MANUEL PARADA.
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LOS RELATOS DE MANUEL PARADA
Entrevista de NORBERTO CHAB
Publicado en “Tango, un siglo de historia, 1880-1980”,
Editoral Perfil.
GUITARRISTA, COMPOSITOR
19 de mayo de
1902 - 26 de diciembre de 1980
Apodo: Nolo
Si de guitarreros se trata, aquellos que investigamos la
historia del tango y sentimos placer al escuchar una y otra vez a los cantantes
de las primeras décadas del siglo pasado, hemos reparado en su nombre por estar
asociado al exitoso dúo Gómez-Vila, y también a los mejores momentos de Azucena
Maizani junto al piano de Enrique Delfino. Parada nació en La Coruña, España.
Su trayectoria artística no llegó a la famosa década del ´40, salvo alguna
esporádica reaparición allá por los ´50, luego siguió otros rumbos.
«Llegué al país en 1910 y mi familia se instaló en el barrio
de Barracas. Allí podría decir que nací de nuevo. Por la época de la primera
guerra mundial comencé a interesarme por los bandoneonistas y violeros que
abundaban en el barrio y me picó el deseo de tocar la guitarra. Mi padre
adquirió una que fabricaba un andaluz de la zona. Sin tener conocimientos toqué
en el patio y un vecino me escuchó, entonces se ofreció a darme unas lecciones.
Enseñaba por método, el mismo que seguí usando yo durante toda mi vida, hasta
cuando me dediqué a la docencia. Con el tiempo ese hombre se mudó a la Boca.
Como quise seguir aprendiendo convinimnos en vernos dos veces por semana. Pero
luego al profesor le dije que sería sólo una vez. Pero a mi madre no le dije
nada. Cuando ella me daba las monedas para tomar el tranvía, el día que no iba
me metía en el cine Kalisay, de Patricios. Menos mal que yo era estudioso y con
una vez era suficiente para ponerme al día. No quería perderme las películas
por nada.
«En la esquina de Tacuarí e Ituzaingó vivía Graciano De
Leone. Cada tanto lo veía pasar a Arolas. Enfrente de mi casa vivía “El Quija”
Quevedo, el uruguayo que tocó con Arolas. Y fue el mismo que le pidió permiso a
mi padre, cuando se enteró que tocaba la guitarra, para incorporarme a los
conjuntos que se formaban para los casamientos y para los bautismos. Así me
vinculé a mucha gente de tango. Conocí a Aieta que recién empezaba y toqué con
él en esos cafés sótanos que abundaban. Allí, vi bailar a gente como “El Mocho”
y otros, que después tuvieron su fama. Y también estuve con el tipo mas
pintoresco que pasó por San Telmo, “El Yepi” José María Bianchi. Quien, como yo
era un mocoso, me cuidaba y me protegía. Él, en cambio, no se cuidaba para
nada. Le gustaba mucho el alcohol. En cierta ocasión me llamó para un bautismo
en la Boca. Nos daban tres pesos. Estábamos tocando “El apache argentino”,
“Royal Pigall”, esos temas, cuando pasó álguien con cerveza. Él tomó. Yo, no.
Al rato pasó otro con cognac. Él tomó, y yo también.¡Para qué! Lo único que
recuerdo es que “El Yepi” me decía: “Manolito, sos de los mios”.
«Hacia 1920 ya tenía cierta habilidad y comencé a trabajar
en lo que se llamaba varieté. Integré un trío con los hermanos Romero, ambos
cantantes. Con ellos llegué al centro e hicimos unas famosas matinées en el
Teatro Casino. También se presentaban los hermanos Navarrine y el conjunto “Los
de la leyenda”. Lamentablemente, duró muy poco, pero a mí no me afectó porque
ya tocaba fragmentos como solista. Motivos criollos, algunas cositas clásicas.
En aquel momento no había muchos. Estaban Pettorossi, Mario Pardo, pero aún no
interpretábamos tangos. Poco después me conecté con dos telegrafistas del
correo y se formó el dúo Marquez-Cánovas. Nos presentábamos en el Casino y en
el Esmeralda (luego Maipo,) cuando se iban de gira Gardel-Razzano. Ganábamos
una fortuna, treinta pesos por noche.Gente de San Telmo y Barracas me venía a
ver, era un poco el niño mimado de aquellos vecinos y amigos.
