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Cultura y Educación .Radiofonía argentina
Nota de MARIANA FOSSATI – 25-11-2004
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EL RADIOTEATRO, CULEBRÓN SONORO
Desde la década del ’30 hasta el ’70 las familias
latinoamericanas se reunieron frente a la radio para escuchar un puñado de
voces cautivantes que contaban historias.
A la hora señalada, no faltaba un solo integrante de la
familia frente a la imponente radio capilla, soberana de las salas de estar
durante varias décadas. Aproximadamente diez años después del nacimiento de la
radiofonía, se pusieron al aire los primeros radioteatros argentinos: “Una hora
en la pampa” y “Chispazos de tradición”. A partir de ese momento, las voces de
cientos de actores se convirtieron en personajes gracias a la imaginación de
los oyentes.
En el radioteatro se entrenaron los grandes actores de la
escena argentina y hasta pasó por sus micrófonos, a fines de la década del ’30,
una joven actriz de pueblo llamada Eva Duarte, quien años más tarde les
hablaría a sus descamisados desde los balcones de la Casa Rosada con esa misma
voz aguda.
Los primeros radioteatros argentinos eran de tono gauchesco
y se nutrieron de los actores del circo criollo (espectáculo en dos actos: uno
circense y otro teatral de estilo criollo). Según Norberto Barrutti, director
teatral y estudioso del radioteatro, “en el circo se habla fuerte y claro, y
hay que matizar de forma exagerada, por eso las voces eran voces muy potentes y
trabajadas. Esos actores pasaron a la radio y casi todo su arte lo tenían en la
voz, con ella podían transmitir y despertar los cuatros sentimientos
elementales con los cuales se identifica la platea”.
La fórmula para lograr la empatía con los espectadores se
utilizaba en cada obra, la llamada budinera: había cuatro personajes
infaltables que eran los encargados de “encarnar cuatro sentimientos: el
justiciero despertaba la aprobación en la platea, la víctima el sentimiento de
lástima, el traidor el odio y el cómico servía para airear un poco el
discurso”, explicó Barrutti.
Algunos afirman que este género radial nació en Argentina,
pero lo cierto es que gozó de éxito en toda Latinoamérica. Norberto Barrutti
opina que “tal vez esta cosa del melodrama y del radioteatro haga también a
nuestra historia latinoamericana, tal vez sea un género acorde a la formación
de nuestras culturas. Porque el teatro y la radio latinoamericana de ficción
parte de la base de que la gente quiere llorar. El cubano Caignet, que escribió
una de las telenovelas más importantes de la historia, “El derecho de nacer”,
sostiene que escribe partiendo de la base de que la gente quiere llorar, “lo
único que hay que hacer es darle la excusa”.
Pero el radioteatro no sólo ha sido una buena excusa para
llorar, sino mucho más que eso: “en nosotros tiene una fuerza importante en
relación al teatro, por la cuestión de la voz. Hemos tenido actores de
excelencia a causa del radioteatro. El instrumento más importante del actor es
la voz, más allá que después esté el cuerpo y la gestualidad, pero transmitir
desde la voz los sentimientos es una cosa compleja y ahí está el oficio.”
Voces, efectos sonoros producidos en forma precaria pero
verosímil, música, un buen melodrama y la imaginación, sólo eso fue necesario
para crear y dar vida a un género que obligó a algunas tiendas de Buenos Aires
a transmitir la radionovela en sus locales y así evitar la baja de las ventas
en el horario en que salía al aire.
Lucio Rubinacci participó como actor de radioteatros en
Radio El Mundo, Excelsior, Nacional y Provincia. Formó parte de los elencos de
Alberto Migré y Nené Cascallar, dos de los más famosos directores de la radio
argentina. Para Rubinacci el radioteatro fue “el gran maestro para seguir luego
la vocación de locutor intérprete y actor de teatro. Porque tiene un secreto
que no se pudo superar nunca, que es la fantasía del oyente, y allí uno tiene
que volcar todo con la voz, nada más, no hay ademanes, no hay nada, sólo hay un
libreto”.
