ADIOS NONINO.
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Nota de GASPAR ASTARITA
publicada en la página webb TODOTANGO.
Originalmente publicado en Tango y Lunfardo Nº 148,
Año
XVII, Chivilcoy, 16 de enero de 1999.
En 1999 se cumplen cuarenta años de la creación de
"Adiós Nonino", la obra más representativa de Astor Piazzolla.
Compuesta en 1959, con motivo de la muerte de su padre, se convertiría en un
clásico. Su autor, de prolífica obra de compositor, tiene composiciones más
importantes y de mayor aliento, pero "Adiós Nonino" es y será, para
siempre, sinónimo de Piazzolla.
Astor Piazzolla y sus padres
«Todo compositor, por más vasta que sea su producción, tiene
siempre alguna obra que, sin ser la mas lograda, es la que define su estilo. En
ella, por exacta y armoniosa conjunción de ciertos valores, el autor ha
exteriorizado su sensibilidad, ha desnudado sus raíces, evidenciando su
formación y desarrollado su capacidad creativa, logrando en esa síntesis la
identidad de toda su labor.
«Razones de impacto en el gusto popular, la aceptación y la
incitación que provoca en los ejecutantes que, al incluirla en sus repertorios,
crean los canales indispensables para procurarle la difusión necesaria y hacen
que esa composición se hospede para siempre en los oídos y en la emoción de
amplios auditorios.
«Aparte de los valores técnicos y estéticos, lo cierto es
que a través de todo ese contexto un determinado trabajo de composición
concluye siendo para su autor una especie de resumen de su personalidad
artística».
Y a este concepto que dejé expresado en mi trabajo sobre
Abel Fleury (GraFer, Chivilcoy, 1995), lo podemos aplicar con certeza y
convencimiento a la obra que mas identifica a Piazzolla en todo el mundo y en
todos los niveles: "Adiós Nonino".
Su producción autoral, copiosa, digna y variada, dentro y
fuera del tango, ya que incursionó en composiciones realizadas conforme a otras
estructuras de carácter europeo, exhibe obras de gran proyección. Pero sospecho
que "Adiós Nonino" es y será para siempre –repetimos- sinónimo de
Piazzolla. Así este interpretada por orquestas dentro de un estilo mas
tradicional, como la impecable versión que dejó grabada Leopoldo Federico, o
bien como la que escuchamos recientemente en Chivilcoy por el trío de cámara
del violoncelista Diego Sánchez, en arreglo especial de José Bragato.
"Adiós Nonino" fue compuesto hacia 1959, cuando
Astor andaba en gira por Centroamérica. En esos momentos recibió la noticia de
la imprevista muerte de su padre, don Vicente Piazzolla, a quien apodaban
Nonino.
Llegado de Nueva York, de vuelta de esa gira, en un momento
de profunda tristeza, de angustias económicas -puesto que su viaje al Norte había
significado un fracaso, como fracaso también resultó su intento de imponer el
jazz-tango-, se sumaba ahora la desaparición de su padre, allá lejos, en la
Argentina. Es cuando escribió "Adiós Nonino". Bajo la presión de
semejante estado de ánimo brotaron espontáneamente las inmortales notas.
Recompuso el primitivo "Nonino", tango que había
compuesto en París en 1954 (hay una grabación de esa obra por la orquesta de
José Basso, de julio de 1962), del cual conservó la parte rítmica. Reacomodó lo
demás y agregó ese prolongado y melódico fragmento, de notas largas y sentidas,
en el que subyace un profundo, ahogado y angustioso lamento.
El llanto contenido y el dolor del hijo, a tanta distancia,
se manifestó en ese triste y acongojado pasaje. En esas dos frases de ocho
compases (cuatro más cuatro), que se repiten formando un precioso tramo de
dieciséis compases, está el auténtico sentido y justificación de la obra.
El artista, sin lágrimas, lloró esa noche, pero a través de
su arte. Y dejó para la historia de la música argentina una de sus más bellas e
imperecederas páginas.
Y como a un verdadero clásico, se le dedicaron muchísimas
grabaciones. Conjuntos reducidos, orquestas compuestas por numerosos músicos, y
solistas también, han brindado las más variadas versiones de "Adiós
Nonino".
La primera es la del autor con su quinteto: Piazzolla en
bandoneón, Jaime Gosis en piano, Quicho Díaz en contrabajo, Horacio Malvicino
en guitarra eléctrica y Simón Bajour en violín, conjunto que lo registró en el
sello Antar-Telefunken (Montevideo), en el año 1960. Y ese tramo melódico y
emotivo de la composición, reservado casi siempre a la cuerda -que es la que
mejor puede expresarlo-, estuvo a cargo de la formidable interpretación de
Simón Bajour, uno de los mejores violinistas que ha tenido el tango. La dulzura
de su sonido, la delicadeza de su interpretación y su extraordinaria
sensibilidad supieron captar y exponer el mensaje de dolor que el autor dejó
implícito en ese fragmento, en forma admirable.
Creo que ese pasaje no fue superado nunca. Francini,
Baralis, Vardaro, Suárez Paz, Nichelle, Mauricio Marcelli y muchos otros han
dejado registros bellísimos de ese trozo. Pero -desde mi apreciación, que
seguramente resultará opinable-, sigo sosteniendo que el arco de Bajour, al
menos en ese registro, esta por encima de todos.
No pretende este comentario subestimar el irreprochable
despliegue bandoneonístico de Piazzolla repitiendo el mismo pasaje, ni la labor
pianística de Jaime Gosis, pero sigo aferrado a mi concepto y a mi oído: lo de
Simón Bajour es inmejorable.
Originalmente publicado en Tango y Lunfardo Nº 148, Año
XVII, Chivilcoy, 16 de enero de 1999.
fuente: TODOTANGO.
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