jueves, 28 de abril de 2016

RAMON AYALA, EL HOMBRE QUE NO TIENE FINAL




Ramón Araya: El hombre que no tiene final

publicado en REVISTA MATICES.COM.AR
en Cultura, Sociedad 9 abril, 2016
Texto y fotos: Pablo Donadio
http://www.revistamatices.com.ar/ramon-arayael-hombre-que-no-tiene-final/


Ramón Ayala es uno de los emblemas vivos de la región a la que le canta, le escribe y le pinta. Y, de la que asegura, jamás se ha ido. En todo caso lo ha hecho “con la tierra puesta encima”, entre verdes de selva y cosecheros, mujeres sensuales y caminos dominados por el rojo. Su charla con el Che Guevara y la fe en el hombre, acaso el tema de sus más de 300 canciones, 9 libros y decenas de cuadros.


Su ancho bigote me interpela. Lo miro fijo, tratando de develar qué secretos, qué paisajes que atesora ese nutrido ramillete. “Seeelva, noooche, luuuna, pena en el yerbal. El silencio vibra en la soooledad. Y el latir del monte quiebra la quietud, con el canto triste del pobre mensúuu… ¡ooohhh, ooohhh! ”, larga de pronto. “Impresionante… Ahora estoy mejor que nunca mi amigo… ¿o no tesoro?”, dice Ramón Ayala, y le pregunta a Teresa, su mujer. “Sí mi vida, cantas hermoso”, le contesta la paraguaya, bella, sonriente, que prepara mate al otro lado del pasillo. “¡Qué locura, qué locura!”, repite, y va a la carga nuevamente: “El viejo río que vaaa, cruzando el amaneceeer, como un gran camalotaaal lleva la balsa en su loco vaiveeén”.

Mientras canta, con una mano señala el horizonte, supongo yo hacia el lado donde su Misiones amada late en rojos, verdes y marrones. Con la otra, como un gran director, señala que le entre a la chipa caliente que humea sobre la mesa. A los 78 años no tiene tiempo que perder, y por eso está tomando clases de canto, y se siente pleno, exultante. “¿Sabe mi amigo periodista cuál es el mejor momento de mi vida?”, me pregunta, y se contesta solo: “Este. Me están pasando cosas asombrosas. Cosas que he soñado toda la vida y ahora florecieron, están vivas, están aquí. Vos dirás que estoy loco, pero no…”. Se levanta y se desaparece en el pasillo. Estoy por liquidar la chipa cuando sale con un libro en la mano. “Este mi amigo -Casa Asombrada, relato de uno de los hogares de niño donde vivió con su familia- lo ha publicado la Universidad Nacional de Misiones. Toda una señal de ese único dios en el que creo, que me dice que no debo dormirme en los laureles, que hay estar en permanente transito, abierto a los caminos de la vida”.

_ Hablando de caminos… ¿Es cierto que estuvo en Kurdistán, en una isla de pescadores de perlas, o ese es otro un mito litoraleño?

_ Estuve, sí señor. En la mismísima Bahrain, justo en frente a Qatar, cuando visité Libano y otros países de la región. Y en la isla fui a la iglesia de los adoradores del diablo… ¿Qué tal, eh?

_ Casi un cuento de las “Mil y una noches”.

_ Usted lo ha dicho. Lo interesante es que ningún tipo de este país estuvo allá jamás. Y yo tengo cinco horas de video filmadas ahí con esos tipos. ¿Qué me decís, eh?

_ Primero, que está un poco chiflado. Y después, que debe ser buen conversador.

_ Chiflado y con una golondrina en el alma mi amigo. Hay veces donde tenés la oportunidad única de asomar el hocico a la maravilla, al misterio de esos viajes sin fronteras por tierras lejanas. Son oportunidades que la vida te prodiga y si no las aprovechas es porque sos un reverendo boludo. Y si la vida es la oportunidad, no hay que parar de moverse mi amigo periodista.

_ Hay luz, verde y mucha tranquilidad en esta casa. Casi un paraíso en la enorme y caótica Buenos Aires. Así y todo, ¿no extraña su selva?

_ Este es mi refugio, un lugar de pensamiento, de paz y creación. Y no extraño mi tierra porque nunca me he ido. En todo caso me fui con la tierra encima. Hay muchos misioneros que estando allí no ven su monte, su río, aunque anden con un acordeón encima y lloren por ahí las nostalgias de la tierra. Si llevás tu pago en el alma, la distancia te permite ver desde lo alto como las aves. ¿O no hay que alejarse del árbol para poder ver el bosque?

_ ¿Esa perspectiva le ha servido para la creación?

_ Me ha indicado qué cantar y qué callar. Un ejemplo es El Mensú. ¿Vos sabes cuántos misioneros deben haber visto ese cosechero emblema de la yerba mate? Pero nunca le escribieron. Nunca los asombró. Y el asombro es el niño que uno lleva adentro. El que no tiene asombro ha matado su niño.

_ ¿Es cierto que ese himno litoraleño lo cantaba El Che Guevara?

