viernes, 11 de enero de 2013

LOS RADIOTEATROS


Página webb: PRENSAMERCOSUR
APAS Agencias periodísticas de América del Sur

Cultura y Educación .Radiofonía argentina

Nota de MARIANA FOSSATI – 25-11-2004

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EL RADIOTEATRO, CULEBRÓN SONORO





Desde la década del ’30 hasta el ’70 las familias latinoamericanas se reunieron frente a la radio para escuchar un puñado de voces cautivantes que contaban historias.

A la hora señalada, no faltaba un solo integrante de la familia frente a la imponente radio capilla, soberana de las salas de estar durante varias décadas. Aproximadamente diez años después del nacimiento de la radiofonía, se pusieron al aire los primeros radioteatros argentinos: “Una hora en la pampa” y “Chispazos de tradición”. A partir de ese momento, las voces de cientos de actores se convirtieron en personajes gracias a la imaginación de los oyentes.



En el radioteatro se entrenaron los grandes actores de la escena argentina y hasta pasó por sus micrófonos, a fines de la década del ’30, una joven actriz de pueblo llamada Eva Duarte, quien años más tarde les hablaría a sus descamisados desde los balcones de la Casa Rosada con esa misma voz aguda.



Los primeros radioteatros argentinos eran de tono gauchesco y se nutrieron de los actores del circo criollo (espectáculo en dos actos: uno circense y otro teatral de estilo criollo). Según Norberto Barrutti, director teatral y estudioso del radioteatro, “en el circo se habla fuerte y claro, y hay que matizar de forma exagerada, por eso las voces eran voces muy potentes y trabajadas. Esos actores pasaron a la radio y casi todo su arte lo tenían en la voz, con ella podían transmitir y despertar los cuatros sentimientos elementales con los cuales se identifica la platea”.



La fórmula para lograr la empatía con los espectadores se utilizaba en cada obra, la llamada budinera: había cuatro personajes infaltables que eran los encargados de “encarnar cuatro sentimientos: el justiciero despertaba la aprobación en la platea, la víctima el sentimiento de lástima, el traidor el odio y el cómico servía para airear un poco el discurso”, explicó Barrutti.



Algunos afirman que este género radial nació en Argentina, pero lo cierto es que gozó de éxito en toda Latinoamérica. Norberto Barrutti opina que “tal vez esta cosa del melodrama y del radioteatro haga también a nuestra historia latinoamericana, tal vez sea un género acorde a la formación de nuestras culturas. Porque el teatro y la radio latinoamericana de ficción parte de la base de que la gente quiere llorar. El cubano Caignet, que escribió una de las telenovelas más importantes de la historia, “El derecho de nacer”, sostiene que escribe partiendo de la base de que la gente quiere llorar, “lo único que hay que hacer es darle la excusa”.



Pero el radioteatro no sólo ha sido una buena excusa para llorar, sino mucho más que eso: “en nosotros tiene una fuerza importante en relación al teatro, por la cuestión de la voz. Hemos tenido actores de excelencia a causa del radioteatro. El instrumento más importante del actor es la voz, más allá que después esté el cuerpo y la gestualidad, pero transmitir desde la voz los sentimientos es una cosa compleja y ahí está el oficio.”



Voces, efectos sonoros producidos en forma precaria pero verosímil, música, un buen melodrama y la imaginación, sólo eso fue necesario para crear y dar vida a un género que obligó a algunas tiendas de Buenos Aires a transmitir la radionovela en sus locales y así evitar la baja de las ventas en el horario en que salía al aire.



Lucio Rubinacci participó como actor de radioteatros en Radio El Mundo, Excelsior, Nacional y Provincia. Formó parte de los elencos de Alberto Migré y Nené Cascallar, dos de los más famosos directores de la radio argentina. Para Rubinacci el radioteatro fue “el gran maestro para seguir luego la vocación de locutor intérprete y actor de teatro. Porque tiene un secreto que no se pudo superar nunca, que es la fantasía del oyente, y allí uno tiene que volcar todo con la voz, nada más, no hay ademanes, no hay nada, sólo hay un libreto”.



