En 1919 nació: Mauricio Rubistein
Efemérides de TODOTANGO.
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ENTREVISTA A MAURICIO RUBISTEIN.
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Nombre
real: Rubistein, Mauricio
Periodista
gráfico y radial
(19 enero 1916 -
18 julio 1984)
Lugar de
nacimiento:
Buenos Aires
Argentina
Entrevista de AMERICO TORCHELLI
publicada en la página webb TODOTANGO.
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Introducción de la Mesa de Redacción.
Mauricio Rubistein, no escribió letras para tangos, ni
pretendió componer la música. Lo suyo fue hablar del tema en sus programas
radiales, como aquel Diario de la música popular que se emitía por Radio El
Mundo y otros ciclos similares. También escribía notas en las revistas del
medio artístico. De padres ucranianos, los hermanos Rubistein nacieron en
Argentina y vivieron en la calle Catamarca 945. Mauri fue el creador de PACA,
Primer Archivo Cinematográfico Argentino, que proveía de extras a los estudios
de cine cuando lo solicitaban.
A continuación el reportaje realizado, en 1982,
por Américo Torchelli para la revista Status, ya desaparecida:
Pinta de hombre común, sus pasiones son varias: el
periodismo, la lectura, la amistad, los cuadros, que salvo en el baño y en la
cocina cubren casi totalmente cada pared de su departamento de 300 metros
cuadrados en pleno centro de la ciudad. Dijo: «Mi casa es la de un bohemio
bacán». Los libros y los cuadros están en su mayoría dedicados, uno de ellos
por Gardel, entonces pregunto:
—¿Gardel tenía en su época la fama y el fervor popular que
tiene hasta hoy?
«Era un cantor importante. Pero en cuanto a
popularidad, hubo algunos que lo superaron. El caso de un cantor apenas
regular, Santiago Devin, que se hizo famoso —por un tiempo solamente— con el vals
lacrimógeno, “A su memoria”, de Antonio Sureda y Homero Manzi. Llegó a hacer
tres representaciones por día. Gardel por última vez en el país hacía dos con
la platea a medio llenar. Y fueron más populares, no mejores, Ricardo Ruiz,
Domingo Conte e incluso Agustín Magaldi con parte de su repertorio de protesta.
A Gardel lo ayudó el cine, el ser exitoso en Europa y la forma que murió.
Insisto, pero fue el mejor. Por eso perdura».
—Usted habla de ese tiempo como si hubiera sido ayer y como
si lo hubiera vivido muy cerca.
«Nosotros éramos diez hermanos y vivíamos en la calle
Catamarca entre Estados Unidos y Carlos Calvo. Mi viejo era zapatero remendón y
había llegado al país en 1906, vivió en el conventillo Las Catorce Provincias.
Mi hermano Luis vendía cuadros por la calle y yo con cinco años junto a otro
hermano, pomada y cordones para zapatos. Y todos los días le traíamos diez
pesos a la vieja. A los doce años, empecé con el periodismo, después jugué
fútbol en la sexta de San Lorenzo. Hice box y me rompieron el alma en mi debut,
fue en el Mármol Boxing Club, no fui nunca más».
—¿Periodismo a los doce años?
«Sí, fue en el año 1928, en El Alma Que Canta, me ocupaba
del correo de los lectores. Por supuesto muchas veces el lector era yo. Trabajé
en Sintonía, desde su creación hasta cuando dejó de salir, siendo la revista
más importante en su tiempo, allí pasé 25 años. Hay que sumar Caras y Caretas,
Radiolandia, Antena, Estampa, programas radiales sobre el tango, y mucho más.
Conocí muchísima gente, yo hice un culto de la amistad y todos los sábados
invito a un almuerzo a veinte o treinta personas, pintores escritores, hasta
algunos políticos y gente de nuestro medio artístico y en ellos no se esconde
nada, hablamos de todo sin reprimirnos, una vez a un ministro le advertí: «Mire
que le pueden decir boludo y se la tiene que aguantar». Mujeres sólo una vez al
año. Son reuniones para hombres».
—Es una postura típica del porteño, me refiero a la amistad
y el pudor porque no podrían hablar libremente.
