MODESTO OCAMPO.
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Semblanza de CARLOS ISMAEL CAMINO
publicada en la página webb TODOTANGO
GUITARRISTA, VIOLIISTA, COMPOSITOR
16 de junio de 1881 – 1 de junio de 1960
Nombre completo: Víctor Modesto Ángel Ocampo Carril
Seudónimo: Don Vito
Fue compositor de sólo dos tangos. Este olvidado músico
nació en una casa de la calle Carlos Gardel 1017 -antes Isla de Flores-,
todavía existente desde mediados del Siglo XIX, en el corazón del Barrio Sur de
Montevideo (Uruguay), propiedad de la familia de la estirpe de
afrodescendientes Ocampo y Vilaza.
Su padre, León Angel, era músico comparsero, de profesión
cochero y su madre, Juana Carril Berro, planchadora. Poco se ha podido saber
hasta el momento de sus abuelos maternos, José Carril y Regina Berro, pero, sí
mucho más de los paternos: Agustín Ocampo, Congolés, músico, esclavo de Manuel
F. Ocampo, soldado, y Ángela Vilaza, uruguaya, hija también de esclavos
africanos, servidora doméstica.
No obstante su infancia de niño pobre, recibió el cariño de
una ejemplar crianza y la vocación hacia una educación institucional por parte
de su tío Pedro Ángelo Pérez Vilaza, changador portuario y de profesión sastre,
así como también de su abuela Ángela.
Cursó mediante caridad, la educación completa que se
impartía en la escuela gratuita para varones de la Sociedad San Vicente de
Paul, revelando sus dotes para la música (guitarra y violín) y el dibujo. Tomó
clases con Juan Peluffo, maestro italiano de pintura, retratista, y su iniciación
musical estuvo a cargo de José L. Pérez, también afrodescendiente, militar y
excepcional músico.
El bravío ambiente callejero del bajo del Barrio Sur,
forjaría además en el joven, todo el posicionamiento de un compadrito oriental
en cuyos esporádicos enfrentamientos no reparaba si el contrincante era mayor o
si iba armado: tenía fe en sus golpes.
Había comenzado el Siglo XX y las cosas en el país se
complicaban políticamente. El reclutamiento era muy factible para Modesto, ya
mayor de edad. Entonces la familia decidió que se trasladara a la Argentina.
Con sus nuevitos veintidós años, un día de 1903, parte en
busca de mejores horizontes: una profesión de fotógrafo en la ciudad de Buenos
Aires. Su hijo, Pedro Víctor que aún vive, nos refirió: «su primer trabajo fue
de aprendiz de laboratorio en la Fotografía Bixio, propiedad de un profesional
uruguayo... poco más tarde, ingresaría en el estudio fotográfico del americano
Chandler, de la calle Florida al 260. Allí, Víctor Modesto llegó a manejar en
forma completa el conocimiento técnico de lo que se llama los retratos
“iluminados” o sea la fotografía después pintada como un cuadro», llegando a
ser jefe de taller.
En 1905, se casó en Montevideo con Paula Pérez. Se
instalaron en Buenos Aires, donde nacieron sus hijas María del Carmen y Paula
Ángela. En esporádicos reencuentros con su Montevideo, llegaron otros dos,
Pedro Víctor y María Magdalena. Entre el nacimiento de sus dos hijas porteñas
(1907 a 1910), compone sus dos tangos, “Queca” y “Te amo con delirio”; se
produce la primera grabación —por la orquesta Típica Criolla de Vicente Greco—
de “Queca” y comienza la relación artística y amistosa con el bandoneonista,
Francisco Famiglietti, “El Tano”. El segundo registro de ese tango lo hace
Francisco Canaro para Odeon y fue materia de un juicio por figurar mal el
apellido de Modesto.
El investigador Oscar Zucchi menciona a Ocampo en su relato
sobre Famiglietti, en su libro “El Tango, el Bandoneón y sus Intérpretes”, tomo
I. Allí comenta que el bandoneonista nunca grabó y tampoco se desempeñó en
orquestas al mando de otro, conformando —desde c.1912– pequeñas agrupaciones
que actuaban en cafés, hasta llegar a una precisa enumeración de los compañeros
que lo secundaron y allí, figurará nuestro afrodescendiente oriental: «... y
entre sus violinistas Amado Simone y el destacado músico de raza negra, Modesto
Ocampo, -al igual que Espinoza [Lorenzo Espinoza, flautista]- popular como
ejecutante y compositor, que estuvo bastante tiempo con Famiglietti».
