martes, 25 de abril de 2017

BIBI ALBERT, ELLA

Compartimos el poema Ella, de la poeta BIBI ALBERT
que gentilmente nos remitiera a nuestro pedido,
simplemente porque es una preciosura que debe ser difundido, como muchos otros poemas del grupo Las Pretextas, que Bibi coordina y es una de sus fundadoras.

Este poema está dedicado a otra enorme poeta, e hija, María Laura Coppié.
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ELLA

Ella, la que camina

por el medio del tornado
como una novia por la alfombra roja.
La de la frente alta, irreductible,
la de la fe // desenterrada.

Ella la bailarina,
la diosa de las selfies,
la enlutada jamás.

Ella, la seductora,
la libre, la radiante,
la de la carcajada de maíz,
la visible invisible.

Ella, la indesistible,
la empecinada ella,
la imperdo-nan-te ella,
la de bajar persianas igual que guillotinas,
la delicada contundencia.

Ella, la de manos de hada,
la de boca que inventa
un idioma de besos
con sus muequitas rojas,
la de uñas como pétalos,
la de voz de marea,
la dueña del arcón de la sabiduría,

la de ojos feroces,
la de ojos de alud y de rincones,
la de ojos posando
para el artista que entendió sus ojos.

Ella, la amante, la amorable,
la inolvidable desenamorada,
la sin miedo, la sin tregua,
la de fundar París en cada plaza.

Ella, la ilimitada,
la encielada, la entilada,
la plena, la que sabe
apaciguar mis miedos.

Ella, la que me anima,
la hija que me madra,
la madre que alfarea
esas dos autoestimas
que de su amor dependen.

Ella, miss universo de las gárgolas,
sereno mascarón de proa
en nuestra balsa a salvo.

Ella, la misma, la sin dudas,
de repente
desborda.
Como un aljibe al ras que no tolera
el peso de una hoja.

Y llora / llora / llora / llora /
llora / llora / llora / llora / llora / llora.

La acuno y organizo
los demás dormires de la noche,
la acuno y desenredo su pelo con los dedos,
la acuno, le hablo apenas,
se adormece y me echa,
dice que nunca puede, que la deje.

Ella, la poderosa, llora
toda la madrugada y toda la mañana y todo el día,
y todo su bañarse, su vestirse y salir.
Sin edad, sin urgencia,
sin que nada más exista
que el automaticismo y el dolor infinito.
Hasta agotar el llanto
que acumula en silencio.

Y tanto riego
le decreta primavera en pleno otoño.
Y reflorece // ella.
La que sigo acunando sin tocarla.

La ella mía, la ella de ella.
Ella elleando,
como si nada, como si todo,
como siempre después de los diluvios.

Bibi Albert.
 

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