«Buenos Aires y el porteño son irremplazables. Yo viajo
mucho, pero vuelvo. Somos muy hospitalarios. Acá enseguida trabas amistad y ya
lo estas invitando a comer sin conocerlo. Eso no pasa en ningún lugar del
mundo. Acá uno encuentra tipos muy especiales, casi únicos. Recuerdo a Roberto
Noble, el fundador de Clarín, lo conocí antes cuando colaboré en su revista
Caricatura Universal. Él, de una hora a otra era abogado, luego lo dejaba y por
la tardecita era periodista y a cierta hora, el Rey de la Noche. Otro fue
Poroto Botana, un hermano para mí, de su padre Natalio (creador del diario
Crítica) aprendí mucho. Otros fueron Samuel Eichelbaum y César Tiempo».
—¿El trabajo debe ser una diversión?
«Para mí, si no es una diversión no lo hago. A pesar de que
reconozco que cada día es más difícil divertirse con las complicaciones de la
vida moderna».
—¿Antes era igual cuando usted empezó?
«Antes era diferente. Había un privilegio y tristezas, éstas
eran por los sueldos bajos, la falta de protección y el privilegio, conseguir
un peso que se estiraba. Podías comer un puchero en El Tropezón y sobraban
veinte centavos para el bondi. Había menos necesidades, menos angustias, menos
trampas para vivir. Hace poco un ministro dijo que las empresas quebraban pero
los empresarios no. Queremos viajar en primera con boleto de cuarta, estas
cosas nos dan un aire de superioridad, somos un poquito fanfas. Y después ya en
la década del ‘40 se creó la necesidad del consumo y cambiaron muchas cosas. En
aquel tiempo surgió un chiste que se hizo famoso, con respecto a la
idiosincrasia de ciertos argentinos y la trampa. Un paisano, judío como yo, le
dice a su esposa: «Mirá Rebeca, si me sale un negocio que estoy haciendo nos
vamos un mes a Israel. ¿Y si no te sale?, le preguntó. Entonces nos quedamos a
vivir en Israel».
Pero no he conocido sólo esa cara, eran minoría, pues siempre
existieron los hombres de bien, tipos honestos. Siempre recuerdo como un
ejemplo a quien traté mucho, Magaldi. Yo paraba en la Confitería Real de
Corrientes y Talcahuano, con Enrique Cadícamo, Gerardo Matos Rodríguez, José
Razzano y otros. Era un muchacho triste, cuando hacía frio usaba siempre un
sobretodo color ladrillo, lo cargaban mucho. De origen humilde y de una nobleza
incomparable. Una noche estaba leyendo Crítica y me pidió que lo acompañara.
Tomamos un taxi e indicó la calle Perdriel, en Parque Patricios. Me quedé en el
auto y el entró a una casa muy vieja con una escalera de madera que se venía
abajo. Volvió enseguida. Cuando le pregunté el motivo no me contestó. Luego en
mi casa me pongo a leer el diario y en un recuadro se destacaba que al día
siguiente rematarían la casa de una mujer anciana por falta de pago. Fue a
dejarle el dinero. Y tengo varias más de Magaldi».
—Un par de anécdotas que recuerde y terminamos.
«Uno hace cosas sin quererlo, lo traiciona el inconsciente.
Un caso es Lucio Demare con “Malena”. Homero Manzi le entregó una letra para
que la musicalizara. Cuando después de varios meses se acordó, le salió de un
tirón. Se grabó rápido, se cantó mucho, un exitazo. Me llama Lucio, repasando
en el piano se dio cuenta que la melodía estaba copiada de una composición
clásica. Estaba preocupado o entristecido. Pero “Malena” ya era famoso, no
había nada que hacer. Hasta hoy muchos, la mayoría, no se han dado cuenta. Y
luego lo de Troilo y “Una canción”, apenas se conoció lo fue a ver la viuda de
Francisco de Rose, autor de la música de “Qué viejo estoy”, el estribillo era
igual. El Gordo quedó azorado, entonces le cedió a la señora los derechos de
autor».
fuente: TODOTANGO.
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