Tanto
se estuvo hablando por todos lados del "Día de los enamorados", de san
Valentín, y demás yerbas, día comercial si los hay...
Pero, en honor a todos los enamorados del mundo, una LEYENDA, que nos habla de un amor muy hermoso:
Pero, en honor a todos los enamorados del mundo, una LEYENDA, que nos habla de un amor muy hermoso:
LEYENDA DE LA FLOR DE MBURUCUYÁ
"Mburukujá era una hermosa doncella española que había llegado a las tierras de los Guaraníes acompañando a su padre, un capitán del ejercito de la Corona.
Mburukujá no era
su nombre cristiano, sino el tierno apodo que le había dado un aborigen guaraní
a quien ella amaba en secreto y con el que se encontraba a escondidas, ya que
su padre jamás habría aprobado tal relación. En realidad, su padre ya había
decidido que ella desposara a un capitán a quién el creía digno de obtener la
mano de su única hija..
Cando le
revelaron los planes de matrimonio, la joven suplicó que no la condenaran a
consumirse junto a un hombre a quien no amaba, pero sus ruegos solamente
lograron encender la cólera de su padre. La doncella lloró desconsolada,
tratando de conmover el inflexible corazón de su padre, pero el viejo capitán
no sólo confirmó su decisión sino que además le informó que debería permanecer
confinada en la casa hasta que se celebrara la boda.
Mburukujá debió
contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación, ya que no
estaba autorizada a salir a los jardines por la noche y difícilmente lograba
burlar la vigilancia paterna. Sin embargo, envió a una criada de su confianza
para que lo informara sobre su triste futuro.
El joven indio no
se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa
intentando verla. Durante horas vigilaba el lugar, y sólo cuando se percataba
de que los primeros rayos del sol podían delatar su posición se retiraba con su
corazón triste, aunque no sin antes tocar una melancólica melodía en su flauta.
Mburukujá no
podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría,
ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre. Pero
una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano
esperó noche tras noche la vuelta de su amado. Imaginó que el joven indio
podría estar herido en la selva, o que tal vez había sido víctima de alguna
fiera, pero no se resignaba a creer que hubiese olvidado su amor por ella.
La dulce niña se
sumió en la tristeza. Su piel, otrora blanca y brillante como las primeras
nieves, se volvió gris y opaca, y sus ojos ya no destellaron con hermosos
brillos violáceos. Sus rojos labios, que antes solían sonreír, se cerraron en
una triste mueca para que nadie pudiera enterarse de su pena de amor. Sin
embargo, permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún
día a su amante. Luego de varios días vio entre los matorrales cercanos la
figura de una vieja india. Era la madre de su enamorado, quien acercándose a la
ventana le contó que el joven había sido asesinado por el capitán, quien había
descubierto el oculto romance de su hija.
Mburukujá pareció
recobrar sus fuerzas, y escapándose por la ventana siguió a la anciana hasta el
lugar donde reposaba el cuerpo de su amado.
Enloquecida por
el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el
cuerpo de su amado confesó a la vieja india que terminaría con su propia vida
ya que había perdido lo único que la ataba a este mundo. Tomó una de las
flechas de su amado, y luego de pedirle a la mujer que una vez que todo
estuviera consumado cubriera sus tumbas y los dejara descansar eternamente
juntos, la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de
aquel que en vida había amado.
La anciana
observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse
en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá, pero cumplió con su
promesa y cubrió la tumba de los jóvenes amantes.
No pasó mucho tiempo antes de
que los indios que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta
que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren
con los primeros rayos del sol, como si el nuevo día le diera vida.
OTRA VERSION.
Los jesuitas, identificaron la flor del mburucuyá con los atributos de la pasión cristiana: la corona de espinas, los tres clavos, las cinco llagas y las cuerdas con que ataron al Jesús en el Calvario. Y en los rojos e irregulares frutos, los religiosos creyeron ver las gotas coaguladas de la sangre de Cristo. Esta flor tan singular, se cierra como si se marchitara al ponerse el sol, y se abre cobrando su brillo natural cuando amanece.
PASIONARIA ( MBURUCUYA)
También llamada granadilla o flor de la pasión, esta enredadera o trepadora cuyo nombre científico es pasiflora y que significa precisamente flor de la pasión, crece en todo nuestro litoral y en el norte húmedo. Lo más curioso es su flor, en la que la imaginación popular ve la corona de espinas que le pusieron en la cabeza a Jesús, los tres clavos con que fue fijado en la cruz, las cinco llagas que laceraron su cuerpo y las cuerdas con que lo aprisionaron. Su fruto pequeño como un huevecillo y anaranjado, encierra unas semillas rojizas que se interpretan como las gotas de sangre coagulada que brotaron de las heridas del santo cuerpo. Todo este simbolismo cristiano se completa con la leyenda guaraní que conocemos y que relata lo siguiente:
Un sacerdote llegado a las misiones del nordeste argentino con el propósito de predicar las enseñanzas del Divino Maestro, cruzaba todos los días la selva en busca de indios para convertir. Cierta vez al cruzar una picada, oyó el angustioso lamento de una niña que perseguida por un yaguareté, se había refugiado en las ramas de un débil árbol. Hacia allí se dirigió resueltamente el misionero, atrayendo sobre sí la furia del yaguareté, mientras gritaba a la desolada criatura que huyera velozmente para salvarse.
Mientras tanto la fiera, dejando una presa por otra, se abalanzó sobre el sacerdote, y con zarpazos terribles y potentes destrozó su vida. La sangre regó el blando suelo, sobre el que al poco tiempo nació una planta, el mburucuyá o pasionaria, cuya flor recuerda al mundo la belleza de sufrir por el bien de los demás.
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A mí personalmente, me agrada la primera versión, la historia de amor de Mburucuyá y su amado nativo.
Además, hace unos años para el día de los enamorados, me regalaron esta hermosa flor de mburucuyá, entonces tiene un significado especial.
Gracias por leer.
Cariños para todos.
Graciela.
publicado en TODOTANGO
15-02-2011
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