jueves, 27 de marzo de 2014

HECTOR NEGRO, DIOS Y YO



DIOS Y YO
A veces,
en las tremendas tardes de Buenos Aires,
cuando el delirio y la prisa
sacuden los grillos
que aún quedan,
en las cabezas de los hombres;
entre la cifra y el horario,
entre las frenadas y los mordiscos afiebrados
que tratan de sobrevivir en la locura,
saco unos papelitos
pequeños como alas de libélulas,
blancos como esas nubes
que nadie tiene tiempo de mirar
y escribo
Trozos de poemas,
imágenes, canciones,
sueños sin medida,
palabras para las muchachas
que me escapan apuradas
e indiferentes,
versos...
Porque quiero salvarme,
salvar algún pedazo,
dar de comer a mis pájaros
atender a mis grillos

Y llenar con toda mi música
y la música que nadie aprovecha,
mis bolsillos cansados.
Por eso voy silbando
y canto a media voz en plena tarde
y sobrevivo a mi manera.
Hasta que el crepúsculo
desata mi alcancía de sonidos con alma,
mueve mis ramas
hace flamear mis pájaros ocultos.

Y mis papelitos se sueltan
como mariposas,
como hojas del otoño,
como la pelusa celeste del cielo que se fuga
y se reparten en el aire de mi ciudad,
montan su viento
y me reparten
desde la luz agazapada de mis mejores gestos,
salvándome,
salvándome...
Porque siempre
vuelvo a encontrarme con ellos
otra vez
en la tarde siguiente.
en medio del estruendo
en pleno forcejeo
cuando solamente Dios y yo
sabemos
por qué es necesario ganar la eternidad,
sobrevivir..
Dios y yo.
Ustedes, los árboles, los pájaros,
los grillos las muchachas, las lluvias,
mis papelitos
            y yo.

¿Se dan cuenta?


Hector Negro, La ciudad invadida

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