domingo, 19 de mayo de 2013

CARLOS AGUIRRE, CANTOR

Un día como hoy... 19 de mayo... pero de 1938...nacía 
CARLOS AGUIRRE.
...............................

Semblanza de JULIO NUDLER
publicada en la página webb TODOTANGO
Extraído en parte del libro "Tango judío. Del ghetto a la milonga",
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
 
CANTOR
19 de mayo de 1938
Nombre verdadero: José Roberto Goldfinger

Nació en Buenos Aires, en el barrio de Floresta, luego se mudó y vivió 35 años en el Once. La madre, Elisa Balagula, provenía de Ostrow, Polonia. También de Polonia, pero de Lodz, era el padre, Arie Goldfinger.

Arie trabajaba en la fábrica de impermeables de Leiser Madanes, que era primo suyo. Además de emplearlo lo alojaba en una pieza en la calle Rauch (hoy Enrique Santos Discépolo).

A Elisa le entregaba una suma para todo el mes, con la que ella apenas podía alimentar y vestir a los hijos. Toda la familia vivía en un solo cuarto. Arie, era un gran lector y hablaba cinco idiomas, pero también era aficionado al turf e iba al hipódromo.

José aprendió el oficio de tornero mecánico en una escuela fábrica, pero lo que deseaba era cantar, aunque nunca estudió música ni canto. Solamente foniatría. La voz y el oído debían bastarle. Cantaba en el barrio, siempre a cappella y sólo fragmentos de tangos, ya que no memorizaba ninguna letra entera.

Una vez, en el café El Motivo, de Córdoba y Pueyrredón, cerca de su casa, cantó para unos amigos. Allí lo escuchó Ángel Gatti, el autor de “Corrientes angosta”. Al día siguiente, lo llevó al café de Callao 11, en cuyo subsuelo cantaba el cantor Argentino Ledesma, ya como solista y se lo presentó.

Ledesma trabajaba entonces en el Maipú Pigall, acompañado por la orquesta de Jorge Dragone, y necesitaba que alguien hiciese la primera entrada. José le cantó partes de “Tomo y obligo” y “Lo han visto con otra”, y allí quedó decidido su debut. Ese mismo sábado cantó en el club Wilde y el domingo en el Racing Club de Zárate, apenas uno o dos tangos en toda la noche.

Fue en Wilde donde nació su nombre artístico. Ledesma pensó que ese hijo de polacos necesitaba un seudónimo y decidió endosarle el nombre de un personaje que había representado en la película “El asalto”. Se trataba de un malevo, de lengue y chambergo, que cantaba un tango. A partir de ese momento, Goldfinger fue Aguirre, por una ley no escrita según la cual un apellido vasco puede tener tanto sabor a tango como uno francés, español o italiano, atributo que no puede compartir nunca un apellido judío. De todas maneras, para el ambiente, que siempre tiene las cosas claras, Carlos Aguirre era “El ruso”.

Con Ledesma-Dragone permaneció un año, pero sabiendo que allí nunca dejaría de ser el segundón. La historia cambió cuando “Mapera” —Miguel Ángel Ratto—, compositor de “Un solo minuto de amor”, lo presentó a Aquiles Roggero, que dirigía la Orquesta Símbolo “Osmar Maderna”, quien estaba buscando una voz grave para contrastar con la de Adolfo Rivas. La prueba fue en Radio El Mundo y había decenas de postulantes, pero el trámite fue breve: cantó y quedó en ese mismo momento incorporado a la orquesta.

Enseguida, grabó la milonga “Papá Baltasar”, en los viejos estudios de la RCA-Victor, en la calle Bartolomé Mitre. Más tarde registraría “Te llaman malevo”. Pero en esos finales de la década del 50 el tango estaba en franca declinación y, dos años después de su incorporación, el conjunto se disolvió. Éste optó por irse a Montevideo, contratado por la tanguería Teluria, adonde también llegó un día una folclorista poco conocida: era Mercedes Sosa.

Para reforzar sus ingresos, el cantor se conchabó en una inmobiliaria. Vivía en una pensión de la calle Eduardo Acevedo, donde también habían ido a dar la Negra Sosa y su marido. Recomendada por Aguirre, ella trabajaba de doméstica por horas. Años después, cuando Mercedes era ya una figura consagrada, coincidieron por azar en la ciudad bonaerense de Tres Arroyos. Fue una noche de abrazos, llanto, recuerdos, pero también la última en que se vieron.