Dentro de esa prescindencia de casi todo para despertar la imaginación del oyente hay un elemento que, según Rubinacci, no puede faltar: la marcación de tonos, “nos convertimos en un gran almacén de tonos. Nos podía tocar interpretar un maldito o un segundo galán, un traidor, o un buenazo y entonces íbamos estrenando formas, modismos, cosas que el libreto marcaba pero que había que levantarlas de esa letra fría hasta nosotros mismos para crear el personaje”.



Esa es la herencia que el radioteatro le dejó a este actor, locutor y poeta: los tonos, algo tan simple y a la vez tan complejo como eso, pero que en su voz parece natural y hasta innato. Recuerda que cuando comenzó a trabajar en teatro sentía que le sobraba el cuerpo “porque todo lo daba con la voz, me sentía completo sólo con la voz”. Cuando Lucio Rubinacci habla, su voz se llena de flores, de huracanes, de piedritas, de cercanías y de distancias; escuchándolo hablar no es muy difícil pensar en cómo volaría la imaginación de esos oyentes que entre las décadas del ’30 y el ’70 no se despegaron de las historias que contaba la radio.



Actualmente dedicado a la docencia, Lucio Rubinacci extraña de su trabajo en la radio sólo al radioteatro, recuerda que a los actores les entregaban el libreto un día antes de salir al aire. Al día siguiente “se hacía una lectura, un ensayo general y allí el director nos marcaba cómo quería que hiciéramos la escena (más pausado, más suave, pegado al micrófono o más lejos, etc). Había un técnico de sonidos que hacía los pasos, el sonido de la lluvia, los truenos, se llamaban efectos de sala”.



Frotando un corcho sobre un vidrio con resina sonaba el chirrido de una puerta al abrirse, dejando caer la tapa de un piano se imitaba el sonido de un tiro; los encargados de los efectos especiales en radio dieron el clima perfecto para las historia e inventaron infinidad de extraños aparatos para emular los sonidos más disímiles.



El radioteatro era un mundo de excesos, todo en él eran pasiones, amores contrariados, tonos de voz muy expresivos. Según Norberto Barrutti “es un género hiper sensibilizado y si bien los personajes son estereotipos, esa sensibilidad hace que uno no advierta el estereotipo. Parece perfectamente humano, lleno de matices y sin embargo se trata de buenos, malos, crueles, infieles, y no salen de ese lugar. Además, es un género fatalista: el malo va a ser malo siempre incluso porque el oyente no hubiera permitido el cambio. Los relatos estaban excedidos: los amores, por ejemplo eran esenciales pero en tanto y en cuanto fueran interclasistas: la chica rica enamorada del chico pobre, la mucama y el patrón. Esa era una temática casi obligada, la otra era el tema de la disputa de las herencias.”



Hoy que la imagen reina en casi todos los ámbitos cuesta entender el criterio estético del radioteatro: el galán era aquel cuya voz era la más acorde a ese papel. Lucio Rubinacci recuerda que “el gran galán de radio fue Eduardo Rudy que no era un hombre del todo agraciado pero tenía una gran voz. Generalmente actuaba como pareja de Silvia Juárez que medía un metro 55, esas voces comunicaban tanto que el oyente se imaginaba la pareja ideal, como si fuera de cine o más que de cine porque la imaginación de la gente iba más allá. Otro que tenía una voz imponente era Oscar Casco y sin embargo era un morocho bajito y tal vez el oyente imaginaba una persona esbelta, alta”.



“Nazareno Cruz y el lobo”, “Los Pérez García”, “Desesperadamente tuya”, “El ciego que habló con Dios”, “El Tigre Millán”, son sólo algunos de los nombres de las radionovelas que llenaron de ilusión las casas durante décadas. Actualmente es un género que casi está extinguido.



Sin embargo, Norberto Barrutti cree que una forma de rescate es posible: “los recursos del radioteatro hoy por hoy tienen una vigencia notable a la hora de la emoción, en tanto y cuanto en una obra de teatro se apueste a la emoción, porque la emoción sigue estando en la platea, el asunto es despertarla”.



Actualmente, en las radios argentinas sólo algunos se lanzan a la aventura de mantener vivo este género, pero el radioteatro sigue latiendo en el recuerdo de varias generaciones que se criaron, crecieron y se enamoraron soñando con sus voces encantadas.


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Nota de MARIANA FOSSATI – 25-11-2004

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