_ Eso me dijo. Estuve conversando con él en 1962 en Cuba, cuando me invitaron desde el Instituto de Amistad con los Pueblos, que organizaba un encuentro sobre la canción de protesta. Ahí me enteré que en la Sierra Maestra cantaban El Mensú. “Estuve cantando tu canción con los compañeros en los fogones, Ramón Ayala”, me dijo Ernesto. Yo lo tomé como un halago y nada más. Por vergüenza, y porque a decir verdad era un pendejo de 25 años que no sabía aún de la magnitud de ese hombre y sus ideales. Pero lo atesoro como un regalo de la vida.

De la selva a la Patagonia

Entre sus muchas inquietudes, Ayala está tomando clases vocales, y asegura que nunca en su vida cantó como ahora. En paralelo, pinta, escribe y prepara un trabajo sobre la integralidad sureña. “La Patagonia profunda es un descubrimiento por venir. Un terreno poco trabajado que no posee canción al mar Atlántico, al río de la Plata o al albatros. No hay un tema hecho al pastor de ovejas por ejemplo, esa mezcla de indio y criollo, de intelectual y de viento. ¿Cómo, mi amigo, explica usted que no haya una canción para ese tipo extraordinario?”, se pregunta. Si a cada paisaje su flora, su fauna y su ritmo, don Ramón lo explica a la perfección. “Fijate que la música de Corrientes, Misiones y parte de Brasil y Paraguay es húmeda y saltona como el propio río. Te arremete exaltada: ´En un pueblo de Asunción gente viene vaaa. Ya está llegando el tambor, la galopa va a empezaaar…´”, entona a los gritos, con los brazos abiertos. Hace una pausa, baja la cabeza y agrega: “La milonga en cambio es contemplativa, es filosofía pura: ´Porque no engraso los ejes, me llaman abandonado… Si a mí me gusta que suenen, pa qué lo quiero engrasao…´. Ahí lo tenés a Yupanqui, espejo de todo aquello, un hombre que cargaba con una sabiduría de tres vidas y un carácter que mamita querida… porque tiene su costo construirse en poeta, poder decir: ´Con permiso voy a entrar, auque no soy convidao. Pero en mi pago un asado no es de nadie, y es de todos´”.

_ Cada vez que llega a un festival la gente explota. Pero le he escuchado decir muchas veces que le importa el afecto más que el reconocimiento. ¿Se siente un tipo querido?

_ Hasta el día que me dijeron que me parecía a Charles Bronson, si… (risas). Y digo eso porque me gusta comunicarme con la gente, reírme con ellos. Reírse es maravilloso amigo. Hace bien al cuerpo y al espíritu. Permite pensar mejor. Tener una mirada más larga, y no corta. El hombre de mirada corta va por la superficie, por la piel de las cosas, el éxito, pero no se entera de nada importante. El de la mirada larga va al caracú, se nutre de la visión poética, científica, tiene el sentido abierto y la cabeza para pensar, no para hacer contrapeso con el cuerpo. Ese hombre es la evidencia, la constatación, y no por eso deja de ser el mayor misterio. Creo fervientemente en el hombre y sus posibilidades, incluso más que en Dios. Y así como no sabemos de nuestro comienzo ni de dónde venimos (porque no lo sabemos), tampoco sabemos de nuestro potencial ni de nuestro final. Por las dudas, igual, a gastar todas las fichas aquí antes que ponerse a dormir, eh…

Quién es…

Ramón Gumercindo Cidade (Ramón Ayala) nació hace 78 años en Garupá, un pueblito a orillas del Paraná, a 15 kilómetros de Posadas. Desde entonces lleva más de 300 canciones populares, nueve libros, una película en su nombre y varias exposiciones de pintura. Ha sido galardonado además con decenas de menciones, premios y reconocimientos. Pero si hay algo que lo enorgullece es la creación del Gualambao, un ritmo que no es 6×8 (joropo, chamamé, malambo, chacarera, gato, cueca) ni 2×4 (tango, rasguito doble, takirari, música afro y del Brasil) sino que posee 12 octavas y una acentuación única, trascendiendo así las fronteras latinoaméricanas a puro baile.

Cubismo realista

La casa de Ayala está plagada de pinturas, que expone desde antes de grabar su primer disco. Es una suerte de cubismo menos geométrico, más “realista”, como le gusta decirle a él. “Tomo el pincel y algo mueve todos los resortes interiores y me lanza como un loco sobre la tela. Entro en un clima que nadie puede sacarme de ahí sin que al menos lo reputee”, dice. Tal es la fama de sus pinturas que varios personajes de la cultura, los medios de comunicación y hasta un reconocido guitarrista australiano, compraron sus obras.

“El hombre de mirada corta va por la superficie, por la piel de las cosas,
el éxito, pero no se entera de nada importante. El de la mirada larga va
al caracú, se nutre de la visión poética, científica, tiene el sentido abierto
y la cabeza para pensar”

fuente:
REVISTA MATICES.COM.AR
Nota y fotos de: PABLO DONADIO
http://www.revistamatices.com.ar/ramon-arayael-hombre-que-no-tiene-final/

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