A fines de 1962, regresó a Buenos Aires y el cantor Carlos Aldao lo presentó a La Guardia Nueva del Tango, la orquesta dirigida por el violinista Dante Yanel. En aquel ambicioso conjunto, que actuaba en el Grill Español, de Avenida de Mayo y Salta, revistaban el pianista José Colángelo, el violinista Mauricio Marcelli y los bandoneones de Alejandro Prevignano y Raúl Oscar Salvetti, entre otros. Actuaron en el “555 Club” por Radio El Mundo, animó los carnavales del 63 en la Rural y las tardes de domingo en el Centro Lucense y alcanzó gran éxito en el suntuoso Tabarís.

Una noche, un personaje se acomodó en la gambuza del Tabarís. Al retirarse dejó un recado para Aguirre: «Lo espero en mi casa, Maipú 746», firmado: Alfredo de Angelis. ¿No sería una broma pesada? Al principió dudó pero fue. El compositor de “Pastora” y “Pregonera” tenía objetivos precisos, quería reeditar sus famosos dúos, especialmente el de Carlos Dante y Julio Martel. Acababa de incorporar al cantor Alberto Cuello y le preguntó a Aguirre si sabía hacer la segunda voz. El cantor le confesó que no sabía, nunca la había hecho. Cuando casi ya estaba desahuciado, la mujer de don Alfredo acudió en su ayuda: «Pobrecito, se ve que tiene ganas, pasale la segunda.», le suplicó al marido. De Angelis accedió. Se sentó al piano y con gran paciencia le fue enseñando.

Esforzadamente, Aguirre pasó la prueba y permaneció quince años en la orquesta, a partir de 1964. Llegó así a protagonizar los tres años finales de el Glostora Tango Club, “cita de la juventud triunfadora”.

Pese a que era una época crítica para el tango, la orquesta subsistía por su popularidad, tanto en el interior de la Argentina como en varios países latinoamericanos. Sin embargo, el repertorio, condicionado por compromisos comerciales, fue contaminándose de temas extranjeros. Aguirre sufrió esa situación, debiendo grabar desde “Love story” hasta “Pobre mi madre querida”. De todas formas, también registró tangos: “De igual a igual”, “Y volvamos a empezar”, “Paciencia”, “Las cuarenta”, éxitos de anteriores voces de De Angelis.

Una curiosidad de esa orquesta, con la que Aguirre registró casi cien grabaciones, es que muchos de los músicos que la componían en 1979, cuando De Angelis decidió disolverla, eran los mismos del debut en 1941. Ese año, el director armó una nueva formación con músicos jóvenes y los viejos a su casa. A raíz de ello, el cantor comenzó una nueva etapa. Hizo algunas grabaciones con el sexteto de Pascual Mamone, “El Cholo” y con la orquesta del pianista Oscar Martínez, pero la mejor etapa de su vida artística había pasado a ser definitivamente recuerdo.

La madre del cantor estuvo siempre presente. Iba a los bailes, hasta compartía las giras con Isabel, la mujer de De Angelis. Para Aguirre, su madre era su novia, una novia apenas diecisiete años mayor. Madre e hijo se habían acollarado. Ella murió a los 56 años y él se quedó soltero.

Su cantor preferido era Florel Ruiz y siempre soñó cantar con Horacio Salgán. Con Floreal trabajó en el Abasto, en los 60, en la cantina Ernesto, de Corrientes y Gallo, con el Trío Yumba

Aguirre siempre cuidaba la voz, tenía conducta: no fumaba, no bebía, no hacía desarreglos. Pero dormir, apenas dormía. A las siete debía estar en pie para su otro trabajo de corredor de ropa, el rebusque que le quedó cuando las actuaciones empezaron a ralear. Con el ámbito textil pasó lo mismo que con el tango: un día empezaron a desaparecer las fuentes de trabajo, la importación arrasó el mercado.

Esta es la historia de un cantor muy profesional y correcto que le tocó vivir las horas más difíciles de nuestro tango.

Extraído en parte del libro "Tango judío. Del ghetto a la milonga", Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
fuente: TODOTANGO.
.................................. 
                                                                                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario