.
En 1926 realiza su primera exposición en la Sociedad Rural
de Palermo con gran éxito. El presidente de la nación el doctor Marcelo T. de
Alvear visita la misma y le nombra profesor de dibujo del Colegio Nacional
Nicolás de Avellaneda, donde por 18 años dictó cátedra con el convencimiento,
según decía, de sentirse “mejor maestro que dibujante”.
A juicio del académico de Bellas Artes y conocido crítico
Córdova Iturburu, “Cuando Florencio Molina Campos expuso por primera vez en la
Sociedad Rural Argentina, sus caricaturas gauchescas realizadas al pastel y sus
estampas, suscitaron un singular interés entre el público habitual de los
certámenes rurales. Aquello era algo nuevo, inusitado. Lo inesperado era que el
artista veía al gaucho como el gaucho se veía a sí mismo. No era el gaucho del
poeta o del historiador o del narrador fantasioso. El secreto del inusitado
éxito de Molina Campos en los medios rurales del Río de la Plata reside en su
identificación absoluta con el hombre de esos medios. Los mira con los ojos con
que se miran ellos y los considera con su mismo espíritu entre burlón y
afectuoso. Su risa es bondadosa. Es risa de comprensión y cariño”. Añade
Córdova Iturburu: “su obra, seguramente, perdurará. Es la obra de un artista
que vivió con hondura y humildad ciertos aspectos humanos de un modesto sector
de su propio pueblo y lo traspuso en su labor, con el generoso espíritu,
risueño y bondadoso, de un entrañable cariño”.
Sus paisanos, según el pintor Pío Collivadino, pintor
argentino de gran influencia, están “deformados armoniosamente”.
En 1931 aparece el primer Almanaque de “Alpargatas”,
encargado por la conocida empresa. Estos almanaques continuarán hasta 1936 y
luego se imprimirán en una segunda etapa desde1940 hasta 1944. De inmediato, el
público rural los adopta y colecciona sus números mes a mes.
El 21 de junio de 1932 contrae matrimonio por segunda vez
con María Elvira Ponce Aguirre. En ese año la Comisión Organizadora de la
Exposición del Centenario de Concordia le solicita que participe con sus
cuadros en la misma. Concordia está muy unida a sus recuerdos; allí fue feliz
en su juventud y allí también murió su padre. No sólo participa en la muestra,
sino que dona un cuadro a beneficio del Hospital local.
En 1939, lo contratan firmas norteamericanas para efectuar
publicidad comercial, a través de campañas de seguridad, avisos a doble página
en las más afamadas revistas y cartelones en los caminos. En 1943, lo contrata
la firma Minneapolis para sus almanaques y los célebres gauchos de Molina
Campos ganan la calle, copan los bares, los ranchos del Oeste norteamericano y
las instituciones públicas y privadas los piden como testimonio. Sus cuadros
figuran en el Museo “Horse of the Americas”, en la Universidad de Texas, en
Austin, Estados Unidos, y es el único artista extranjero expuesto en la Galería
de Charles M. Russell, de Montana.
Cesáreo Bernaldo de Quirós, una de las figuras más visibles
de la pintura argentina en el siglo XX, decía de él: “Molina Campos es el
creador personalísimo de ese personaje que, derivando del gaucho legendario, a
quien tanta gloria le cupo como soldado de Libertad y como montonero en las
guerras intestinas, gesta sus últimas bizarrías dentro de su natural coraje.
...Su lápiz y su pincel fueron requiriendo trazos que la imaginación opulenta,
bizarra, del artista, marcaba en el papel. Solo, sin academias ni maestros,
traduciendo esa verdad que llevan los predestinados, fue contando Molina Campos
todo lo que sabía y había percibido en el campo abierto, en el 'rodeo', en las
'fiestas', en la 'pulpería', y en ese enorme conocimiento de 'pilchas' y sus
nombres, y pelos y marcas de 'montados'... Así fue plasmándose ese personaje
suyo, el gaucho: el Gaucho de Molina Campos.”
En 1942, Walt Disney lo contrató para sus estudios en
carácter de asesor, para la realización de varias películas de ambiente
argentino. Esta relación profesional duró poco tiempo, ya que Molina Campos
objetó la falta de rigor documental de los dibujos producidos en los Estudios
Disney.el fausto La relación de amistad perduró durante toda la vida, pero se
malogró la idea de recrear sus queridos paisanos junto con Disney. De todos
modos, su obra quedó plasmada en “Goofy Goes Gaucho” y “The Flying Gaucho”, presentados
en la Argentina como “El burrito volador”. También colaboró en “Saludos
Amigos”, una película que narra el viaje de Disney por Sudamérica. En ese año
ilustra el “Fausto” de Estanislao del Campo, editado por la editorial Kraft, y
en 1946, “Vida Gaucha”, libro de texto para estudiantes de español en Estados
Unidos. Dejó completos los dibujos para una edición de la “Tierra Purpúrea” de
G. H. Hudson, y bosquejó ilustraciones para el “Martín Fierro” y “Don Segundo
Sombra”.
En 1950 conquistó el Premio CLARIN, Medalla de Oro del V
Salón de Dibujantes Argentinos y en1956 actuó en el cortometraje “Pampa Mansa”,
que fue presentado en el Festival de Berlín, donde estuvo presente.
Una treintena de exitosas exposiciones hicieron conocer sus
originales en el país, en los Estados Unidos –donde tuviera en Edward Larocque
Tinker un ferviente admirador-, en Francia y Alemania. Sus cuadros se
encuentran en numerosos museos y colecciones privadas del mundo y realizó
paneles para la South American House de Londres, ciudad en la que contaba con
destacados admiradores.
El crítico de arte Rafael Squirru escribió en la Carpeta N°
1 Florencio Molina Campos, Buenos Aires, 1972: “Como pocas, la obra de Molina
Campos plantea la espinosa problemática del creador en nuestro medio, desde su
significado social hasta las peculiaridades de su estilo. El género
caricaturesco al que pertenece el grueso de su producción, oscurece hasta
cierto punto la trascendencia estética que, sin duda, tuvo desde sus comienzos.
Aunque se conservan pocos dibujos de Molina, es evidente que, en ese aspecto
que Ingres llamó la probidad del arte, es donde descuella la seguridad de un
trazo fino y agudo puesto al servicio de su propia imaginería.”
Luego del Festival de Berlín y ya de regreso al país, llevó
a cabo en la galería Argentina, la que sería su última exposición. Estuvo
integrada por 80 obras y el éxito fue total: se vendieron 70 cuadros. Tras el
evento, se internó para hacerse una pequeña operación y el 16 de noviembre de
1959 falleció por una complicación cardíaca.
Fue miembro de numerosas instituciones culturales,
artísticas, profesionales y folklóricas y sostenedor ferviente de la tradición
de la patria que tanto amó.
Cuando Florencio Molina Campos murió, al decir de su amigo Edward
Larocque Tinker, “el mundo perdió un genio que había dedicado su vida a llevar
alegría a un mundo en tensión, por eso, qué mejor epitafio pudo haber tenido
que este: Hizo sonreír mucho a millones”.
página webb
de la FUNDACION MOLINA CAMPOS:
www.molinacampos.org
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publicado para DIFUSION de la obra del artista:
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