JUAN LAURENTINO ORTIZ.
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Juan Laurentino
Ortiz (Puerto Ruiz, 11 de junio de 1896 - 2 de septiembre de 1978, Gualeguay)
poeta argentino. Pasó su infancia en las selvas de Montiel, un paisaje que
marcó su poesía para siempre.
Realizó estudios
de Filosofía y vivió un corto tiempo en Buenos Aires. Allí participó de la
bohemia literaria de los años 20. Volvió pronto a su provincia. Aunque integró
movimientos políticos, entre otros un comité de solidaridad con la República
durante la guerra civil que dividió a España en los años 30, vivió aislado del
ambiente cultural de la capital argentina; sólo viajó una vez al exterior,
invitado por el gobierno de China comunista.
La leyenda de su
figura alta, flaca, concentrada en la observación del paisaje fluvial,
trascendió más que su extensa obra, de una "espléndida monotonía", en
la que identifica su espíritu con el paisaje que lo rodeó durante toda su vida.
Juanele, como
comenzó a llamárselo en los círculos literarios de la capital, fumaba en largas
boquillas de caña y publicaba sus poemas, de versos extensos, en libros de
tipografía minúscula, cuidando hasta el extremo todos los aspectos de la
edición, característica que tiende a ser respetada en las ediciones actuales.
Los simbolistas
franceses y la poesía oriental influyeron en su obra, caracterizada por la
delicadeza y la disposición contemplativa, que alude siempre al río, los
árboles, las inundaciones, los cambios climáticos, sin eludir la historia
social de su provincia natal (sede de importantes frigoríficos desde comienzos
del siglo XX), mostrando siempre una especial sensibilidad por el drama de la
pobreza y, en particular, por los niños que la sufren en su inocencia.
Un largo poema
suyo, "El Gualeguay", es a la vez una narración del paisaje y de los
sucesos históricos y económicos que se produjeron en las riberas de uno de los
ríos de la provincia.
Ortiz murió en la
ciudad de Paraná. La tensión de su obra entre la comunión con el paisaje y el
conflicto social fue magníficamente descrita por el propio autor en estos
versos:
Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en
la seda de la poesía
igual que en un capullo...
No olvidéis que la poesía,
si la pura sensitiva o la ineludible
sensitiva,
es asimismo, o acaso sobre todo, la
intemperie sin fin,
cruzada o crucificada, si queréis, por los
llamados sin fin
y tendida humildemente, humildemente, para
el invento del amor...
Obras
El agua y la noche (1924-1932)
El alba sube... (1933-1936)
El ángel inclinado (1938)
La rama hacia el este (1940)
El álamo y el viento (1947)
El aire conmovido (1949)
La mano infinita (1951)
La brisa profunda (1954)
El alma y las colinas (1956)
De las raíces y del cielo (1958)
En el aura del sauce (Obras completas
1970-1971, incluye "El junco y la corriente", "El
Gualeguay" y "La orilla que se abisma", hasta entonces inéditos)
fuente: WIKIPEDIA.
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POESIAS DE JUAN LAURENTINO ORTIZ
Es Otoño, muchachos...
Es Otoño, muchachos. Salid a caminar.
Otoño en su momento inicial, más hermoso.
No os engañará este azul casi alegre?
¿Alegre?
¿La profundidad tiene alguna vez alegría?
¿No os engañará este verde joyante por momentos?
¿O esta invitación alada de la tarde?
No, una honda presencia deshace las azules sombras
y apaga la alegría del campo
—un luminoso, puro sueño que tiembla.
¿Cómo, y la tarde no se corona de flores
como de un fuego quieto de ángeles guardianes?
Ya está el viento, muchachos, el viento del otoño, del
otoño,
violento o suave casi como un suspiro,
una enfermiza alma
de qué oscuros reinos?
que revela en las cosas
un herido pensamiento
de sorprendidas criaturas.
El viento,
niño fúnebre que juega con las últimas ilusiones del cielo
hasta darle una aguda limpieza de extraña agua final.
El viento, muchachos, el viento infinito.
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Fui al río...
Fui al río, y lo
sentía
cerca de mí,
enfrente de mí.
Las ramas tenían
voces
que no llegaban
hasta mí.
La corriente
decía
cosas que no
entendía.
Me angustiaba casi.
Quería
comprenderlo,
sentir qué decía
el cielo vago y pálido en él
con sus primeras
sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
—¿Era yo el que
regresaba?—
en la angustia
vaga
de sentirme solo
entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí
el río en mí,
corría en mí
con sus orillas
trémulas de señas,
con sus hondos
reflejos apenas estrellados.
Corría el río en
mí con sus ramajes.
Era yo un río en
el anochecer,
y suspiraban en
mí los árboles,
y el sendero y
las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un
río, me atravesaba un río!
fuente:
PAGINA DE POESIA.COM.AR
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