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El carnaval, el tango y las serpentinas de la madrugada
Nota de NESTOR PINSON
con aportes de RICARDO GARCIA BLAYA
publicada en la página webb TODOTANGO
Según la definición de la Enciclopedia Sopena, para la grey
católica universal el carnaval –festejo pagano-, se celebra los tres días que
preceden al miércoles de ceniza, que es el primero de cuaresma. Entonces, se
inicia la fiesta popular donde se forman las mascaradas, las comparsas, los
bailes y otros regocijos animados y bulliciosos.
Casi todos los países del mundo lo festejan, cualquiera sea su religión, según sus usos y costumbres. Ese desborde, que practica un corte de la vida rutinaria, ha sido origen de amores y desengaños, de alegrías y tristezas y hasta de duelos pasionales.
Nuestro carnaval no fue muy diferente. Los disfraces más
populares fueron los de colombina, pierrot, cocoliche, arlequín, payaso, el
peligroso oso carolina -cuyo uso fue prohibido pues en varias ocasiones les
prendieron fuego y al estar confeccionados con lana ardían rápidamente-; y
tantos otros. Hasta un simple antifaz agregado a la ropa de calle significaba
una adhesión.
Y estaban los juegos con serpentinas, con papel picado y los pomos con perfume que cuando entraba en los ojos producía ardor. Además, estaban los más ingenuos cargados con agua.
Los populosos corsos atravesaban las principales avenidas de
la Capital, siendo el más famoso el de la Avenida de Mayo. También, las calles
más tradicionales de cada barrio tenían los suyos. Y, principalmente, los
grandes bailes de carnaval, los esperados ansiosamente por los jóvenes.
El tango dio testimonio de esta manifestación del pueblo incorporando el carnaval y sus ritos, primero en sus títulos y, más tarde, en sus letras. En la década del veinte nacieron los mejores temas, muchos de los cuales se transformaron en clásicos.
El tango dio testimonio de esta manifestación del pueblo incorporando el carnaval y sus ritos, primero en sus títulos y, más tarde, en sus letras. En la década del veinte nacieron los mejores temas, muchos de los cuales se transformaron en clásicos.
Añorados viejos tiempos de las multitudinarias orquestas, que estaban obligadas a reforzar el número de sus músicos para superar el bullicio del ambiente. En algunos casos superaron los cincuenta integrantes. La más renombrada fue la conformada por la unión de las huestes de Francisco Canaro con las de Roberto Firpo, para sus presentaciones en el Teatro Colón de Rosario, provincia de Santa Fe, en el carnaval de 1917.
Con el advenimiento de la letrística observamos un variado
tratamiento de esta temática. Por un lado, el carnaval mostrado como una
pintura social, a veces acompañada por el romance fugaz y la traición: «¿Dónde
vas con mantón de Manila/ dónde vas con tan lindo disfraz?/ Nada menos que a un
baile lujoso/ donde cuesta la entrada un platal/ ¡Qué progresos has hecho
pebeta!/ Te cambiaste por seda el percal.../ Disfrazada de rica estás papa/ lo
mejor que yo vi en Carnaval.» (“Carnaval”)
Otro ejemplo: «Esta noche bajo el arco de la vida/ va
paseando su locura el carnaval/ Suena el mundo la corneta de su risa/ y se ha
puesto una careta de bondad...» (“Serpentinas de esperanza”)
Por el otro lado, el carnaval tomado en un sentido más filosófico y metafísico, donde el relato pasa por la queja, la resignación, el fracaso, con alguna que otra sentencia moralista: «que cuando empiece a tallar/ el invierno de tu vida/ notarás arrepentida/ que has vivido un carnaval» (“Callejera”)
También, aparece como un refugio momentáneo, como una
negación de la realidad: «Si el amor te trata mal./ ¿Qué te importa del amor?/
Te ponés otro disfraz/ que te oculte el corazón...» (“Todo el año es carnaval”)
Dante A. Linyera en “Yo me quiero divertir”, hace decir a su personaje: «Yo esta noche me hago el loco./ Son chispazos los desaires de la suerte/ si la vida es mascarita de la muerte/ y esta noche es carnaval./ Disfrazadas nuestras almas de payasos,/ nuestros rostros de alegría/ en el loco torbellino de la orgía/ a reir para olvidar ...»
“Te conozco mascarita”, de Martín Quijano, posiblemente el
título más antiguo, data de alrededor del año 1902 y “La cumparsita”, el tango
más famoso (1916).