Más adelante, transcribe un relato de Luis el hermano del
bandoneonista: «En cierta ocasión… Francisco fue requerido para tocar con su
trío en un café de Boedo; el violinista era Modesto Ocampo, como ya dije, negro
retinto, un gran instrumentista y una gran persona. Los hicieron subir al palco
para que tocaran y el dueño quedó muy conforme, pero llamó aparte a mi hermano
diciéndole: “Vea Francisco, el trío me gusta mucho, pero quisiera que cambie el
violinista: es muy negro, acá no pega”... Francisco le respondió: “Mire, será
negro, como dice ud. pero hace tiempo que trabaja conmigo porque es muy buen
músico y tiene un corazón muy grande, de modo que antes de echarlo, rechazo el
trabajo que me ofrece”. Este gesto pinta de cuerpo entero a ese muchacho noble
que fue Francisco, un alma de Dios.».
El lazo de amistad quedó reflejado en la dedicatoria del
tango de Famiglietti, “El contrapunto”: «A los amigos y compañeros Modesto
Ocampos y Juan Della Santa». Finalmente, Zucchi cuenta sobre la estadía de
Francisco en Montevideo, para una serie de actuaciones en el año 1914, erigiéndose
durante 6 meses, en uno de los primeros bandoneonistas de la noche
montevideana. Durante ese período junto a Famiglietti, Modesto Ocampo tuvo un
rol destacado y por cierto el debut profesional en su patria.
En 1917, residiendo aún en Buenos Aires, fallece allí su
padre León. Entonces, Ocampo vuelve definitivamente a su patria con dolor y
algunos problemas de salud. Al poco tiempo, en junio de 1920, muere también su
querido tío Pedro.
Mantiene a su familia en Montevideo, instalando un negocio
fotográfico que, por diversas razones, tiene que cerrar. Son tiempos de
apremios económicos. Finalmente, ingresa a la Municipalidad.
Modesto no rehuía el accionar social frente a las
desigualdades, tanto las de raza y género como las de oportunidades laborales,
en que siempre quedó inmerso el núcleo de afrodescendientes llegado del
coloniaje esclavista y al cual él mismo pertenecía. Sin embargo, no vaciló en
aportar pensamiento y acción en reclamo de sus ideas, pero padeció una gran
impotencia al no ser comprendido y acompañado en ello.
Desanimado en su quehacer socio-político, puso empeño en
mantener a su familia. El altillo de su casa fue el lugar que eligió para
resucitar su vocación al dibujo y la pintura. Luego de su viaje a Buenos Aires
en 1946, se cumple tal vez la única exposición de sus óleos junto a otros
plásticos afrodescendientes, en una muestra realizada por el comité “Amigos y
Colaboradores de Nuestra Raza” en la ciudad de Montevideo.
La memoria colectiva y familiar no olvida al compadrito de
puños, tampoco al violinista y guitarrero, menos al profesional de la
fotografía “iluminada”, y qué decir del que se retraía en el altillo, para
realizar los cuadros al óleo o sus dibujos a la carbonilla que luego regalaría
por aquí y allá. Tampoco, el sonido de su música en “su atelier en cielo” o en
la balconada de la Rambla Sur, durante los atardeceres serenos, con sus amigos.
Para unos era simplemente “Don Vito”, otros por lo bajo lo identificaban como
“El Negro Vilaza”.
Pero sí, olvidaron al compositor de dos tangos antológicos,
las dos grabaciones de “Queca”, su realización como intérprete musical y
milonguero junto a su amigo Famiglietti y el reclamo realizado en 1946 al sello
Odeon.
Al fin llegó el día de su partida definitiva. El mismo
recorrido, desde la misma casa y hacia el mismo lugar, el Cementerio Central de
Montevideo, como sucedió, casi un siglo antes, con su abuelo Agustín Ocampo, el
africano. Así, los restos de Modesto Ocampo, fueron depositados para la
eternidad, próximos a los de aquél.
Las casualidades del destino quisieron que en la noche de
ese día de responso, debutaran en Montevideo, las orquestas de Osvaldo Fresedo
y Aníbal Troilo, que al igual que Modesto, uno fue “milonguero viejo” y el otro
“nunca se fue de su barrio”.
fuente: TODOTANGO.
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