«El dúo Vega-Díaz fue lo más grato de todo lo que hice. Se
disolvió porque Roberto Díaz, por unos problemas personales, debió irse del
país. Pero marcamos una época. Fuimos el primer dúo que grabó en el sello
Victor. Hicimos cinco rentrées en el Esmeralda. Debido al éxito de los discos
hacíamos giras al interior y los discos se vendían en las mueblerías, en las
mercerías y hasta en las farmacias. Cada salida nuestra duraba seis o siete
meses. Estando en Mendoza conocí a Alfredo Pelaia. Se entusiasmó al escucharnos
y quiso venir a Buenos Aires. Una noche actuando en el Empire se apareció. Nos
pidió que le recomendáramos un cantor. Le sugerí que buscara a Ítalo Goyeche.
Lo ubicó y formó su dúo. Pero le faltaba acompañante.Y como en ese momento Díaz
se fue a Chile y Vega a España, me integré con ellos. Aparte yo hacía mis
cosas. Pero Pelaia era muy egoísta, por ejemplo en los discos que grabamos no
me hacía anunciar. Y luego me retaceó el dinero que me correspondía, entonces
me cansé y me fui.
Enrique Delfino acompañamos, en unas cuantas grabaciones, a
Azucena Maizani para el sello Odeon. También a Sofía Bozán y a Ada Falcón.
Luego pasé al sello Brunswick, con Azucena y grabé algunos solos. Por esa época
conocí a un señor Roque en el Bar Marzotto (actual restaurante Arturito, en Corrientes
casi esquina Cerrito), que en cierta ocasión me dijo: “Le voy a presentar a un
sobrino mío que quiere cantar”. Así conocí a Alberto Gómez que vino con un
compañero, Augusto “Tito” Vila. Ambos tenían una buena entonación, eran
agradables. Estuvieron seis meses ensayando conmigo en un bulín que tenía en la
avenida Rivadavia. Les enseñé a acompañarse con la guitarra y, cuando debutamos
en el Teatro Apolo, ¡fue una bomba! Prontamente se cambiaron los nombres,
porque se presentaban como Aducci-Devicente y yo los rotulé Parada-Gómez-Vila.
Salimos a actuar y fuimos un éxito. Pero el desastre sobrevino en la primera
grabación. Hicimos una prueba en la que interpretamos el vals “Adiós, adiós” y
el tango “Soy un arlequín”. Ni creíamos que saldría a la venta. En el estudio
estaba Vicente Spina, a quien le propuse acompañar con su guitarra. La cuestión
es que el disco salió. Cuando lo vi impreso en la etiqueta leí “Gómez-Vila”.
Exigí una aclaración, quería saber por qué no se había respetado el rótulo del
trío, que ya tenía dos años actuando en teatros. Todos se desentendieron y
entonces me separé.
«Después formé un cuarteto de guitarras para actuar en radio
y otro trío, pero en realidad estaba desanimado, fui perdiendo el interés. Con
todo, continué hasta 1936, ese año estuve en Radio Belgrano. Comencé a
dedicarme a la enseñanza, formé parte de la comisión directiva de SADAIC. ¡Ah!,
en diciembre de 1958 reaparecí. Por entonces, el actor Francisco Petrone había
creado su Circo-Teatro Arena, una carpa que estaba ubicada en la Plaza
Miserere, donde se representaron varias obras, recuerdo una: “Juan Moreira”,
porque para esta ocación Petrone me convenció y allí estuve con mi guitarra,
vestido de gaucho.
«Tuve una oportunidad para acompañar a Gardel pero no se
dio. Todo empezó en 1928. Aguilar me vino a buscar y me dijo directamente: “¿No
te irías a Francia con Carlitos?”. Y yo no acepté porque no quise plantar a
Gómez-Vila. Tiempo después vino a verme Alfredo De Ferrari, amigo de Gardel, y
me confesó algo que El Zorzal dijo de mi. “Si viene Paradita con nosotros, nos
borra a todos”. Y agregó: “Él no quiere que vaya usted, le tiene miedo. Dice
que cuando aparece usted se borran los cantores”. Afirmó que eran textuales
palabras de Gardel.
«Compuse varias cosas, pero la mayor satisfacción me la dio
el tango “Llevame carretero”, que me grabó Gardel en 1930.»
Publicado en “Tango, un siglo de historia, 1880-1980”,
Editoral Perfil.
fuente: TODOTANGO
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