Dentro de esa prescindencia de casi todo para despertar la
imaginación del oyente hay un elemento que, según Rubinacci, no puede faltar:
la marcación de tonos, “nos convertimos en un gran almacén de tonos. Nos podía
tocar interpretar un maldito o un segundo galán, un traidor, o un buenazo y
entonces íbamos estrenando formas, modismos, cosas que el libreto marcaba pero
que había que levantarlas de esa letra fría hasta nosotros mismos para crear el
personaje”.
Esa es la herencia que el radioteatro le dejó a este actor,
locutor y poeta: los tonos, algo tan simple y a la vez tan complejo como eso,
pero que en su voz parece natural y hasta innato. Recuerda que cuando comenzó a
trabajar en teatro sentía que le sobraba el cuerpo “porque todo lo daba con la
voz, me sentía completo sólo con la voz”. Cuando Lucio Rubinacci habla, su voz
se llena de flores, de huracanes, de piedritas, de cercanías y de distancias;
escuchándolo hablar no es muy difícil pensar en cómo volaría la imaginación de
esos oyentes que entre las décadas del ’30 y el ’70 no se despegaron de las
historias que contaba la radio.
Actualmente dedicado a la docencia, Lucio Rubinacci extraña
de su trabajo en la radio sólo al radioteatro, recuerda que a los actores les
entregaban el libreto un día antes de salir al aire. Al día siguiente “se hacía
una lectura, un ensayo general y allí el director nos marcaba cómo quería que
hiciéramos la escena (más pausado, más suave, pegado al micrófono o más lejos,
etc). Había un técnico de sonidos que hacía los pasos, el sonido de la lluvia,
los truenos, se llamaban efectos de sala”.
Frotando un corcho sobre un vidrio con resina sonaba el
chirrido de una puerta al abrirse, dejando caer la tapa de un piano se imitaba
el sonido de un tiro; los encargados de los efectos especiales en radio dieron
el clima perfecto para las historia e inventaron infinidad de extraños aparatos
para emular los sonidos más disímiles.
El radioteatro era un mundo de excesos, todo en él eran
pasiones, amores contrariados, tonos de voz muy expresivos. Según Norberto
Barrutti “es un género hiper sensibilizado y si bien los personajes son
estereotipos, esa sensibilidad hace que uno no advierta el estereotipo. Parece
perfectamente humano, lleno de matices y sin embargo se trata de buenos, malos,
crueles, infieles, y no salen de ese lugar. Además, es un género fatalista: el
malo va a ser malo siempre incluso porque el oyente no hubiera permitido el
cambio. Los relatos estaban excedidos: los amores, por ejemplo eran esenciales
pero en tanto y en cuanto fueran interclasistas: la chica rica enamorada del
chico pobre, la mucama y el patrón. Esa era una temática casi obligada, la otra
era el tema de la disputa de las herencias.”
Hoy que la imagen reina en casi todos los ámbitos cuesta
entender el criterio estético del radioteatro: el galán era aquel cuya voz era
la más acorde a ese papel. Lucio Rubinacci recuerda que “el gran galán de radio
fue Eduardo Rudy que no era un hombre del todo agraciado pero tenía una gran
voz. Generalmente actuaba como pareja de Silvia Juárez que medía un metro 55,
esas voces comunicaban tanto que el oyente se imaginaba la pareja ideal, como
si fuera de cine o más que de cine porque la imaginación de la gente iba más
allá. Otro que tenía una voz imponente era Oscar Casco y sin embargo era un
morocho bajito y tal vez el oyente imaginaba una persona esbelta, alta”.
“Nazareno Cruz y el lobo”, “Los Pérez García”,
“Desesperadamente tuya”, “El ciego que habló con Dios”, “El Tigre Millán”, son
sólo algunos de los nombres de las radionovelas que llenaron de ilusión las
casas durante décadas. Actualmente es un género que casi está extinguido.
Sin embargo, Norberto Barrutti cree que una forma de rescate
es posible: “los recursos del radioteatro hoy por hoy tienen una vigencia
notable a la hora de la emoción, en tanto y cuanto en una obra de teatro se
apueste a la emoción, porque la emoción sigue estando en la platea, el asunto
es despertarla”.
Actualmente, en las radios argentinas sólo algunos se lanzan
a la aventura de mantener vivo este género, pero el radioteatro sigue latiendo
en el recuerdo de varias generaciones que se criaron, crecieron y se enamoraron
soñando con sus voces encantadas.
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