RINCÓN DEL ROPERO - Rolando Moro
publicado en la página webb TODOTANGO
La Mesa del Café - Tranvía
Por: rolandomoro 03/02/2013
Modernas urgencias llevaban mis manos a ir descartando de
izquierda y derecha. Detrás de un antiguo bolso me observaba quieto, como
siempre, con su mirada fija en mí cara, impávida y callada.
Con su circular silueta de lata y aquellas campanillas de
sombrerito, había olvidado si eras azul, blanco o rojo, también el color de tus
manecillas……¡Que mal amigo!
Justo a vos sempiterno amigo que me acompañaste en
cuarentenas de sarampión, paperas o varicela- justo a vos- que con tus letanías
de clic, clac, ibas acompañando horas de desvelos por fallidos amores,
obligaciones de garantías mal elegidas y en cuarto de estudiante el insomnio
del caprex (cagazo pre-examen).
Allí estabas marcando la 11,30, sin respirar ni moverte
¿recordarías tantos almohadazos y golpes cuando de regreso con equilibrio
dudoso, atropellaba la mesita de luz y te revolcabas en el piso?
Compendio de lata de gran tiempo de mi vida, amigo fiel y
compañero a quien abandoné en traicionero deslumbramiento por una japonesa que
prometía con sus destellantes ojos, despertarme con el tango preferido.
Traición que duró poco por el descalabro de plástico y luces ordinarias. Luego
traje una China, tan fayuta como la anterior, vendrían filipinas, malayas,
indonesas y todo tipo de minas oblicuas que duraron menos que un mal sueño.
-Ya sé, me lo estás reprochando y lo merezco por mal amigo.
Justo a vos que me diste toda tu vida marcando la mía. La hora en que vinieron
los retoños, aquella última vez en la despedida del viejo tomando sus manos.
Allí estabas, en la mesita de luz, indicando las 22,30 hs de un once de Junio
cuando nacían los ochenta.
Allí estabas aquella vez, en albores de los setenta, en que
me puse el traje para aceptar seguir el camino compartido. Estabas cuando
nervioso partí al encuentro de mi vida, también en la hora de peinarme para
recibir el papel habilitante a los timbos blancos.
Siempre allí, junto a mí, como la mejor compañera que brinda
la vida. No fui capaz- mal amigo- de darte un pequeño tiempo de mi vida para
que te cambien la cuerda que quizás en reacción neurasténica un día corté, o
tal vez el áncora doblada que por algún manotón negador a la rutina supe darte,
justo a vos que no tenías culpa.
Te miro en el rincón del ropero, eras azul y tus sombreritos
brillantes, tus manecillas vistosas y te prometo fiel amigo de siempre…..¡¡Te
llevaré a colocar la necesaria cuerda para que te alimentes nuevamente, pues
tus latidos de clic, clac, cada día me son más necesarios, por ser los latidos de
mi propia vida y PERDON, PERDON, PERDON!!
Por: PEPE 13/02/2013
Buenísima recordación. No hay mejor amistad que la que el
tiempo transforma. Enemigo del apoliyo en épocas erráticas de trasnoches y
estudio, hoy cuando el sueño nos escasea y ya no lo necesitamos sigue estando
ahí, mudo, ahora, testigo del tiempo. Relato emocionante. Un abrazo pulpero!
Por: rolandomoro 14/02/2013
Aquel viejo reloj en nuestra vida, artífice de motivaciones
simples, imperecederas en los recuerdos-tan simples- que de ellas podemos
extraer alguna veta filosófica, meditando del transcurrir de tiempo en nuestro
existir.
Cuantas veces apilamos ollas debajo de la cama para poner
dentro a las campanillas del despertador que indicaba “la obligación” de
levantarse, cuando hasta el subconsciente juvenil se negaba. O aquel manotazo
(como contaba un amigo), le dio al confundir-lleno de sopores grasosos
difíciles de digerir-al pobre despertador, por confundirlo con las campanillas
de un paso a nivel.
O aquel otro que luego del primer franco en la colimba, se
presentó tarde en la guardia.
-A ver recluta.... ¿Que hora es?
-Las diez señor
-¿A que hora debía presentarse?
-Seis y media sargento
-¿Qué pasó?
- Me dormí sargento
¡¡Corra, salto rana, A BARRER TODA LA CUADRA YA!!
Cientos de anécdotas que perduran en cada uno de nosotros,
por eso el viejo despertador es inolvidable en nuestras vidas
Abrazón
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