Los bailarines de tango – Eugenio Mandrini
(Un homenaje al vértigo)
Los bailarines de tango
merecerían bailar en los patios del
cielo.
Los bailarines de tango
bailan para que la noche y la ciudad
descansen de las furias del día,
bailan para que sea olvido la muerte
y tantas otras sombras que nublan el
aire,
bailan para que las penas, por un
momento,
dejen de llover en la cara de los
solos,
bailan para que en la espuma y el
oleaje de sus pasos
haya algo del mar que siempre soñamos.
Bailan porque bailar
es la puerta de entrada a los patios
del cielo.
¿Pero quienes son los bailarines de
tango?
¿Fantasmas que flotan a ras del piso?
¿Cantores que gesticulan con los pies?
¿Hojas de un otoño azul jugueteando en
el viento?
¿Inventores de laberintos con sus
zapatos
lustrados por la pomada del infierno?
¿O son los que pulen baldosas y las
dejan
como espejos para que la luna se peine
y los perros enloquezcan?
Los bailarines de tango
merecerían bailar en los patios del
cielo.
Yo he visto a vagabundos
detenerse y entibiar la distancia,
al verlos bailar.
He visto en los amantes el deseo
de quemarse en ese otro fuego,
al verlos bailar.
He visto a poetas llenarse de
resplandores
los ojos y, acaso, la sangre,
al verlos bailar.
He visto a los locos volver del más
allá
y en la mitad del grito, sonreír,
al verlos bailar.
Y no sería extraño
que pájaros y astronautas se marearan,
al verlos bailar.
Los bailarines de tango
ya están bailando en los patios del
cielo.
Los veo ahora mostrar su arte
de asombros y relámpagos
embrujando a los ángeles –criaturas
invisibles de sangre celeste- que
darían sus alas
por aprender a bailar.
Los bailarines de tango
seguirán bailando en los patios del
cielo
hasta que Dios, el ausente,
aparezca de pronto
y aplauda.
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