CARMENCITA CALDERON.
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Semblanza de JOSE MARIA OTERO
publicada en la página webb TODOTANGO
Publicado en la revista madrileña, GILDA,
mujeres en el
tango. Diciembre 2002
10 de febrero de 1905 - 31 de octubre de 2005
La mítica compañera del "Cachafaz"
En aquellos ambientes iniciáticos del tango, de caña fuerte,
de humo de tabaco espeso y ordinario, de competencia bravía, camorrera, la
mujer apenas despuntaba su presencia a través de prostitutas extranjeras -en su
mayoría francesas- o chicas del interior conocidas popularmente como chinas.
La danza porteña nació bastarda, machista y orillera y a las
féminas les costó su tiempo franquear esas puertas prohibidas incluso para la
sociedad pacata de la época. Pero el tango supo esperarlas y les dio el
salvoconducto en su aduana a las musas milongueras que venían a iluminar las
nuevas pistas bailables en salones y clubes que desplazaban a academias,
bailongos y cabarutes.
Para ello debió abandonar la procacidad de sus movimientos,
transformándolos en una sustancia íntima, sensual, recoleta, que abarcaba a una
comunidad cuyos sentimientos eran intransferibles y donde machos y minas
compartían una pasión común. Uno y otro creaban al compás de la música, el
hombre llevando, marcando compases y pasos, la mujer interpretando el modo de
devolver y disfrutar en su cuerpo lo que el bailarín le estaba proponiendo.
Y en este rincón nos reconforta traer por las coordenadas
del recuerdo a esa viejecita, llamada Carmen Micaela Riso de Cancellieri,
aunque artísticamente al haber adopatado el apellido de su abuela materna
española, se la conoce como Carmencita Calderón y que durante años fue pionera
y arquetipo, en la sala y el escenario, en academias, en cine, en giras,
acompañando a bailarines de luenga fama y desafiando los prejuicios de la
época, porque no sólo el tango era machista.
Me gustaba tirarle de la lengua para que hablara de aquellos
tiempos en que se la admiró tanto:
-Hoy día hay muchos bailarines como El Cachafaz, y
bailarinas completísimas...
-¡No diga eso, por favor! El Cacha fue el más grande de
todos -respondía exaltada-. Nadie ha hecho los pasos de él, nadie fue tan
elegante, nadie inventó tanto...
Carmencita, como le llamábamos todos, fue una reina pero el
marketing de la época no daba más que para una jubilación mínima. Aprendió a
bailar a los 13 años en casa, con su hermano Eduardo y no soñó jamás con un
futuro de bailarina profesional. Una noche de 1932 acompañó a las dos hermanas
menores a bailar al Club Sin Rumbo en su barrio de Villa Urquiza. La madre
había muerto joven y ella acudía en calidad de celadora, aunque tenía nada más
que 27 años. Unos amigos que conocían sus habilidades la pincharon para que
bailara con un habitué de mucho prestigio.
«-Era un señor italiano, pelado, que había quedado viudo
hacía poco. Ahí me acordé que yo había visto pasar el cortejo desde la ventana
de casa, en la avenida Constituyentes. No me parecía nada del otro mundo, así
que les hice caso y bailé con él. Recordaba Carmencita.»
El bailarín en cuestión era nada menos que Tarila -José
Giambuzzi- maestro de muchos destacados, que después de unos cuantos tangos, le
hizo una proposición.
«-¿No querría usted bailar conmigo en mi Academia y con El
Cachafaz en la suya?»
Cachafaz fue la palabra mágica y, al día siguiente, estaba
ella en el café de Corrientes y Talcahuano donde paraba "El Cacha"
todas las tardes y donde le presentaría a su gran amigo, Carlos Gardel y a
otros de su barra como Alippi, Muiño o Tito Lusiardo, pues la primera mesa de
la confitería era su "secretaría".
El Cachafaz era feo, picado de viruela, tenía una pinta casi
patibularia, que lograba desvanecer cuando patinaba sus charoles por el
encerado y a su lado como abrojito prendida, Carmen completaría el rubro más
emblemático. Debutaron con la orquesta de Pedro Maffia en el Teatro de San
Fernando, hicieron numerosas giras, sobre todo con Canaro y su "Historia
del Tango", y la última presentación juntos fue en 1942 en Mar del Plata.
Después de bailar "Don Juan", en los camarines,
"El Cacha" -55 años-, caería fulminado de un síncope. Ese año 42 en
un Palermo Palace atestado, con la orquesta de Ángel D'Agostino -que también
era bailarín- y la voz de Ángel Vargas, Carmencita fue aclamada por los
milongueros, haciendo pareja con El Pibe Palermo -José María Baña-.
Siempre supo que dejarse llevar por un hombre en la pista o
el escenario no es subordinarse o ser sometida por el macho, sino aceptar su
conducción para poder bailar. Y así, mientras el brazo como una serpiente se
enrosca en el talle que se va a quebrar, ella, en trance, navegando en la
latitud del pentagrama, ignorando a veces el alarde sombrío de algunos hombres,
improvisaba con ellos figuras y dibujos complicados que despertaban admiración.
Surgida de la escuela popular, de los salones y clubes
barriales, su lenguaje corporal era único, henchido de sentimiento y de una
bizarra simplicidad que no se aprende en academias. No fue mujer ni amante del
mítico Cacha, que siempre la trató de usted, aunque le llevaba 16 años de edad.
¡Jamás ensayó coreografía alguna! Y recordaba a su madre como la maestra
secreta: «Siempre me decía: "Levantá la cabeza y no mirés al suelo" ,
y me corregía la postura. Murió con 39 años, pobre, y mi padre se murió sin
saber que yo bailaba tangos, porque estaba muy mal visto.»
El tiempo la gastó como a cualquier criatura pero su
magisterio de avanzada pergeñó a futuro que la milonguera sabe dejarse llevar
validando la propuesta del varón que baila bien. Y que merced a su sensibilidad
tanguera, a su entrega y dedicación, con su propio estilo y convicción, logrará
junto a él una emoción intransferible.
La vi bailar ya muy mayor, junto a Juancito Averna, y
mantenía ese fuego interior, notable precisión en el ritmo , moviéndose al
compás de la música y de los erráticos dibujos que le proponía su joven
compañero, con una emoción antigua y renovada. Bailó con El Cacha en la
película "Carnaval de Antaño", de 1940, estuvo 10 años junto a él,
acompañó a otros bailarines y es reconocida generosamente por sus sucesoras.
Carmencita trasmitía ese tango que se silbaba y se tarareaba
por las calles y que su madre cantaba mientras lavaba la ropa. El que se
caminaba por las pistas porteñas sin ganchos ni voleos espectaculares, pero con
un abrazo intransferible, único, deslizando la suela por el piso, sin verso ni
franela, porque por sobre todo lo primero era bailar y sentir el fueye del
Gordo, el piano del Tuerto o el compás de D'Arienzo.
Carmencita sigue sumando, es nonagenaria, y al recrearla en
ajadas fotografías , homenajeamos en su persona a todas las milongueras que
acuden en las pistas al llamado ancestral del tango.
José Gobello la definió así: «Vos sos la piba sin tiempo /
milonguera de alto rango, / sos eterna como el tango que te lleva en su compás.
/ Carmencita Calderón las baldosas se estremecen / presintiendo tus quebradas,
tus corridas, tus sentadas / cuando invitan a bailar.» Amén.
Publicado en la revista madrileña, GILDA,
mujeres en el tango. Diciembre 2002
mujeres en el tango. Diciembre 2002
fuente: TODOTANGO.
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