La Mesa del Café - Folklore
publicado en la página webb TODOTANGO.
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Por: rolandomoro 05/03/2013
DEL CIELO CAYÓ EL JULEPE
Verano abrazador el del 64, hasta las sombras se tornaban
invivibles. Al amparo del mango de la vereda, José cebaba el tereré hidratador
cuando desde la esquina se acercó en bicicleta Cotelo.
-Vamos a la sangre a sacar moncholos y manduré, me contó mi
tío Pocho que los muchachos trajeron una bolsada.
- Con éste calor y en bicicleta, ni locos.
-¡NOOOO! el tío nos lleva y mañana tempranito nos trae de
vuelta.
El riacho Barranqueras es un brazo del Paraná que lame la
forma lanceolada de la Isla Santa Rosa por su parte oeste. Zona de puertos y
fábricas, muchas de ellas abandonadas, retazos del olvido de una porción
industrial pujante en otros tiempos. La desdibujada silueta del frigorífico CAP,
aun mantenía tenue actividad de lo que fue laboriosa y fabril en otros
amaneceres y sus efluentes sanguíneos- volcados al curso del Barranqueras- eran
convocatoria segura de peces que llegaban atraídos por el rojo manjar.
Amainó la estanciera junto a lo de Ramón-Ramón, pescador
gentil y amigo que nos recibió con la cordialidad del costero. Rancho pobre a
la vera del río, escasos bienes que soportaron las últimas crecientes de forma
valiente frente a las devastadoras arribadas de octubre.
Troncos cortados de aliso y sauce, sirvieron de sillas en la
charla previa del tiempo de líneas y mosquitos, Cotelo impaciente iba y venía a
la costa que solo distaba pocos metros de la reunión. Sería la 19,30hs cuando
nos acomodamos de la mejor forma, evitando los traicioneros toros que suelen
acarrear hasta las aguas al pescador, fue allí que notamos que en la costa del
frente permanecía amarrado un viejo barco totalmente metálico, orgullo por su
porte de marineros de otros tiempos que seguramente transportaba arenas desde
el cauce principal. El riacho tendría unos doscientos metros de ancho en esa
porción de la gran curva que toma la isla. La noche llegó rápido y sin luna, la
oscuridad fue ganando el paisaje con su larga lengua de sombras, noche profunda
como boca de lobo, intensa, impenetrable.
El silencio y la oscuridad se adueñaron del paisaje costero,
solo a lo lejos se escuchaba el ladrido de un perro que reclamaba alimento o
amor, los tres permanecíamos atentos al sedal de pesca esperando el profundo
tirón de aviso-y este no llegaba-¿Sería que río venía creciendo?, ¿no les
apetecerá el cebo?, pasaron dos horas y nada.
Cuando adormecidos escuchamos a Cotelo que vino a nuestra
compañía diciendo…..¡¡Yo con la honda llego a la otra orilla!!
En el norte usamos gomeras, aunque las llamemos honda,
siendo esta muy diferente. No lleva elementos elásticos pues está formada por
dos cuerdas de 50 o 60 centímetros, unidas en el medio por la cuerera-lonja de
cuero- donde se aloja el proyectil que se acciona usando el dedo medio de la
mano, imprimiendo giros fuertes y rápidos hasta soltar una punta para liberar
el proyectil.
Cotelo seguía comentando “proezas” alcanzadas con su honda y
al no sentir el llamado de los peces, nos dimos a la charla, evitando el sueño
que iba ganándonos de a poco.
-¡¡Que vas a llegar a la costa de enfrente!!
-¡¡No seas macanero!!
Al rato nuestro amigo-tan aburrido como nosotros-abrió la
cajita de pesca que era de lata azul, lo supimos por el ruido particular de su
tapa en la oscuridad, luego se alejó unos pasos y sentimos el “silbar” del giro
de las cuerdas y un elemento que partía.
Silencio para escuchar el golpe en la costa de enfrente,
cosa posible por el silencio reinante……… ¡Cuando de pronto!
¡¡CRASH,
CRASH, PIM, PUM, TROC, TRAC!!
Batifondo infernal al golpear el proyectil en la cubierta
superior del barco de enfrente e ir cayendo a la parte inferior, ruido
amplificado por las bodegas vacías del gran barco arenero.
¡¡¡SILENCIO!!!
¡¡¡SILENCIO!!!
De pronto el grito más cortado, desparejo, altisonante por
momentos, inaudible en otros, que nunca habíamos escuchado.
¡¡Piuuuu, PIUUUUUUU, PI,PI, piuuuuuuuuuuuuuuu, PIUUUUUUUU!!
Un costero pescador había subido al barco en la noche,
arrojó sus líneas al agua y al igual que nosotros, se había quedado adormecido
por el poco pique, cuando sorpresivamente cayó del cielo algo que produjo ruido
infernal e inesperado, justo a su lado. Pobre cristiano el cagazón que se pegó
y no podía gritar….¡¡No le salía!!
Cuando llegó el tío Pocho a buscarnos comprendimos el porqué
del ruido. Teníamos en la caja de pesca una piedra áspera del tamaño de una
ciruela, que usábamos para afilar el cuchillo pescador, piedra de origen
desconocido pues en el Chaco no hay piedras, seguramente alguien nos la había
obsequiado, traída de otros pagos y fue esa piedra la que arrojó Cotelo para
demostrar la “potencia” de su poderosa arma. El julepe que se dio el pescador
aquella noche con seguridad le durará hasta el día de hoy.
DE TODO COMO EN BOTICA
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