OSVALDO CORDÓ.
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Semblanza de ABEL PALERMO
publicada en la página webb TODOTANGO
CANTOR Y GUITARRISTA
Nombre verdadero: Alfredo Agustín Alberti
Apodo: Mocito
Nació en el Dock Sud, límite sobre el Riachuelo de la ciudad
de Avellaneda con la Capital Federal. Su padre Alfredo, guitarrista y
aficionado al canto, era un fanático admirador de Carlos Gardel. Él fue quien
le transmitió a Alfredito, no sólo sus conocimientos de la guitarra, también su
fraseo gardeliano. No conforme con eso, a los quince años decidió mandarlo a
estudiar canto con el maestro Eduardo Bonessi.
Allí conoció al joven Vicente Marinaro, quien tenía su misma
edad y ya participaba profesionalmente en distintos conjuntos de tango. Podemos
hacer un paralelo de los comienzos de ambos muchachos: en abril de 1943, ya con
su nombre artístico Alberto Marino, grabó su primer disco, “Tango y copas” con
la orquesta de Aníbal Troilo; el mismo año “Mocito” —aún con su nombre
verdadero— debutó en LR2 Radio Argentina, como vocalista de la orquesta del
bandoneonista Miguel Padula. Existen dos grabaciones en acetato que testimonian
esta etapa, que contienen los tangos: “No la dejo” y “Cuando tallan los
recuerdos”.
La relación de Marino con Cordó se caracterizó por la
amistad y la admiración mutua. Marino demostró su gran afecto, no sólo en el
apoyo a su carrera como cantante, sino, cuando estuvo a su lado en los momentos
en que la salud de Osvaldo declinaba.
A fines de 1947 la orquesta de Osvaldo Fresedo, sufrió el
alejamiento del cantor Oscar Serpa, quien pasó a integrar la orquesta de Carlos
Di Sarli; para ocupar su lugar fue convocado la joven promesa, ya con su nombre
artístico: Osvaldo Cordó. Debutó en el mítico “Rendez-vous”, local bailable
propiedad de Fresedo, que estaba situado en la calle Maipú 854, junto al cantor
emblemático del maestro, Roberto Ray, quien regresó a la orquesta después de
diez años.
Llegó al disco en julio de 1948 con los tangos: “Por calles
muertas”, de José María Contursi y Salvador Lombardo y “Cafetín de Buenos
Aires”. Finalizando su ciclo de grabaciones con el tango “Volverás” y el vals
“Motivo de vals”.
Es de destacar, que estas cuatro grabaciones están entre los
últimos registros de Fresedo en el sello R.C.A.-Victor, tras 18 años, de
relación discográfica.
A mediados de 1949, Cordó comenzó a tener problemas de salud
y se desligó de la orquesta. Reapareció en 1951 como solista, pero al poco
tiempo sufre una recaída y su recuperación le obligó estar un tiempo más
prolongado fuera de los escenarios.
En 1957, volvió a requerir los servicios de Eduardo Bonessi
para preparar su vuelta al espectáculo. El que les escribe, también concurría a
estudiar con el inolvidable maestro y, en esas circunstancias, entablé una
amistosa relación con el “Mocito” Cordó con quien, más de una vez, compartí los
ejercicios de vocalización.
A principios de 1959 fue contratado por LS6 Radio del
Pueblo, dirigida por su colega y amigo Antonio Maida. Además, actuaba en la
confitería “La Armonía”, una de las catedrales del tango de la calle Corrientes
1437 y en el legendario cabaret “Maipú Pigall”.
Las presentaciones de Mocito en “La Armonía”, contaban con
el marco de un numeroso público que lo seguía y con la permanente presencia de
grandes estrellas del tango que apreciaban su trabajo. Así era común ver en sus
presentaciones a músicos de la talla de: Aníbal Troilo, Enrique Francini, José
Basso, Horacio Salgán; y colegas como: Edmundo Rivero, Horacio Deval, Ángel
Díaz, Jorge Casal, Jorge Vidal, Armando Laborde, Raúl Berón, Ricardo Ruiz y,
por supuesto, Alberto Marino.
En sus actuaciones en vivo fue acompañado por las guitarras
de las hermanos Castro y en las grabaciones para el sello TK, en 1959, por las
guitarras de Roberto Grela (Ernesto Baéz, Héctor Ayala y Roberto Laine).Fueron
tres discos simples, dos salieron a la venta en este orden: “Cafetín de Buenos
Aires” y “Alma de loca”; “Sueño querido” y “Pobre gallo bataraz”, por último,
“Milonguera” y “Callejón”, que no fueron editados comercialmente.
Después de esta etapa en la que confirmó su calidad
interpretativa y su fraseo gardeliano, sus actuaciones se fueron espaciando.
Esto se debió no sólo a su precaria salud, también el tiempo del dos por cuatro
había pasado y en esos momentos la juventud prefería otros ritmos.
A partir de 1970, su salud se complicó y yo, junto al
coleccionista Eduardo Fiore —hoy ya fallecido—, solíamos visitarlo en su casa.
La última vez que estuvimos con él estaba tan bien, que hasta cantó
acompañándose con su guitarra.
Fue sin duda un cantor delicado, con un bello timbre y una
notable media voz, típico de los cantores de Fresedo.
Falleció a los 62 años y nos dejó con el sabor amargo de no
haberlo disfrutado más. Fue una estrella fugaz que para los que saben y sienten
el tango, se convertiría en un cantante de culto.
fuente: TODOTANGO.
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