Otros títulos:
“Agua de pomo”, de Francisco Fiorentino
“Carnaval”, de Anselo Aieta y Francisco García Jiménez“Carnaval de antaño”, de Sebastián Piana y Manuel Romero
“Carnaval de mi barrio”, de Luis Rubistein
“Carnavalera” (milonga), de Piana y Homero Manzi
“Carnavales de mi vida”, de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo
“Cascabelito”, de José Bohr y Juan Andrés Caruso
“Cocoliche”, de Eugenio Nobile, Luis Cosenza y Francisco Lamela
“Colombina”, de Julio y Francisco De Caro con Cadícamo.
“Colombina”, de Matteo Cóppola.“Cotillón”, de Juan Carlos Bazán
“Después de carnaval”, de José Amuchástegui Keen.
“Dios momo”, de Alfonso Lacueva y Enrique Carrera Sotelo.“Disfrazado”, de Antonio Tello y Alejandro Da Silva.
“Disfrazado” (título homónimo), de Aieta y Francisco Laino
“Disfrazate hermano”, de Antonio Bonavena, Antonio Solera y Francisco Gorrindo.
“El rey de la serpentina”, de
Graciano De Leone
“En el corsito del barrio” (milonga), de Abel Aznar y
Reinaldo Yiso“Esta noche en Buenos Aires”, de Ángel D’Agostino, Eduardo Del Piano y Avlis.
“Esta noche me disfrazo”, de Juan B. Vescio.
“Este carnaval”, de Luis Caruso y Miguel Caruso.
“Hasta el otro carnaval”, de Julio De Caro y Dante A. Linyera.
“La enmascarada”, de Paquita Bernardo y García Jiménez.
“La murga”, de Peregrino Paulos
“Máscaras”, de Pedro Vilella y Luis Rubistein.
“Mascarita”, de José Monzeglio.
“Melenita de oro”, de Carlos Geroni Flores y Samuel Linnig.
“Mi carnaval”, de Alberto Gambino.
“Mis carnavales de ayer”, de Carmelo Imperio, Romeo Gavioli y Juan Carlos Patrón.
“Otra vez carnaval”, Carlos Di Sarli y García Jiménez.
“Papel picado”, de Cátulo Castillo y José González Castillo.
“Pobre colombina”, de Virgilio Carmona y Emilio Falero.
“Pobre mascarita”, de Salvador Granata y Orlando Romanelli.
“Quiero disfrazarme”, de Roberto Prince y Francisco Sorrentino.
“Ríe payaso”, de Virgilio Carmona y Emilio Falero.
“Sacate el antifaz”, de Orlando Romanelli y Alberto Munilla.
“Sacate la caretita”, de Luis Cosenza, José Schumacher y Juan A. Caruso.
“Serpentina”, de Miguel Caló y Francisco Federico.
“Serpentinas de esperanza”, de José Canet y Afner Gatti.
“Siempre es carnaval”, de Osvaldo y Emilio Fresedo.
“Siga el corso”, de Ricardo Brignolo
“Siga el corso”, homónimo del anterior, de Aieta y García Jiménez.
“Soy un arlequín”, de Enrique Santos Discépolo.
“Tirame una serpentina”, de Aieta y Juan Sarcione.
“Todo el año es carnaval”, de De Caro y Dante A. Linyera.
“Tu disfraz”, de Ángel Danesi.
“Yo me quiero divertir”, de De Caro y Dante A. Linyera.
En la actualidad, el carnaval dejó de ser lo que fue entonces, ya no se festeja espontáneamente por el pueblo, aunque muchas murgas han surgido en los últimos años, sumándose a las históricas que sobrevivieron con mucho sacrificio.
También observamos el esfuerzo del gobierno de la ciudad de
Buenos Aires para programar corsos y espectáculos oficiales, que reúnen público
pero sin el entusiasmo de antes. La decadencia del carnaval representa uno de
los tantos cambios que sufrieron las costumbres populares argentinas, a partir
de esa noche oscura que sobrevino después de la caída del gobierno de Juan
Domingo Perón.
Para terminar, una imagen y una reflexión que me vienen de
pibe, cuando el carnaval estaba en plena vigencia. Una vez que todo terminó y
quedan vacías las calles, ¿hay algo más desolador, que la tristeza que provoca
ver una madeja de serpentinas enredadas,arrastradas por la brisa de la
madrugada?
fuente: página webb TODOTANGO.
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