sábado, 16 de febrero de 2013

ENTRE GAUCHOS Y PEONADAS 37.....FISCAL 37

FISCAL  - RELATO CAMPERO
LA GAZETA

Publicado en TODOTANGO
ENTRE GAUCHOS Y PEONADAS
Por: rolandomoro  07/02/2012

FISCAL 37 (Relato Campero)
Serían las 7 de la tarde, cuando con el “Mencho” (sobrino venido desde Lapachito a ayudarme), tomábamos mates comentando la jornada en que habíamos terminado de instalar un brete en el toril de los Umfield, allá en el 38.
Fue en ese momento cuando vimos acercarse a la Ramona, cuñada de la Rosa mi mujer, para decirme que Don Braulio me mandaba a llamar porque tenía un trabajo para mi.
- Acompañame Mencho le dije a mi sobrino… Don Braulio Flores es un antiguo patrón a quien le hice muchos trabajos, él está en el 48, tres leguas de aquí al borde de las viejas vías de Don Hortencio Quijano.
Al día siguiente partimos ni bien clareó en el horizonte, después de andar una legua desde Capitán Solari, cortamos al noreste por la picada que va bordeando el Tucá, para entrar a las casas cerca del mediodía.
-Que tal Cirilo?, gracias por venir fue el recibimiento del patrón.
- Y bien nomás Don Braulio, aquí andamos.
-Refrésquense un poco, luego vamos a churrasquear y les cuento que ando queriendo.

-Mirá CIRILO, bien sabes que la ciática me trae mal, aun con faja no aguanto media hora sobre el flete y quiero estar anoticiado sobre los montes, agua y limpiadas del lote fiscal 37. Son tres leguas, la 98,102 y la 105, como conoces, la mía es la 101 del lote 48. Los Galarza cuadrilla ocupan el 42 y los Umfield el 38, pero el 37 nunca recibió gente alguna, está virgen y veré la forma- vendiendo parte de las vacas- de comprar alguna parcela de ese fisco.
Quiero que lo recorras completo y te fijes si se puede trabajar, hay muchos esteros, lagunas y la mayoría es inundable según me comentaron, varios ríos lo atraviesan y cuando crece el Bermejo casi todo es un mar, pero hay que peinarlo entero.
- Si están dispuestos, lleven toda la provista necesaria para los días que se queden recorriendo esos campos, también dos machetes buenos y el Winchester con balas suficientes, no sea el caso que los tope un Yaguareté alzao.

-Al primer canto del gallo ya estábamos en marcha… Maleta utaca de chorizo seco, galleta collera, charque, una cuadrada de ginebra y dos cantimploras con agua fresca de pozo. Bordeamos la laguna de la “Media Luna”, aguas claras sin camalote y según me dijeron nunca se secó y es muy profunda. De pronto una bandada de Siriacos levantó vuelo asustados por nuestra presencia.
Media hora después nos acercamos al estero “Pajarito”, totoras y embalsados cubrían la zona, la sinfonía silvestre enmarcaba nuestro paso, carpinchos, yacarés y chajaes, alborotaban el sereno amanecer. Cuidando los montados fuimos eligiendo los pasos seguros, pues donde se afloja la atención, ya estás encajado hasta las coyundas en fangos movedizos que te chupan sin piedad.
Los montes eran tupidos y cerrados al paso y donde se abrían un poco, podíamos ver solo unos metros, los caraguataes con sus ganchos tapizaban el suelo e impedían el paso, solo los guazunchos y chanchos moros se le atreven.

Cerca del mediodía llegamos al Guaycurú, hermoso río de aguas claras y alta vegetación, helechos y árboles centenarios forman una larga galería en sus costas, desparramando sombras y quietud. Atamos los montados con cabresto largo para que coman pasto tierno y de la maleta sacamos los víveres reparadores de tan dura travesía.
El sol por entre las ramas hacía subir al cielo, la humedad y el calor del suelo que luego se desplomarían como brasas calientes encima del paisaje.
Mientras apuraba la galleta con el chorizo de turno, el canto de un Moitú me hace levantar la vista para ver un grupito de Miriquinaes (mono Caí) que nos miraban curiosos desde un Francisco Álvarez, vaya uno a saber si no era la primera vez que veían a un cristiano.

-Que te parece Mencho si seguimos un poco más, antes que el monte oculte los últimos rayos de sol entre su follaje.
Repuestos los montados, arrancamos hacia el naciente, buscábamos un cruce al guaycurú que fuese marcado por los animales silvestres.
Kilómetros más arriba notamos un arenal en la costa, señal que allí podríamos vadear tranquilos. Enfrente nos adentramos a un gran limpio cubierto de pajonales.
¡Fíjate Mencho que sea paja de techo y no pajabrava, que de no, vamos a terminar más cortados que churrasco!
-Avanzamos hasta el atardecer, un talar nos brindaría cobijo para la noche, arrimamos hojas secas de palmeras para encender fácilmente el fogón, los montados atados a un Aguaribay pastaban tranquilos y armamos con las monturas y cojinillos la reposera nocturna. El fogón crepitaba serenamente, la brisa del sur y el cielo tachonado de diamantes, invitaron a que el sueño nos abrase rápidamente.


El llamado tempranero de los animales a sus parejas, nos despertó del profundo sueño nocturno, en el fogón quedaban brasitas de la noche, lo avivamos para la pava del mate, mientras comentamos de los campos recorridos. Montamos y al terminar el pajonal entramos en una tierra alta, seca y blanca, solo los tatúes merodeaban en ese suelo, pero más allá se notaba monte alto, señal de otro río. Fuimos acercándonos de a poco a una laguna muy grande en cuyo fondo se notaba el disparar de hacienda baguala buscando el monte cerrado, una piara interminable de gargantillos (pecarí collar) cortó nuestro paso, guiados por el chancho tambor haciendo rechinar los dientes en actitud de fastidio.
Mientras nos acercábamos al viejo río Tucá, el sol aun no alcanzaba el cenit, pero el calor hacía correr agua salada por nuestros rostros, íbamos cortando las sombras para protegernos y no cansar tanto a los montados, cuando de pronto….. Vimos algo blanco debajo de un lapacho que nos llamo la atención; sin decir palabra rumbeamos lentamente al encuentro de esa cosa extraña en el campo.


Por el rabillo del ojo noto que el Mencho llevaba su mano a la Santa señal, yo hice lo mismo de inmediato- Era una OSAMENTA DE HUMANO- como si estuviese acostada, la calavera descansaba en las raíces del lapacho y los huesos blanqueaban por el tiempo.
Lentamente desmontamos y atamos firmemente a los caballos a unas matas bajas, luego al ir acercándonos a los huesos vimos que no había vestimentas viejas, ni armas, ni cuchillos, la calavera tenía todos los dientes de arriba y solo uno faltaba abajo, el cristiano tenía que haber sido bastante joven al morir, los huesos no estaban muy desparramados como suele ocurrir cuando un cuerpo se descompone y los animales silvestres lo dispersan por todo el terreno, este debe haber muerto y los Taguató (caranchos) y los Iribú (cuervos), lo limpiaron rápidamente, algún hormiguero cercano se encargó del resto.
Como era el mediodía le dije al Mencho que busquemos alguna sombra al borde del Tucá.para acampar mientras el sol esté alto

Quedamos largo tiempo callados, solo con nuestros pensamientos, al rato la palabra de mi sobrino que rompe el silencio para preguntarse:
¿Quien sería este cristiano que vino a terminar aquí, lejos de la mano de Dios y de cualquier cristiano que le tienda una cuarta?
¿Sería un fugado?
¿Algún loco perdido?
Vaya a saber Mencho, quizás un indio trampeador por las pieles de los bichos, vaya uno a saber, tal vez tuvo un compañero y si le picó una víbora lo abandonó luego de la muerte.
¡¡Vaya uno a saber!!

Los huesos blanqueaban al sol, una cruz hecha toscamente de Tala y atada con fibra de chagüar fue nuestra despedida, dos Santas señales de la cruz y seguimos rumbo al sureste para completar el círculo de los campos.
Un día después y cuando solo faltaba una legua para llegar a la casa de Don Braulio, Mencho me dice que en una rama baja de un aromo se veía algo colgado, nos acercamos y era una viejísima lata toda oxidada y sin fondo y las preguntas vuelven a aparecer.
¿Sería de una partida de milicos de fortines durante la exploración?
¿Sería de algún aventurero extranjero que anduvieron por la zona?
¡¡Vaya uno a saber Mencho, vaya uno a saber!! 


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La Mesa del Café - Folklore
publicado por Rolando Moro
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